Boris Johnson: Osado, irreverente, lleno de falencias
Su capacidad de salir de atolladeros era tan legendaria como su irreverencia y su osadía
Boris Johnson quería ser como su ídolo, Winston Churchul: Un mito que condujo a Gran Bretaña durante una época de crisis. Su derrumbe respondió a una crisis que él mismo creó, cuando una serie de denuncias de faltas éticas hicieron que su partido le diese la espalda.
Johnson renunció el jueves al hacerse insostenible su posición ante las críticas de sus correligionarios.
El anuncio se produjo luego de meses de escándalos, en los que Johnson fue multado por la policía y criticado por permitir fiestas en su despacho mientras el país sobrellevaba confinamientos durante la pandemia del coronavirus.
Johnson exhortó a su partido a que “mirase hacia adelante” y se enfocase en resolver los problemas económicos del país y en lidiar con la invasión rusa de Ucrania. Pero dos sonadas derrotas de su Partido Conservador en elecciones especiales y denuncias de acoso sexual contra un alto dirigente del partido sellaron la suerte de un Johnson cuya capacidad para superar escándalos era casi legendaria.
La carrera de Johnson estuvo marcada por situaciones extremas. Sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea y condujo el país durante una crisis sanitaria mundial en la que su propia vida corrió peligro, pero fue derribado por ignorar las restricciones que él mismo había impuesto por el COVID-19.
La revelación de que había habido fiestas en su despacho de la Downing Street mientras regían confinamientos en el 2020 y el 2021 causó enorme malestar y puso a prueba la paciencia del Partido Conservador con su errático líder.
Una investigación concluyó que el gobierno de Johnson había incurrido en “fallas de liderazgo y de juicio” al permitir numerosas reuniones sociales en el 2020 y el 2021. La policía multó a decenas de personas, incluidos el primer ministro, su esposa Carrie y el secretario del tesoro Rishi Sunak.
Pareció ser el golpe de gracia para uno de los políticos más divisivos que ha tenido Gran Bretaña.
El biógrafo afín Andrew Gimson lo describió como “el hombre que desafía al establishment y le gana”. Para el exparlamentario Rory Stewart, que disputó con Johnson la dirección del Partido Conservador en el 2019, en cambio, “es probablemente el mejor mentiroso que hemos tenido como primer ministro”.
La elección de Johnson como líder de los conservadores y primer ministro coronó una carrera llena de altibajos. Había ocupado cargos importantes y también lo habían hecho a un lado durante períodos por sus falencias.
Muchos lo consideraron un peso liviano sin la seriedad necesaria para ser un líder nacional. Él mismo alimentó esa imagen, presentándose como un populista desaliñado, que soltaba frases en latín, con una melena rubia rebelde, que no se tomaba a sí mismo muy en serio. En una ocasión dijo que tenía tantas posibilidades de ser primer ministro como de encontrar a Elvis en Marte.
Fue elegido al Parlamento por primera vez en el 2001 y se pasó años fluctuando entre la política y el periodismo. Llegó a ser un reconocido columnista, que invitaban a menudo a programas televisivos cómicos.
Hacía comentarios ofensivos, como cuando tildó de caníbales a los habitantes de Papúa Nueva Guinea y comparó a las mujeres musulmanes que usan velos con buzones.
Su primer cargo político importante, el de alcalde de Londres del 2008 al 2016, encajaba bien con su personalidad y pasó a ser un simpático embajador de la ciudad.
Sus detractores decían que promovía proyectos para satisfacer su vanidad, como un teleférico poco usado y unos jardines colgantes sobre el río Támesis que no llegaron a construirse. Decían que no era de fiar.
En su época de periodista el Times of London lo despidió por inventar una cita. Fue grabado diciéndole a un amigo que le daría la dirección de un periodista al que su amigo quería darle una tunda. Lo echaron de un cargo importante en el Partido Conservador por mentir acerca de una relación extramatrimonial.
Como corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas, se especializó en exagerar historias sobre los desperdicios y las trabas de la UE, lo que contribuyó a generar oposición al bloque.
