Atlas de la pandemia: el sufrimiento de los jóvenes en Kenia
La opinión generalizada era que la gente joven tenía menos que temer del COVID-19
La opinión generalizada era que la gente joven tenía menos que temer del COVID-19 Sin embargo, en Kenia la juventud sufrió por la pandemia de otras maneras.
Los niños han sido obligados a realizar trabajos duros y a prostituirse. Las escuelas están cerradas en gran parte hasta el 2021. Los bebés han nacido en condiciones precarias.
Hasta hace poco, Kenia apenas se había mencionado entre los países que sufrían en la pandemia, con cifras de infección muy por debajo de naciones de Europa, Latinoamérica o incluso otros lugares de África. Apenas ahora, la nación de África Oriental enfrenta un incremento que ha despertado la preocupación del continente: cuatro médicos murieron recientemente en un solo día.
A mediados de diciembre, el país reportó 178 casos por cada 100.000 habitantes.
Durante meses, las restricciones diarias inspiradas por el COVID-19 fueron el peligro más inmediato, pues millones de trabajadores perdieron la posibilidad de salir cada día a ganar dinero para alimentar a sus familias.
A veces, el toque de queda se aplicó con severidad. Yasin Moyo, de 13 años, se convirtió en una de las primeras víctimas de la pandemia, no por el virus sino por una bala disparada mientras estaba en el balcón de su familia y miraba a oficiales de la policía que perseguían a personas por las calles.
La familia sigue en estado de conmoción. “Cuando llegué al hospital, mi hijo estaba vivo y habló conmigo”, dijo su padre, Hussein. “Abrió los ojos y dijo: ‘Papá, por favor reza por mí’”.
La indignación por el incidente llevó al presidente Uhuru Kenyatta a disculparse. Pero el niño no estaba solo. Los observadores dicen que, para fines de octubre, la policía había sido acusada de matar al menos a 24 personas mientras aplicaba las restricciones por la pandemia, y tres estaciones de policía habían sido incendiadas en protesta.
Las crecientes presiones económicas —y la intención de Kenia de cerrar las escuelas para casi todos hasta el 2021— ha puesto una enorme presión sobre los niños que súbitamente fueron dejados a la deriva por millones.
Su futuro se ha puesto en peligro porque sus padres no pueden ganar el dinero suficiente para pagar las cuotas escolares. Nadie sabe cuántos niños kenianos no regresarán cuando las escuelas finalmente vuelvan a la normalidad.
En cambio, muchos niños han aparecido en las calles, en canteras empuñando martillos, en vastos vertederos donde pepenan basura con la esperanza de convertirla en unas cuantas monedas.
Algunas niñas muy por debajo de la edad adulta han recurrido a la prostitución, y algunas dijeron a The Associated Press que habían sido maltratadas y violadas.
La agencia de las Naciones Unidas para la infancia ha dicho que el mundo podría ver el primer aumento de niños que trabajan desde el 2000.
Incluso llegar al mundo y respirar por primera vez se ha convertido en un desafío. Las restricciones por la pandemia dejaron a muchas mujeres en trabajo de parto desesperadas por llegar a un hospital o a una partera a tiempo, especialmente con tantos taxistas temerosos a trabajar después del toque de queda.
Pero de la crisis ha surgido un rayo de esperanza: un doctor local creó un sistema de ambulancias, Wheels for Life (Ruedas para la Vida), para darle pasaje seguro a las mujeres en las horas previas a dar a luz. El sistema se ha expandido de una ambulancia a cinco, y ha sido muy elogiado.
Sin embargo, para Kenia —y todo el continente africano donde viven 1.300 millones de personas—, las noticias prometedoras de los ensayos de vacunas siguen distantes. Podría tomar años antes de que una vacuna esté ampliamente disponible aquí.
Puede ser difícil que los jóvenes de Kenia encuentren esperanza, incluso aquellos que estuvieron al frente y ayudaron a tratar de contener el COVID-19.
El artista callejero Elegwa Wycliffe, quien pintó las paredes de los barrios marginales de Nairobi con mensajes coloridos que promovían medidas de salud pública, ahora mira a sus amigos convertirse en ladrones para alimentar a sus familias.
Algunos habían laborado en múltiples trabajos para alimentar a sus familias, dijo, pero el toque de queda en Kenia ha causado que los ingresos se reduzcan o que desaparezcan por completo.
Con la corrupción generalizada del país mostrada con frecuencia en las noticias, Wycliffe dijo que los jóvenes de los barrios marginales comienzan a creer que la única forma en que pueden prosperar en el nuevo mundo del COVID-19 es a través del crimen.
“Se necesitarán generaciones para terminar con esa mentalidad”, dijo.
___
Contribuyó con esta nota la periodista de The Associated Press Cara Anna, en Nairobi.