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Kate y William luchan contra la prensa y los exigentes protocolos reales, ¿la historia de Diana se repite?

La reina Isabel II dejó un legado rígido forjado a partir de la tradición, protocolos reales y decoro, pero los príncipes Harry y William prefieren hacer las cosas a su manera. Tras una semana de confusión y muchas preguntas sin respuesta, Tessa Dunlop analiza la problemática antesala de un mundo en el que hay más palacios que miembros prominentes de la realeza.

Martes, 19 de marzo de 2024 00:12 EDT
La pareja real recibe al presidente de Corea con una ceremonia de bienvenida en Londres en noviembre de 2023
La pareja real recibe al presidente de Corea con una ceremonia de bienvenida en Londres en noviembre de 2023 (AP)
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Hay quienes adoran las teorías conspirativas, o mejor aún, las que huelen a escándalo real. La “desaparición de Kate Middleton” y su fotografía del Día de la Madre han llamado la atención del público a nivel mundial, y la audiencia estadounidense no se queda atrás.

TMZ, el reconocido sitio web de Estados Unidos que publica noticias del mundo del espectáculo, se refirió a la realeza y afirmó que “la confianza está por los suelos” porque “descubrieron sus mentiras”. La revistaTime publicó un artículo similar: “La familia real tiene un problema de confianza”. Ambos tienen razón, pero ni el Palacio de Kensington ni los tabloides británicos, que no dejan pasar nada, lo ven así.

Mientras Estados Unidos exigía respuestas, el diario The Sun instaba a sus lectores a “dejar en paz a Kate” y el Daily Mail adoptó un inusual tono solemne al preguntar “¿Cómo fue que la foto de Kate se transformó en un desastre de las relaciones públicas?”.

Cuando los periódicos sensacionalistas británicos, famosos por su descarada combinación de lealtad patriótica y denigración implacable de la realeza, actúan con cautela, hay un problema, y es uno mucho más preocupante que una fotografía familiar manipulada.

Era sabido que después de Isabel II las cosas no serían fáciles, aunque por momentos parecía que todo estaba bien: el temido fallecimiento de la monarca más longeva de Gran Bretaña se conmemoró en medio de adornos, tiaras, pastelitos decorados y banderas de la Mancomunidad de Naciones. 

Su afable hijo Carlos heredó la corona en una ceremonia que se llevó a cabo a pesar de la lluvia donde el príncipe William, reticente, juró lealtad al rey. Harry, su hermano, abandonó apresurado la escena, y por una vez, el impopular príncipe Andrés, hermano de Carlos, se vio eclipsado por un nutrido elenco de reliquias y otros actores secundarios de la realeza, porque nadie le gana a los Windsor si se habla de familias numerosas. Hasta aquí todo iba bien. La princesa real Ana añadió un toque de sensatez y cautela, al insistir en que “en [su] opinión, una monarquía simplificada no parece una buena idea”.

La hermana menor del rey Carlos expresó con ironía que no hace tanto tiempo “había más gente por aquí” (se refería a los principales miembros de la realeza, no a los secundarios). Y eso fue antes de que su hermano de 75 años se retirara de la vida pública a causa de su diagnóstico de cáncer, y de que el nuevo pilar de la realeza, Catherine, la princesa de Gales, se sometiera a una compleja cirugía abdominal.

Ante los cuantiosos espacios vacíos en el palco real, los rumores empezaron a circular. Los audaces intentos de Camila y de William por distraer a la audiencia no han servido de mucho. Nada ha podido frenar los desagradables rumores y conspiraciones en torno a la desaparición de Kate.

Tanto William como Harry vieron con sus propios ojos el acoso que sufrió su madre debido al incesante interés de la prensa.
Tanto William como Harry vieron con sus propios ojos el acoso que sufrió su madre debido al incesante interés de la prensa. (Alamy)

La ausencia de Harry nunca se había sentido tanto, y con el lanzamiento del nuevo emprendimiento de Meghan, al parecer, quedó comprobado que la grandeza no está reservada solo para quienes tienen un compromiso con la realeza.

