Bajo presión china, peligran las tradiciones del Tíbet
La cultura y las tradiciones religiosas budistas del Tíbet corren peligro de desaparecer en medio de una intensa campaña del gobierno chino para que adopte sus costumbres y creencias
La sola mención del Tíbet evoca imágenes de picos nevados, templos color rojizo y banderas de oraciones que el viento del Himalaya hace ondear. Todo eso sobrevive, pero los cimientos religiosos y culturales de la región corren peligro.
El Tíbet tiene una marcada cultura budista, que se ve amenazada por una intensa campaña del gobierno chino para que se asimile y adopte sus costumbres y las creencias del Partido Comunista. Los tibetanos y los miembros de otras minorías ven cómo se hace a un lado su idioma en las escuelas y cómo las viejas costumbres pasan al olvido ante la promesa de una mejor calidad de vida a partir del uso de teléfonos celulares, compras por la internet, acceso a una educación superior y mejores servicios de salud.
El conformismo político es impulsado mediante una campaña implacable de vigilancia de los contactos sociales de la gente en la vida real y en las redes sociales. Las prácticas religiosas de siempre van desapareciendo y el Dalai Lama, anciano líder espiritual del Tíbet que vive en el exilio desde 1959, es pintado como una figura despreciable las pocas veces que se lo menciona.
Los turistas chinos inundan Lhasa, la capital del Tíbet, y sus alrededores, a pesar de la altura, que requiere que muchos lleven oxígeno consigo. Se mezclan con los tibetanos que hacen extraños peregrinajes, entre ellos uno que incluye dar vueltas alrededor del Templo Jokhang, la catedral del budismo tibetano.
Una visita obligada de los turistas es la plaza empedrada al pie del Palacio Potala, o Templo Blanco, donde residieron el Dalai Lama y sus predecesores, convertido hoy en un museo. Los visitantes se toman fotos con el palacio de fondo, que sigue siendo testigo de las disputas políticas en torno al Tíbet.
Antiguamente una colección de reinos, con el correr de los años el Tíbet fue transformándose en una especie de estado unificado autónomo bajo la soberanía de sucesivas dinastías chinas que lo gobernaron hasta 1912. China asumió el control pleno de la región cuando el Partido Comunista tomó el poder en 1949 y envió fuerzas que acabaron con la débil resistencia del Tíbet en 1951.
El gobierno dice que trajo el desarrollo a una región postergada. Sus detractores afirman que no se puede mantener la explotación de los recursos naturales del Tíbet, la degradación ambiental y la llegada de migrantes de la mayoría han china.
Hay un boom de la construcción en Lhasa, poblaciones nómades se han afincado en pueblos modelos y se aumentó la presencia militar para dar fuerza al reclamo chino de territorios controlados por la India con la que Beijing casi se trenza a golpes por disputas fronterizas en el sur del Tíbet.
En una inusual visita al Tíbet organizada por el gobierno chino, periodistas de la Associated Press observaron la construcción de carreteras y de una vía férrea que comunica con el corazón de China, escuelas que enseñan chino bajo retratos del líder chino Xi Jinping e indicios de una creciente clase media urbana de tibetanos y hans.
Todo lo cual apunta a que, bajo fuertes presiones, la identidad del Tíbet enfrenta el desafío más grande de su historia.