Pese a récord de contagios, celebran a "santo" en Argentina
Mientras Argentina atraviesa la tercera ola de COVID-19, con un récord histórico de contagios que lo sitúa a la cabeza de contagios en América Latina, millares de personas se acercan por primera vez desde el comienzo de la pandemia al santuario de Gauchito Gil: un santo pagano con muchos seguidores en el país, especialmente en los barrios más pobres y a los costados de las carreteras
Miles de personas acudieron el sábado al santuario de Gauchito Gil —un santo pagano con muchos seguidores en Argentina, especialmente en los barrios más pobres y a los costados de las carreteras de todo el país—, que por primera vez desde el comienzo de la pandemia volvió a abrir sus puertas.
Mientras Argentina atraviesa la tercera oleada de COVID-19, con un récord histórico de 109.608 casos positivos el viernes que lo sitúa a la cabeza de contagios en América Latina ni el temor a los contagios ni las horas de espera frenaban a las multitudes que se acercaban a cumplir con uno de sus ritos favoritos de comienzos de año.
Gauchito Gil fue un ladrón degollado por la policía el 8 de enero de 1878. Los milagros atribuidos a él tras su muerte lo han convertido en un santo con miles de seguidores.
La fiesta del santo pagano se suspendió el año pasado por cuestiones sanitarias, cuando el promedio de contagios de los primeros cinco días del año a nivel nacional era de 8000 casos. Este año esa cifra casi se sextuplicaba en los días de la celebración.
En otros años, la postal típica de los alrededores del santuario era un paisaje abarrotado de puestos de venta callejeros, pero eso no ocurrió esta vez. El panorama el sábado parecía uno arrasado por una bomba que destruyó con todo a su alrededor.
Hace 10 años que Evaristo Fernández asiste cada 8 de enero al santuario de Gauchito Gil, 700 kilómetros al noreste de la ciudad de Buenos Aires. El sitio está a un costado de la ruta 123 del departamento argentino de Mercedes en la provincia de Corrientes.
Fernández dice que este año tuvo miedo de venir, pero que lo hizo con fe. Esperó cerca de cuatro horas para poder encontrarse con la figura del santo.
Ramón Gamboa, quien es de Mercedes, lleva unas 6 horas haciendo la fila y cree que le resta al menos media hora más para ver la imagen. Dice que no le teme al coronavirus porque ya recibió las dos dosis de la vacuna Sputnik V contra el coronavirus.
“Hay peregrinos de otras localidades de Corrientes que viajan hasta 10 días a caballo para llegar al santuario”, explica Daiana Cabrera, de 31 años, e hija de Augusto Cabrera, fundador de la agrupación “Gauchos Peregrinos de Gil”, que hace 39 años realizan una procesión a caballo entre la ciudad de Mercedes y el santuario para llevar la Cruz Peregrina, en lo que es considerado el acto principal de los festejos de este santo popular.
“Este año esperamos más de 500 jinetes que vengan a cumplir con su promesa al Gaucho Gil”, exclama Cabrera en la vorágine de los preparativos. “Los mercedeños están muy preocupados por el flujo de turistas de Buenos Aires, estamos todos con el barbijo” y el alcohol en gel, añade. Barbijo es un regionalismo de la palabra mascarilla.
Ante el temor de más contagios, la misa principal al santo se celebrará por primera vez en un espacio más amplio: el Anfiteatro. Sin embargo, no todos están felices con la celebración, que fue desaconsejada por la directora del hospital de Mercedes por temor a que los casos se dispararan, según declaraciones realizadas a medios locales.
“Mercedes colapsa porque a la población estable se le suma el doble de población”, dijo a The Associated Press Maximiliano Arranz, director de Turismo de la Ciudad de Mercedes. Según sus cálculos, este año probablemente lleguen cerca de 100.000 personas entre visitantes y residentes. “Las 400 plazas hoteleras están agotadas hace más de dos meses, pero al igual que en el resto del país, la tasa de contagios desde que comenzó el año se duplicó”.
Miles de personas aguardan un promedio de 7 horas para poder estar unos instantes frente a un vidrio que protege una réplica a tamaño real del Gaucho Gil, guardando una cola que se extiende un par de kilómetros. El rito contempla también besar el vidrio y sacar una foto de la peregrinación que supone en muchos casos el cumplimiento de una promesa.
“Venimos hace 17 años y medio, dos veces al año. Es una cosa preciosa porque por intermedio de un hijo que tuvo un problema llegamos acá. Él quiso venir y lo trajimos. Es la satisfacción de venir a Corrientes, es algo hermoso”, señala a The Associated Press Walter Arana, de 62 años.
Arana ya se aplicó la tercera dosis de la vacuna, pero también se siente seguro por su fe. “Ahí tengo el cartón de vacunación y me siento protegido por otras cosas, por el gaucho”, concluye, tranquilo.