En menos de una década, Gran Bretaña ha pasado de tener una monarquía abultada a una peligrosamente reducida. En la actualidad, la institución cuenta con más palacios que miembros de la realeza, una situación imprevista que ha aumentado la presión sobre William y Kate, que quedaron atrapados en el ojo de la tormenta. 

Según un experto real, William compara el “acoso” que sufre Kate con el que padeció Diana

Entre una guerra y otra, la escritora Virginia Woolf enfatizó que los británicos tenían una “insaciable necesidad de ver” a la realeza porque “si ellos viven, nosotros vivimos en ellos”. Pero, en realidad, entre tantas apariciones mediáticas planificadas, fotos meticulosamente editadas y sonrisas protocolares, rara vez vislumbramos más allá de una imagen glamorosa y pulida de Kate.

Desde el punto de vista de la escritora británica Hilary Mantel, Kate parecía “haber sido elegida para ser princesa porque era irreprochable y perfecta”. Pues si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea. Pero, si se deja de lado, por un momento, esa imagen intachable, se puede ver un lado diferente de Kate: una madre relativamente joven, agobiada, que es el sostén de un rey ya muy mayor, un esposo malhumorado y unos enérgicos niños en edad escolar.

El príncipe se presentó sin acompañantes en el servicio anual del Día de la Mancomunidad a principios de esta semana
El príncipe se presentó sin acompañantes en el servicio anual del Día de la Mancomunidad a principios de esta semana (POOL/AFP/Getty)

Convaleciente y atrapada en el ajetreo de su complicada vida, es muy posible que no le entusiasme la idea de volver a sus compromisos reales bajo la mirada inescrutable del público británico.

Kate, quien recibió educación en los mejores colegios privados de Inglaterra, siempre se ha sentido orgullosa de sus atributos físicos, y con toda razón. Presumió sus habilidades en el hockey incluso con tacones altos, exhibió su drive junto a la tenista británica Emma Raducanu y saludó al público de pie con su bebé en brazos, apenas unas horas después de dar a luz.

Sin embargo, hoy en día, después de haber sido sometida a una importante cirugía, la princesa de Gales podría no estar tan dispuesta a ponerse bajo los reflectores. Dados los niveles exagerados de atención que recibió la fotografía del Día de la Madre, quién podría culparla.

El lunes, en el exterior de la Abadía de Westminster, se llevó a cabo el servicio en conmemoración de la Mancomunidad de Naciones en el que fue evidente la ausencia del monarca. Se hicieron presentes el príncipe William y la reina Camila, quienes fueron recibidos con pancartas amarillas con mensajes antimonárquicos.

Un apretón de manos civilizado y todo podría haber terminado bien. La revolución siempre ha sido la amenaza histórica de los gobiernos; pero para la monarquía moderna, la apatía a ambos lados de los muros del palacio es el verdadero flagelo.

Recientemente, el movimiento republicano ha repuntado, el 25 % de los encuestados continúan expresándose en contra de la monarquía, aunque son muchos menos los que consideran que la amenaza que se cierne sobre la realeza se origina puertas adentro. Es poco probable que la princesa de Gales, el único faro en la oscuridad de los Windsor, una “plebeya” glamorosa y bien educada, completamente sumida en su papel, defraude a la institución monárquica. Pero, aun así, William ya está implementando algunos cambios.

Con su carismático hermano menor Harry y su esposa Meghan fuera de la escena real, se podría decir que el príncipe de Gales dejó de preocuparse tanto por su relación con la prensa. . O tal vez, tan solo se trata de William haciendo las cosas a su manera, al igual que su hermano. Si no quiere ir a la final de la Copa Mundial de Fútbol Femenino en Australia, pues no solo no irá, sino que tampoco dará explicaciones al respecto.

Lo mismo puede decirse de su misteriosa partida del funeral del exmonarca griego, y de su negativa esta semana a publicar la fotografía original del Día de la Madre o a proporcionar cualquier tipo de explicación, pues fue él quien tomó la foto, supuestamente. En la actualidad, William es definitivamente un miembro de la realeza que cumple con sus funciones públicas según sus propios términos.