El historiador Max Hastings, ex jefe de Johnson en el Telgraph, lo describió como “un hombre con notables dotes, carente de conciencia, principios o escrúpulos”.
Brexit, la campaña a favor de la salida del Reino Unido de la UE, le abrió las puertas del gobierno, con una ajustada victoria en un referendo en el 2016.
Lo impulsó su inacabable energía y numerosas mentiras, según sus detractores, como la afirmación falsa de que Gran Bretaña enviaba 350 millones de libras semanales a la UE, dinero que podía ser invertido en los servicios médicos nacionales.
La votación de Brexit fue un enorme suceso para Johnson y despejó el camino para que fuese elegido primer ministro tres años después. En diciembre del 2019, por otro lado, les dio a los conservadores su mayoría parlamentaria más grande desde la época de Margaret Thatcher en la década de 1980.
Sus primeros meses en el gobierno fueron rocambolescos. Los legisladores resistían sus planes para Brexit y él suspendió el Parlamento, hasta que la Corte Suprema dijo que eso era ilegal. Sus opositores afirmaron que esa había sido otra muestra del desdén de Johnson por las leyes.
Johnson finalmente consiguió sacar al Reino Unido de la UE el 31 de diciembre del 2020. Pero quedaban muchas cosas pendientes, incluido el estatus de Irlanda del Norte, una constante fuente de roces entre Gran Bretaña y el bloque europeo.
A esa altura estalló la pandemia. Johnson inicialmente no se la tomó muy en serio y se demoró en imponer restricciones.
Cambió de rumbo y dispuso confinamientos a fines de marzo del 2020. Pocos días después contrajo el virus y pasó varios días en una unidad de terapia intensiva. Posteriormente dijo que estuvo cerca de ser conectado a un respirador.
Su manejo de la pandemia generó reacciones encontradas. El Reino Unido fue uno de los países europeos que más muertos tuvo e impuso algunos de los confinamientos más largos. Pero el gobierno invirtió tempranamente en la producción y compra de vacunas, y el grueso de la población fue inoculada.
Sus problemas, no obstante, no se acabaron. Surgieron denuncias de que había usado dinero de un donante conservador para remodelar su residencia oficial. También fue muy cuestionado cuando intentó cambiar las normas del Parlamento luego de que un legislador fue hallado culpable de cabildear ilegalmente.
El golpe de gracia lo representaron las fiestas en Downing Street mientras la población estaba confinada. Los detalles resultaron a veces cómicos. El personal llevó bebidas alcohólicas a escondidas en valijas y un partidario suyo dijo que Johnson había sido “emboscado con una torta” durante una fiesta sorpresa por su cumpleaños.
El malestar generado por estas fiestas, sin embargo, fue real. Millones de personas acataron las reglas y no pudieron visitar a amigos ni familiares. Tampoco pudieron despedir a seres queridos que se estaban muriendo en los hospitales.
Hannah Bunting, disertante de la Universidad de Exeter especializada en la confianza del público en los políticos, dijo que los votantes “estaban conscientes de los déficits de Johnson y eso nunca disminuyó su popularidad electoral”.
Pero eso cambió con las revelaciones acerca de las fiestas. “La mayoría de nosotros cumplimos con las restricciones del gobierno porque pensamos que nos beneficiaban a todos. Hicimos sacrificios por el bien de los demás”, expresó Bunting.
La invasión rusa de Ucrania le dio cierto respiro a Johnson, quien fue elogiado por su firme apoyo militar, financiero y moral a los ucranianos. Johnson viajó dos veces a Kiev para hablar con el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy.
Pero la estantería se le terminó de venir abajo tras las derrotas en elecciones especiales en junio del 2022, incluida una en un distrito que había votado por los conservadores durante un siglo.
Poco después, Johnson cambió su relato del manejo de denuncias de que un aliado suyo había incurrido en acoso sexual. Ministros que lo habían apoyado siempre le dieron la espalda y renunciaron en masa. A Johnson no le quedó otra opción que dimitir.
Sus escapadas milagrosas habían llegado a su fin.