Plan climático del Pentágono: adaptarse a nuevos extremos

Un nuevo informe del Pentágono sobre el clima pide incorporar las realidades de un planeta más caliente y extremo a todos los niveles de las fuerzas armadas de EEUU

AP Noticias
Viernes, 08 de octubre de 2021 13:12 EDT
CAMBIO CLIMÁTICO-PENTÁGONO
CAMBIO CLIMÁTICO-PENTÁGONO (AP)

El nuevo plan del Pentágono exige que todas las fuerzas armadas de Estados Unidos incorporen las realidades de un planeta más caliente y hostil, desde incluir el deterioro de las condiciones climáticas extremas en la planeación estratégica hasta el entrenamiento de los soldados sobre cómo asegurar sus propios suministros de agua y tratar las heridas por calor.

El Pentágono —cuyos aviones, portaaviones, caravanas de camiones, bases y edificios de oficinas consumen en conjunto más petróleo que la mayoría de los países— fue uno de los organismos federales a los que el presidente Joe Biden ordenó reformar sus planes de adaptación climática una vez que asumió el cargo en enero. Una veintena de dependencias dieron a conocer esos planes el jueves.

“Estos son pasos esenciales, no sólo para cumplir un requisito, sino para defender a la nación en cualquier condición”, escribió el secretario de Defensa, Lloyd Austin en una carta que acompaña al plan climático del Pentágono.

Se trata de la continuación de décadas de evaluaciones militares en las que se afirma que el cambio climático es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, dado el aumento de los riesgos de conflicto por el agua y otros recursos más escasos, las amenazas a las instalaciones militares y cadenas de suministro del país y los riesgos añadidos para las tropas.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos son el mayor consumidor institucional de petróleo del mundo y, como tal, un responsable clave del deterioro del clima a nivel mundial, pero el plan del Pentágono se centra en la adaptación al cambio climático, no en reducir su enorme producción de contaminación por combustibles fósiles que destruye el clima.

El plan esboza en términos comerciales el tipo de riesgos a los que se enfrentan las fuerzas estadounidenses en el sombrío mundo que les espera: El colapso de los caminos ante el paso de las caravanas al derretirse el permafrost —la capa de suelo congelado de regiones muy frías— y equipos cruciales que fallan con el calor o el frío extremos. Contempla a las tropas estadounidenses en regiones áridas extranjeras que compiten con las poblaciones locales por las escasas reservas de agua, creando “fricciones o incluso conflictos”.

El empeoramiento de los incendios forestales en el oeste de Estados Unidos, huracanes más feroces en las costas y el aumento del calor en algunas zonas ya están interrumpiendo el entrenamiento y la preparación militar estadounidense.

El nuevo plan del Departamento de Defensa cita el ejemplo del huracán Michael en 2018, el cual impactó la base aérea de Tyndall en Florida. Más allá de los 3.000 millones de dólares que costó su reconstrucción, la tormenta dejó fuera de servicio durante meses al principal simulador del país y el aula de entrenamiento de los aviones de combate furtivos F-22. Esa fue apenas una de varias tormentas e inundaciones que han afectado las operaciones de las bases estadounidenses en los últimos años.

El plan de adaptación al cambio climático se centra en lo que dice es la necesidad de incorporar datos y consideraciones climáticas precisas y actuales en la toma de decisiones estratégicas, operativas y tácticas. Eso incluye la capacitación continua de altos funcionarios y otros en lo que el informe llama alfabetización climática.

“La falta de integración adecuada de una comprensión del cambio climático en los riesgos relacionados puede aumentar significativamente los costos operativos y de adaptación del Departamento con el tiempo, ... poner en peligro la cadena de suministro y/o resultar en capacidades del Departamento degradadas y obsoletas”, advierte el plan.

Desde 2001, el Departamento de Defensa representa hasta el 80% de todo el consumo anual de energía del gobierno de Estados Unidos, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos.

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