A la sombra de la selva, florece capital de surfeo brasileño
La costa de Sao Paulo se ha vuelto el epicentro del surfeo brasileño, que en unos pocos años se ha vuelto una potencia global
Mientras casi todo Brasil estaba mirando el duelo entre dos clubs locales por el campeonato del futbol continental, Luana Reis, de 14 años, estaba lejos de cualquier televisor.
Ella estaba surfeando olas azul-esmeralda con un trasfondo de selva, compitiendo con decenas de adolescentes en el torneo anual municipal en una de las mejores playas de surfeo del país, Maresias.
Ejecutó una serie de snaps, cutbacks y aerials para ganar el título sub-18 de mujeres y emergió del agua sentada en los hombros de cuatro amigos, imitando a su ídolo, Gabriel Medina — un campeón mundial que se crio en Maresias y que ha ayudado a hacer a los surfistas brasileños tan admirados como sus futbolistas en el mundo.
El año próximo, dijo Reis, ella quiere competir por el campeonato nacional sub-18.
“Todo el mundo aquí tiene sueños de ser el próximo gran surfista de Brasil”, le dijo a la Associated Press. “Hay mucha competencia, especialmente aquí en Maresias. Lograrlo aquí es difícil”.
La playa en la ciudad de Sao Sebastiao es el foco para el surfeo en una nación que lanzó “la Ola Brasileña” al mundo — una generación de surfistas profesionales que han ganado cinco de los últimos siete campeonatos mundiales.
Muchos surgieron del tramo de costa de 200 kilómetros (120 millas) en el estado de Sao Paulo. Los padres de Reis se mudaron al área solamente para que ella pudiese entrenarse todos los días.
Medina, de 28 años, ha encabezado la ola, ganando tres títulos mundiales — una hazaña lograda solamente por otros tres desde que comenzó la liga moderna en 1983.
A un punto en el campeonato mundial este año en San Clemente, California Medina agarró un pico limpio y viró su tabla a la izquierda al levantarse. Miró pacientemente mientras la ola crecía y entonces completó unos pocos giros mientras ejecutaba unos reversos aéreos.
Él “convierte una ola mediocre en algo substancial”, dijo el comentarista televisivo Mick Flanning, tres veces campeón mundial. “Ese primer reverso fue increíble”.
Cuando sonó la chicharra, sellando el triunfo de Medina, eu más cercano perseguidor, Filipe Toledo, se le acercó para darle un abrazo de felicitaciones. Los dos se crecieron juntos surfeando las mismas olas, con Tledo viviendo cerca en Ubatuba. El tercer puesto fue para otro brasileño, Italo Ferreira, campeón mundial del 2019 y medallista de oro en Tokio 2020.
Las playas del norte del estado de Sao Paulo eran relativamente desconocidas antes que Medina puso a Marseias en el mapa del surfeo profesional con su primer cetro mundial en el 2014 y levantó el trofeo de nuevo en el 2018.
Hablando con la AP por teléfono, Medina dijo que el estilo de vida simple de Maresias es una ventaja para los surfistas.
“No tenemos edificios altos aquí. Solamente casas, playas y mucha naturaleza”, dijo Medina. “Yo viajo por todo el mundo, pero aún valoro el lugar donde vivo de dónde vengo. Me siento completo aquí. Este lugar me da paz y facilidad para hacer todo lo que puedo”.
Los pueblos de surfeo en la costa están dentro del parque de Serra do Mar, que el estado dice es la mayor área de selva atlántica continuamente protegida. Sirve de barrera contra la expansión urbana de Sao Paulo. Bosques espesos cubren las montañas y los valles, donde cascadas alimentan arroyos que serpentean por manglares junto al mar.
Las olas del área rodaron virtualmente sin surfistas hasta la construcción en los setenta de una carretera costera, que pioneros del surfeo siguieron para explorar.
“En los ochenta, había pocos de nosotros; esta era un área aislada de la costa”, dijo Adriano García de 58 años, u pescador nacido en Sao Sebastiao qe ha surfeado durante décadas. “Los campeonatos comenzaron, los surfistas del área se volvieron dominantes y — ¡boom!”.
