Dura vida para mujeres que cocinan en ollas comunes de Perú
Las ollas comunes, que aparecieron hace cuarenta años, se mantienen vigentes en Perú desde hace casi un año y vuelven a cobrar importancia durante un segundo encierro de dos semanas ordenado a fines de enero por el gobierno para aplacar las infecciones causadas por el nuevo coronavirus
En la madrugada, Genoveva Satalaya y sus vecinas recorren los mercados de alimentos en busca de algún comerciante bondadoso que les regale víveres para alimentar la olla común de su barrio en Perú
Las ollas comunes, realizadas en otros países de Latinoamérica, se han convertido en símbolo de una región donde casi la mitad de la población trabaja en la economía informal. La estrategia de supervivencia que apareció hace cuarenta años se mantiene vigente en este país desde hace casi un año durante un segundo encierro de dos semanas ordenado a fines de enero por el gobierno para aplacar las infecciones causadas por el nuevo coronavirus.
Satalaya y sus vecinas sólo preparan el almuerzo de lunes a viernes porque no alcanza para desayuno ni cena. Los sábados y domingos cada vecino debe arreglarse por su cuenta para comer.
La mayoría de vecinos forma parte del 70% de la fuerza laboral de Perú que trabaja en la informalidad y cuya característica se resume en la frase: si hoy no trabajas, entonces no comes. Sin beneficios por desempleo y sin posibilidades de laborar desde casa, trabajan como vendedores ambulantes y han convertido a muchas calles en improvisados mercados de alimentos.
La imposibilidad de mantener a la gente en sus domicilios se ha convertido en un factor clave en la propagación descontrolada del coronavirus, que dispara el número de muertos y crea olas de contagiados que colapsan los hospitales y llevan al límite a las salas de cuidados intensivos.
“No tenemos carne, ni siquiera un atún”, dijo Satalaya, madre de dos de 45 años, mientras junto a sus vecinas cocinaba arroz y papas sancochadas, el almuerzo del día. La olla alimenta a 120 bocas, entre las que se incluyen ancianos, embarazadas y niños.
La crisis golpeó fuerte a Perú en 2020 con una caída de 12% del Producto Interno Bruto, una de las peores recesiones del planeta según el Banco Mundial. Los vecinos de Satalaya no acababan de recuperarse cuando en enero empezó la segunda ola de infecciones y la nueva cuarentena.
Hay casi mil ollas comunes reconocidas por el municipio de Lima, pero muchas como las que dirige Satalaya no están empadronadas y no reciben ningún tipo de ayuda. El gobierno anunció la semana pasada que enviaría apoyo a muchas ollas comunes, pero como son tantas, la ayuda demora o a veces no llega.
Miles de ollas comunes se cocinan en todo el país a niveles no vistos desde la época de 1980 y 1990 durante el conflicto armado interno entre el Estado y el grupo terrorista Sendero Luminoso.
Ahora, debido a la pandemia, más de un tercio de los peruanos se quedaron sin comida por falta de dinero, lo que los obligó a cocinar en grupo, según un sondeo de junio del Instituto de Estudios Peruanos.
En América Latina, unos 20 millones sufrirán hambre, de acuerdo con cálculos preliminares de Naciones Unidas.