Últimamente, Kate ha pasado por un mal momento en términos de cobertura de prensa, ¿acaso su encanto de princesa se desvanece?
Últimamente, Kate ha pasado por un mal momento en términos de cobertura de prensa, ¿acaso su encanto de princesa se desvanece? (EPA)

“Tengo que ser vista para que la gente crea en mí”, era una de las frases más icónicas de la reina Isabel. Sin embargo, en la actualidad, los teléfonos celulares y las redes sociales han hecho que un precepto como ese sea muy difícil de sobrellevar. El príncipe Harry describió la vida en la familia real como “una mezcla entre The Truman Show y un zoológico”. Por ese motivo, entre otros, se alejó lo más posible de ese mundo. William y Kate, destinados a formar parte de las grandes ligas, se quedaron, pero los últimos años no han sido nada fáciles. 

Como todas las miradas estuvieron puestas en las batallas libradas entre Harry, la familia real y la prensa británica, se había prestado, hasta ahora, poca atención al prolongado resentimiento de William hacia los medios de comunicación. El hijo mayor del rey Carlos rechaza la constante intromisión de la prensa, lo que incluye a los abogados rapaces involucrados en la demanda presentada por la fotografía que se publicó de Kate en toples que finalizó con una sentencia por violación de los derechos a la intimidad, aunque los detalles del acuerdo no se hicieron públicos.

Ambos hermanos se sumaron a la entrega anual de los premios del Legado de Diana el pasado jueves 14 de marzo en Londres, William dio un emotivo discurso durante el evento y Harry participó mediante una videollamada desde California. El evento fue un recordatorio de que los príncipes nunca dejarán atrás las circunstancias del fallecimiento de su madre, por las que no toleran la intromisión de la prensa ni la excesiva pompa y los elaborados protocolos reales que han regido la vida de sus antepasados hace décadas. William fue testigo del daño que todo eso le hizo a Diana, y a modo de contrataque, ha decidido hacer las cosas a su manera. Al diablo con lo que “quieren” los medios de comunicación.

Kate y William se pueden refugiar detrás de toneladas de privilegios y una constitución irrefutable, no necesitan dar explicaciones; la princesa está ausente por enfermedad y su esposo no tiene que rendirle cuentas a nadie. La reina Isabel falleció, el rey Carlos está enfermo y Harry se fue. Los galeses son lo único que queda y la prensa británica lo sabe.

Harry y Meghan asisten a un concierto benéfico en Central Park, Nueva York, en 2021
Harry y Meghan asisten a un concierto benéfico en Central Park, Nueva York, en 2021 (Reuters)

Si bien esta ha sido una extraña semana en lo que respecta a noticias de la realeza, una crisis existencial acecha a la monarquía a largo plazo. Kate y William saben que los grandes medios de comunicación dependen de ellos; si quieren mostrarse menos, pueden permitirse el lujo de hacerlo. Los seguidores de la realeza tendrán que conformarse; la mayoría, mínimamente, intentará demostrar comprensión. Pero, ¿qué hay de la generación más joven y cínica que no consume noticias a través de los canales convencionales? Después de todo, el escándalo de la foto editada estalló en las redes sociales, no en la prensa. 

Es tan probable que los jóvenes de la generación Z agiten una pancarta antimonárquica como que compren un periódico. Según esta generación, publicar fotos de niños sin consentimiento en las redes sociales es más cruel que bonito. ¿Qué ocurrirá cuando estos no creyentes crezcan y se enfrenten a un rey y una reina reacios a mostrarse?

Si bien el fervor republicano tiende a desvanecerse con la edad, es probable que la generación Z muestre en su vida adulta un total escepticismo hacia la realeza, una combinación potencialmente fatal para la futura familia real británica con William como monarca supremo, con su inmensa fortuna y una actitud de “esto es lo que hay, tómalo o déjalo”. Un apretón de manos civilizado y todo podría haber terminado bien. La revolución siempre ha sido la amenaza histórica de los gobiernos; pero para la monarquía moderna, la apatía a ambos lados de los muros del palacio es el verdadero flagelo.

Tessa Dunlop es autora de Elizabeth and Philip: A Story of Young Love, Marriage and Monarchy, Headline, 2022

Traducción de María Delia García

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