Dinamarca les dice a algunos refugiados que se vayan
Diez años después del inicio de la rebelión contra el régimen de Bashar al-Assad, Dinamarca se ha convertido en el primer país europeo en comenzar a revocar los permisos de residencia de algunos refugiados sirios
Un correo electrónico paralizó el mundo de Faeza Satouf.
La refugiada siria de 25 años había huido de la guerra civil con su familia en una travesía común a través mar hacia Europa para llegar finalmente a Dinamarca donde recibió asilo en 2015, pero seis años después, el mensaje le informaba que debía regresar a su país, sola y pronto.
Diez años después del inicio de la rebelión contra el régimen de Bashar al-Assad Dinamarca se ha convertido en el primer país europeo en comenzar a revocar los permisos de residencia de algunos refugiados sirios, argumentando que Damasco —la capital siria— y las regiones colindantes son áreas seguras, pero pocos expertos concuerdan con esa evaluación.
“No existen leyes en Siria que me protejan como aquí en Dinamarca”, dijo Satouf con una ansiedad palpable. “Buscan a mi padre en Siria, así que por supuesto que seré arrestada a mi regreso”.
En los últimos seis años, Satouf ha aprendido danés, se graduó de secundaria con calificaciones de excelencia y ahora estudia enfermería, mientras trabaja en un supermercado. No puede entender por qué un país que alentó la integración y que necesita enfermeras en medio de una pandemia la va a expulsar a ella y a otros, mayormente mujeres.
Por ahora, la decisión afecta solamente a personas de ciertas áreas de Siria que recibieron asilo porque escapaban de la guerra civil. No incluye a quienes pueden demostrar una amenaza específica contra sus vidas, como hombres que enfrentarían conscripción en el ejército de Assad.
“Es básicamente un asunto de género”, dijo el abogado de Satouf, Niels-Erik Hansen. “Cuando tengo un representado hombre, lo mando directamente al Servicio de Inmigración y él recibe asilo en tres semanas. Una representada mujer será rechazada... y tendrá que llevar su causa ante la junta de refugiados. Así que cuando miro al montón de casos que estoy llevando en la junta, tengo un 90% mujeres y un 10% hombres”
Como Dinamarca no tiene relaciones diplomáticas con Siria, los que se nieguen a partir no pueden ser enviados de regreso a Siria. En lugar de ello, son trasladados a centros de deportación, separados de sus familias, incapaces de trabajar y expulsados de programas de educación.
Las mujeres solteras en su mayoría son enviadas al centro de deportaciones de Kaershovedgaard, un remoto complejo de edificios a unos 300 kilómetros (185 millas) al oeste de Copenhague. El acceso es muy limitado, pero fotos de la Cruz Roja muestran una infraestructura rudimentaria en la que está prohibido cocinar y las actividades están restringidas. Ni siquiera se permiten lecciones de idioma danés.
“Es como una prisión, pero se les permite salir durante el día”, dijo Gerda Abildgaard, que ha visitado el centro durante años para la Cruz Roja.
La política es producto de un gobierno socialdemócrata, cuyas posiciones sobre inmigración han comenzado a parecerse a las de la ultraderecha luego de años de migraciones masivas que alcanzaron su pico en 2015 con un millón de arribos a Europa. El gran número de personas procedentes de África y Oriente Medio dio impulso a movimientos populistas en el continente, empujando a partidos con posiciones más acogedoras a adoptar políticas más estrictas.
Es un dilema que los demócratas enfrentan ahora en Estados Unidos donde un aumento en la llegada de niños migrantes a la frontera con México pone a prueba la promesa de campaña del presidente Joe Biden de aceptar más refugiados que en la era de Trump.
Aunque los números de solicitantes de asilo en Dinamarca se han desplomado, particularmente durante la pandemia, la primera ministra Mette Frederiksen reiteró en enero una visión de tener “cero solicitantes de asilo”.
El gobierno danés argumenta que les dejó claro a los sirios desde el inicio que se les ofrecía solamente una protección temporal.
“Es la piedra angular de nuestra legislación... que recibes protección temporal y en cuanto no necesitas más esa protección, tienes que irte de Dinamarca”, dijo Rasmus Storklun, un legislador socialdemócrata miembro del comité parlamentario de inmigración e integración.
Parada delante de las pesadas rejas del centro de deportación, Abildgaard se pregunta: “¿Siria será segura de nuevo? Solamente Dinamarca dice eso. Todos los otros países europeos no lo dicen. Solamente Dinamarca”.
Esta semana, los expertos que contribuyeron al reporte en el que el gobierno danés baso su evaluación condenaron esa conclusión, advirtiendo en una declaración conjunta publicada por Human Rights Watch que “actualmente no existen las condiciones en ninguna parte de Siria para un regreso seguro”.
En las áreas controladas por el gobierno, incluso los suburbios de Damasco y muchas partes del centro de Siria previamente en poder de los rebeldes, la situación de seguridad se ha estabilizado, pero barrios enteros están destruidos y muchas personas no tienen hogares a los cuales regresar. Los servicios básicos, como agua y electricidad, son básicamente inexistentes.
Aparte, continúan las conscripciones forzadas, las detenciones indiscriminadas y las desapariciones.
En una Unión Europea sin fronteras internas, las nuevas regulaciones de inmigración en Dinamarca significan que las personas que enfrentan deportación pudieran huir a Suecia y Alemania, que han recibido a refugiados en los años previos, pero donde ahora existe poca voluntad política para aceptar más.
“Es además una falta de solidaridad con el resto de Europa”, dijo Hansen, el abogado de Satouf. “Como el primer país que comienza a retirar permisos de residencia para esos refugiados, estamos, de hecho, empujando a la gente a irse a otros países europeos”.
Las medidas en Dinamarca indican una drástica transformación de una nación que fue la primera en firmar en 1951 la Convención de Refugiados de la ONU y que ha sido vista desde hace mucho como un símbolo de apertura y tolerancia.
“Solíamos ser conocidos como uno de los países más humanitarios en Europa, con muchas libertades, mucho respeto por los derechos humanos”, dice Michala Bendixen, jefa de Refugees Welcome Denmark, un grupo no gubernamental. Ahora, afirma, las políticas de Dinamarca se parecen mucho más a las de países con políticas duras de inmigración, como Hungría.
El objetivo final, dice Bendixen, es “hacer mucho menos atractivo para los refugiados y extranjeros venir a Dinamarca”.
El miércoles, centenares de personas se congregaron delante del Parlamento para protestar contra las órdenes de deportación, rodeados por amigos daneses, compañeros de escuela y de trabajo.
Hablando con la muchedumbre, Satouf narró su historia, nerviosa.
Otros también hablaron: Un hermano y una hermana que enfrentan separación, hermanos cuyos permisos de residencia expiraban al día siguiente, un estudiante de secundaria rodeado por sus compañeros de clases daneses, una mujer soltera que no podía entender cómo Dinamarca, que dice defender los derechos humanos, podía hacer eso.
“Ellos dicen que debería casarme con alguien que tiene asilo político para quedarme aquí”, dijo Nevien Alrahal, que viajó a Dinamarca con su padre anciano y que enfrenta su apelación final el viernes. “Es una opción que no quiero tomar”.
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Los periodistas de The Associated Press Jan M. Olsen en Copenhague, Zeina Karam en Beirut y Vanessa Gera en Varsovia contribuyeron a este reportaje.