Fiesta de celebración de Trump, bajo escrutinio por COVID
Se suponía que iba a ser una celebración
Se suponía que iba a ser una celebración.
En su lugar, la fiesta de la campaña de Trump en la Sala Este de la Casa Blanca, con pocas mascarillas y sin distanciamiento social, se ve como un posible evento de superpropagación de coronavirus y otro símbolo de la actitud arrogante del presidente Donald Trump hacia un virus que se está extendiendo por toda la nación e infectando a más de 100.000 personas al día.
Ben Carson, el secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano, fue uno de los asistentes al evento y ha dado positivo en pruebas diagnósticas, según confirmó un portavoz de la dependencia a su cargo. El evento ha estado bajo escrutinio desde que el jefe de despacho del presidente, Mark Meadows, contrajo el virus, el cual ha matado a más de 237.000 personas tan sólo en Estados Unidos.
El subjefe de despacho de Carson, Coalter Baker, dijo que el secretario “está de buen humor” y “se siente afortunado de tener acceso a una terapia efectiva que ayuda y acelera notablemente su recuperación”. Carson es un neurocirujano retirado.
La Casa Blanca se ha negado repetidamente a decir quién más ha dado positivo, incluso mientras el virus sigue extendiéndose. Este nuevo brote dentro la Casa Blanca, que se da justo un mes después del diagnóstico y hospitalización del propio Trump, incluye a un alto funcionario de la campaña de Trump, así como a un puñado de miembros del personal de la Casa Blanca, dijeron funcionarios.
La Casa Blanca ha sido cada vez más reservada sobre los brotes. Muchos funcionarios de la Casa Blanca y de la campaña, así como los que asistieron a la fiesta el día de las elecciones, no fueron informados acerca de los diagnósticos, y se enteraron hasta que éstos fueron divulgados por la prensa.
El hecho de que el virus continuara propagándose en la Casa Blanca —aunque el personal de alto nivel y los que están en estrecho contacto con el presidente y el vicepresidente se someten a pruebas con frecuencia— no ha sorprendido a los funcionarios de salud pública, que han criticado el enfoque poco estricto de la Casa Blanca.
Y las encuestas indican que esa actitud fue un serio obstáculo para la reelección del presidente, ya que los votantes eligieron negarle a Trump un segundo mandato y prefirieron a su rival demócrata, Joe Biden.
“El gobierno fue arrogante sobre los riesgos del virus para ellos y para el país. Y esa es una de las razones por las que tenemos tantos casos”, dijo el doctor Joshua Sharfstein, profesor de salud pública en la Universidad Johns Hopkins.
Incluso el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, ha dicho que ha estado evitando la Casa Blanca desde agosto “porque mi impresión fue que su enfoque para manejar esto era diferente al mío y lo que insistí en que hiciéramos en el Senado, que es usar mascarilla y practicar el distanciamiento social”.
Trump había afirmado durante mucho tiempo, sin fundamento, que el virus estaba siendo exagerado por los demócratas para perjudicar sus posibilidades de reelección y que milagrosamente “desaparecería” después del 3 de noviembre.
Meadows, en particular, ha intentado durante mucho tiempo minimizar la gravedad del virus. Rara vez usó una mascarilla en público, excepto durante el período inmediatamente posterior a la infección de Trump. En un momento dado, se negó a hablar con los periodistas del Capitolio después de que le pidieran que se pusiera un cubrebocas.
Tampoco usó mascarilla durante el evento del Salón Este del martes por la noche, donde más de 100 de los más leales partidarios de Trump, miembros de su familia y secretarios del gabinete se reunieron para ver los resultados de las elecciones y verlo pronunciar lo que esperaban fuera un discurso de victoria.
Era un ambiente festivo, con copas de vino y otras bebidas en las mesas de coctel frente a las cámaras de los noticiarios. Meadows, quien había pasado tiempo con la familia de Trump de antemano, fue visto trabajando en la sala, incluso chocando puños con los asistentes, antes de que Trump subiera al escenario el miércoles por la madrugada.
Carson estaba allí, junto con el secretario de Salud y Servicios Humanos Alex Azar, quien sí portaba una mascarilla.
Aunque todos los que asistieron al evento de la Sala Este habían sido examinados de antemano para detectar el virus, no hubo distanciamiento social y el uso de mascarillas fue mínimo.
Ese mismo día, Meadows había acompañado al presidente a la sede de su campaña en Virginia, donde Trump recibió entusiastas aplausos de varias docenas de empleados y voluntarios. Meadows no llevaba mascarilla, y tampoco otros empleados de la Casa Blanca. Los ayudantes de la campaña sí la llevaban.
Si Meadows hubiera dado positivo el miércoles —como informó Bloomberg News— probablemente fue infeccioso durante ambos eventos, dijo Saskia Popescu, una epidemióloga que imparte clases en la Universidad George Mason.
La negativa de Trump a cumplir las directrices de salud pública de su propio gobierno durante toda la campaña fue una importante fuente de frustración para los gobiernos locales, ya que programó mitin tras mitin que desafiaban los límites locales a las congregaciones, incluso en las zonas donde la pandemia era más intensa.
Aunque Trump esperaba que su estrategia de restar importancia al virus y privilegiar medidas para revivir una economía renqueante le ayudaría con los votantes, muchos republicanos creen ahora que Trump podría haber ganado la reelección si hubiera manejado las cosas de manera diferente.
La Casa Blanca no respondió a preguntas específicas sobre el brote actual, pero dijo que el rastreo de contactos había sido realizado por la Unidad Médica de la Casa Blanca, de acuerdo con las directrices de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
“Se han hecho las notificaciones y recomendaciones apropiadas”, dijo la Casa Blanca.