Cuando Frank Constâncio comenzó a organizar competencias en 1985, tenía que cubrir muchas posiciones él mismo — desde guardia de seguridad hasta árbitro y comentarista. “Años tras, solamente marcas de açai y equipo de surfeo patrocinaban eventos aquí. Ahora ha promotores de bienes raíces y bancos” dijo Constâncio, que preside la Asociación de Surfistas de Sao Sebastiao”.
Hoy, hoteles y restaurantes están adornados con fotos de leyendas locales, especialmente Medina, que aparece también en vallas anunciadores de un fabricante de televisores, una compañía celulular, dentistas y un productor de automóviles.
“Medina es apenas uno de los surfistas surgido de este torneo (municipal)”, dijo Constâncio, mirando a los competidores en el agua. “El próximo Medina oudieea estar aquí hoy”.
Henrique Tricca, un fotógrafo de surfe basado en Ubatuba, compitió en la costa norte de Sao Paulo en los noventa y los 2000 y ganó competencias en Europa Dice que las asociaciones de surfeo en Sao Paulo ayudaron a desarrollar a los profesionales locales. Fueron las primeras en Brasil en organizar competencias con anotación electrónica y un cronómetro que los competidores podían ver desde el agua.
Las olas eran otro factor.
“No son exactamente perfectas”, dijo Tricca con una sonrisa, señalando aun hombre que trataba de entrar lor el barril de una ola y en lugar de ellos era ragado por una explosión de espuma.
“Como son mayormente rompientes de playa, las olas rompen más velozmente y menos profundo acá. Es difícil saber cuáles olas escoger y por donde entrarles. El oleaje proviene del sur, el sureste, el este y, a veces, de las tres direcciones al mismo tiempo. Además, la marea cambia y los bancos de arena se mueven, así que cada día e incluso cada hora es como surfear una ola completamente diferente”.
Esa irregularidad, pareada con oleaje consistente en la temporada pico, de mayo a noviembre, hacen de la costa un área especial de entrenamientos. Aunque la mayoría de las olas rompen apenas a entre 1 y 3 metros de altura (hasta 10 pies), ofrecen todo tipo de condiciones. Por ello las olas de clase mundial en las competencias internacionales — típicamente más perfectas, predecibles — son fáciles de anticipar y surfear para los nativos de Sao Sebastiao y pueblos vecinos.
Medina dijo que sus días tempranos en el campeonato municipal fueron la clave de su éxito.
“Lo cierto es que tuve más derrotas que victorias en mi niñez “, dijo Medina. “Al inicio, yo solamente me divertía surfeando. Entonces me enamoré del deporte y solamente empecé a competir. Cada vez que perdí aquí, me sentí muy mal. Al inicio, sueñas con ganar, hacerte profesional, ser campeón mundial. Pero eso no sucedió así”.
Varios otros pueblos de la costa norte paulista tienen representantes en la Tormenta Brasileña, desde Adriano de Souza y Caio Ibele, de Guaruja; hasta Toledo y Wiggolly Dantas, de Ubatuba.
Eduardo Tanomoto, de 52 años, es uno de los originales. Oriundo del Sao Paulo rural, comenzó a surfear en Sao Sebastiao cuando el deporte estaba centrado en un estilo de vida más que en la competencia. Su hija, Rayana Tanimoto, heredó la pasión de él.
Juntos, abrieron un pequeño hotel en Maresias para que ella pudiese criar a sus dos mellizas de 5 años, ganarse la vida y surfear lo más posible.
“Hay otros lugares donde ves a los surfistas y la Selva Atlántica como que fundirse, pero aquí es especial”, dijo Rayana.
Bebiendo jugo de maracuyá en la recepción del hotel y mirando las tablas de surfeo apoyadas unto a la entrada, Rayana Tanimoto dice que Maresias y el surfeo han fortalecido los lazos familiares. El mismo día, ella y sus mellizas estaban alternándose en la tabla, dijo. Un día no muy lejano las niñas esperan entrar a competencias.
Era temprano en la noche, con la luna asomándose sobre las montañas. Los surfistas regresarían temprano a la mañana siguiente antes de que comenzase el viento. “No hay muchos lugares que te permiten conectarte con algo más grande”, dijo. “Para mí, éste es el lugar”.
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Prendergast reportó desde Tibau do Sul, Brasil.