La noche revive en Venezuela pese a la crisis
En medio de la crisis económica y la pandemia, la noche en Venezuela poco a poco se reactiva con recorridos nocturnos y espectáculos en zonas poco visitadas por su inseguridad
En pleno centro de Caracas 13 personas se aventuran con teléfonos en mano para tomarse selfies y posar frente a estructuras y plazas históricas en un recorrido nocturno poco común en un país que es conocido por su fuerte crisis económica y niveles de inseguridad.
Por años, Venezuela ha tenido una de las inflaciones más altas del mundo, con una tasa que llegó a 686,84 % en 2021, también sufrió una escasez de alimentos, y actualmente el sueldo mínimo oficial equivale a unos dos dólares mensuales, lo que deja pocas opciones de disfrute en la población.
“Creo que la crisis persiste, pero los venezolanos entre la pandemia y lo que ha pasado de la crisis necesita salir (a disfrutar)”, comentó a The Associated Press Gabriela De Sola, una mujer de 65 años que participaba en una actividad nocturna organizada por la Fundación Historia, Ecoturismo y Ambiente (Fundhea), una organización de turismo cultural que ofrece 30 recorridos por zonas históricas de la capital, pero que apenas en diciembre ofreció su primera ruta por la noche.
Tras años de un férreo control estatal en el mercado cambiario, desde 2019 el gobierno ha permitido el uso del dólar, junto con la moneda nacional, el bolívar. Ahora se ven anaqueles con productos importados, nuevos restaurantes, mientras se reactivan espectáculos como conciertos y obras de teatro.
Sin embargo, la pobreza arropa a más de 90% de la población, según estudios independientes, por lo que muchos tienen hasta múltiples trabajos para generar ingresos y salir de noche requiere meses de ahorro.
“Claro que hemos recuperado un poquito estar en la calle, pero debemos tenemos los pies sobre la tierra porque no es la recuperación de Venezuela”, añadió De Sola.
El centro de la capital venezolana alberga las sedes de los principales poderes públicos y edificaciones históricas del país, pero los vendedores callejeros y robos constantes alejan a las personas.
Según la Oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas, que trabaja con cifras oficiales, Venezuela fue el tercer país más inseguro de Latinoamérica en 2017, con una tasa de 49,88 homicidios por cada 100.000 habitantes -últimas cifras publicadas- solo por detrás de El Salvador y Jamaica El año pasado, Caracas fue la ciudad más violenta del país, con 77,9 homicidios por 100.000 habitantes, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia.
Derbys López, guía del recorrido nocturno, relata las anécdotas históricas de las plazas y edificios que visitan, mientras los participantes toman fotos de las esculturas, obras y estatuas.
“En un momento el centro se hizo peligroso, era un momento de mucha confluencia (...) entonces muchas personas por inseguridad no regresaban. Ahora creo que de hace unos años para acá se ha estado trabajando y mejorado eso (…) se puede garantizar un poco la seguridad, cumpliendo con ciertas normas, viniendo en grupos, no ostentar objetos lujosos”, dijo López, quien también es gestor cultural y el director de Fundhea.
Mientras gremios nocturnos de países como la vecina Colombia, México o Argentina exigen a las autoridades extensión de horarios hasta la madrugada para trabajar durante los controles a la pandemia, la vida nocturna en Venezuela suele apagarse después de las ocho de la noche, lo que lleva a muchos a reunirse en casas de amigos.
De acuerdo con un estudio de Ciudad Laboratorio, una organización venezolana que investiga la vida nocturna de la capital, entre julio y diciembre de 2021 contabilizaron 279 comercios en nueve plazas de Caracas, de los cuales, solo 83 permanecían abiertos después de las 7:30 de la noche.
En la plaza Bolívar, una de las principales de la ciudad, se ven algunos padres jugando pelota con sus hijos, mientras un grupo de personas de la tercera edad se reúnen a bailar salsa unas cuadras más adelante, con locales ya cerrados.
“Hay gente que se queja, dice que la gente no puede ser feliz en medio de lo que estamos, pero creo que está bien respirar más allá de lo malo, uno tiene que seguir viviendo y creo que eso es lo que estamos logrando”, opinó Margarita Rondinel, una joven de 26 años que visitaba el centro con su novio.