En Irak, clérigo chií ayuda en campaña de vacunación
Un clérigo chií ha hecho un llamado a los iraquíes para que vayan a vacunarse contra el coronavirus, ayudando a la campaña en un país donde impera una desconfianza generalizada hacia el sector público de salud
La campaña de vacunación en Irak llevaba tiempo sufriendo demoras y escollos, pues la apatía, el temor y los rumores de efectos nocivos ahuyentaban a la población, pese a la propagación del coronavirus y los exhortos del gobierno.
Fue entonces que un clérigo chií vino al rescate, expresando públicamente su apoyo a la vacuna y mostrándose por televisión poniéndose la inyección.
Ahora cientos de seguidores de Muqtada al-Sadr están acudiendo a los centros de inoculación, reflejo del poder de las lealtades sectarias en un país dividido en sectores étnicos y donde impera la desconfianza hacia el gobierno.
“Yo estaba en contra de vacunarme. Tenía miedo, no creía en eso”, comentó Manhil Alshabli, un iraquí de 30 años de edad proveniente de la ciudad religiosa de Najaf, “pero esto lo cambia todo”.
“Verlo poniéndose la vacuna me motivó”, añadió Alshabli en conversación telefónica desde Najaf donde viven muchos fieles de al-Sadr. Comparó el efecto a lo que le ocurre a un grupo soldados cuando su comandante marcha al combate.
Irak está sufriendo una segunda ola de la pandemia donde los casos aumentaron a más de 8.000 por día el mes pasado, el máximo visto hasta ahora. El aumento se debe en gran parte a la apatía generalizada, pues muchas personas se niegan a ponerse la mascarilla, respetar el distanciamiento social o abstenerse de participar en congregaciones multitudinarias.
La semana pasada la cifra disminuyó un poco, colocándose en 5.068 el lunes.
El Ministerio de Salud iraquí ha repetido varias veces el mensaje de que la vacuna no es nociva, pero eso apenas hace mella en la desconfianza generalizada hacia el sector público de salud.
El sistema de salud iraquí, que no ha cambiado desde la década de 1970, está colapsado debido a años de guerra, sanciones económicas e inestabilidad política y social, especialmente desde la invasión estadounidense de 2003. Sucesivos gobiernos escasamente han invertido en el sector.
Muchos iraquíes se niegan enfáticamente a ir a un hospital. El mes pasado un voraz incendio en la sección de coronavirus de un hospital de Bagdad mató a más de 80 personas y dejó heridas a muchas otras. El ministro de salud Hasan al-Tamimi fue suspendido por negligencia, y el martes renunció.
Hasta ahora menos de 380.000 personas han sido vacunadas en el país de 40 millones de habitantes.
La semana pasada, imágenes de al-Sadr vestido con su tradicional turbante negro y recibiendo la vacuna, proliferaron en las redes sociales. Poco después sus seguidores lanzaron una campaña de vacunación exhortando a los fieles a colocarse la inyección.