Escépticos de vacunas en Europa Oriental cambian de parecer
Algunos escépticos de vacunas en Europa Oriental se están pasando al otro lado a medida en que aumentan las infecciones, los países dificultan el movimiento de los no vacunados y las autoridades combaten la desconfianza en el gobierno y la desinformación
Algunos escépticos de vacunas en Europa Oriental se están pasando al otro lado a medida en que aumentan las infecciones, los países dificultan el movimiento de los no vacunados y las autoridades batallan la desconfianza en el gobierno y la desinformación.
Cuando se arremangó la camisa en la capital bosnia para recibir su primera dosis de una vacuna contra el coronavirus, Feta Keco temía posibles efectos adversos. Pero dice que lo peor que sintió en los días siguientes fue un dolor "moderadamente incómodo” en el sitio de la inyección.
Más significativamente, la trabajadora independiente de 52 años se ha integrado a la comunidad global de creyentes en las vacunas luego de meses de “ser muy susceptible” a lo que ella describe ahora como “las teorías más ridículas”.
La dice a la Associated Press que algunas de ellas fueron “que el coronavirus no existe, que se les pagaba a los periodistas para diseminar pánico, que aviones estaban rociando virus por la noche, que usaban las vacunas para implantarnos microchips rastreadores”.
“Ahora me siento aliviada por haber hecho algo para proteger mi salud tras ponerla en peligro por mucho tiempo”, dijo Keco. “Además, me gusta que me va a hacer la vida más fácil si decido viajar al exterior”.
Ella no es la única, especialmente después que muchos países europeos comenzaron a endurecer sus reglas contra el virus, incluyendo requerir prueba de vacunación para los visitantes extranjeros. “Yo quiero viajar y estudiar en el extranjero y para eso tengo que estar vacunada”, dijo Esma Dzaka, de 18 años, tras recibir su primera dosis el martes en Sarajevo.
Esta semana, las autoridades de salud en la capital bosnia aumentaron sus esfuerzos para aplicar las vacunas de coronavirus lo más extensamente posible, obstaculizados hasta ahora por la desconfianza pública y una ola de desinformación. Comenzaron a enviar a enfermeros a dispensar las vacunas en oficinas de concejos municipales y en centros comerciales en la ciudad con esperanza de que el fácil acceso persuada a más a recibirlas.
El máximo funcionario de salud de Sarajevo, Haris Vranic, dijo que pensaba que algunos escépticos de vacunas habían comenzado a cambiar de parecer recientemente, no sólo porque quieren viajar libremente al exterior, sino también porque “los números no mienten”.
Las estadísticas son claras: entre 92% y 94% de nuestras personas que murieron en la tercera y la (actual) cuarta olas de COVID-19 no estaban vacunadas”, dijo.
Bosnia, que sigue luchando para recuperarse de una devastadora guerra étnica en 1992-1995, ha inoculado hasta ahora a menos de una cuarta parte de sus 3,3 millones de habitantes, una de las tasas de vacunación más bajas en Europa.
Pero aunque un nivel tal de desconfianza en las vacunas, que han estado ampliamente disponibles desde finales de la primavera, pudiera ser sorprendente en un país pobre, plagado por la corrupción y étnicamente dividido como Bosnia, problemas similares afectan a los vecinos de los Balcanes, incluyendo miembros de la Unión Europea
En Rumania, un país de de UE de unos 19 millones de habitantes, la tasa de vacunación estuvo en alrededor de 28% hasta mediados de octubre, cuando un fuerte incremento del contagio y las muertes forzó a algunos hospitales a colocar bolsas de cadáveres en sus pasillos luego que las morgues se quedaron sin espacio.
El miedo — combinado con medidas antivirus más estrictas introducidas por las autoridades, incluyendo un toque de queda nocturno y un requerimiento de prueba de vacunación, recuperación reciente del COVID-19 o prueba negativa reciente para entrar a la mayoría de las instalaciones públicas — ha hecho subir las tasas de vacunación en Rumania por encima de 40% para el 10 de diciembre, de acuerdo con Our World in Data.
“Yo tenía miedo, hay tantos rumores (negativos)” sobre las vacunas, dijo Ofelia Gligor, que recibió su primera dosis esta semana en el principal centro de vacunaciones en Sighisoara, una pequeña ciudad histórica rumana 300 kilómetros (185 millas) al norte de Bucarest, la capital.
La estudiante de enfermería de 18 años tuvo que sobreponerse a sus temores por razones prácticas: sin prueba de vacunación, no se le permitiría participar en el programa de capacitación del hospital local.
“Mi consejo a las personas ahora es que se vacunen, porque tarde o temprano las vacunas serán obligatorias” para todos, dice.
Una situación similar ocurrió en Croacia, que se integró a la UE en el 2013. En medio de un gran aumento de las infecciones y muertes diarias, las autoridades implementaron un mandato de vacunas el 19 de noviembre para todos los empleados del sector público y todos los ciudadanos que usan sus servicios.
Pese a protestas esporádicas contra las restricciones por el COVID-19, la tasa de vacunación en Croacia ha estado subiendo más de 1,2% por semana, para llegar a 55% de su población de 4,2 millones el 11 de diciembre.
En Bosnia, donde la jurisdicción sobre el manejo de la pandemia está dividida entre 14 niveles diferentes de gobierno que no siempre apuntan en la misma dirección, la introducción de los pases de COVID-19 sigue en suspenso. Aunque continúan los mandatos de uso de mascarillas y distanciamiento social, su cumplimiento es disparejo.
Bosnia ha registrado 12.900 muertes por COVID-19, pero para algunos, como Keco, requirió más que estadísticas de muertes para aceptar la realidad de la pandemia. Requirió una disputa con su hija, Mahira.
“Ella me dijo: Mamá, las vacunas funcionan 100%. MIllones de personas están vacunadas ahora y están bien, no seas tonta”, recuerda Keco, y añade que un amigo de su yerno — que habia dicho que “no se vacunaba ni muerto” — se infectó con COVID-19 “y lo dejó destruido”.
“Finalmente me di cuenta de que tenía que vacunarme si quería sentirme a salvo”, dijo. “La gente y lo que decían me volvieron loca. Por un tiempo al menos, yo creí todas sus historias tontas”.
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Eldar Emric en Sarajevo, y Stephen McGrath in Sighisoara, Rumania, contribuyeron a este despacho.