Salónica, una ciudad de infinitos atractivos

Salónica, una vacación ideal que permite combinar la playa y una rambla espectacular con paseos culturales, visitando ruinas y explorando la historia de la religión en una ciudad que es punto de encuentro entre Europa y Asia, a mitad de camino entre Atenas y Estambul

AP Noticias
Jueves, 04 de agosto de 2022 11:49 EDT

Banderas griegas y bizantinas ondeaban un sábado reciente mientras tres individuos instalaban una carpa para fiestas en la terraza de la iglesia Osios David, del siglo V, para proteger a los visitantes de un sol sofocante que impedía ver claramente el Monte Olimpo del otro lado del golfo.

La escena describe lo que es Salónica, una ciudad junto al mar llena de arte y arquitectura de los inicios de la era cristiana, en la que abundan los sitios sagrados, desde la mítica residencia de los antiguos dioses griegos en la montaña hasta los conventos cristianos ortodoxos más contemporáneos en el monte Athos.

Un poco más escondidos, hay también manifestaciones del islam y el judaísmo, aunque muchos monumentos fueron destruidos por un incendio en 1917.

“La gente ve las ruinas (arqueológicas), pero no conoce nuestra historia tan diversa”, dijo Angeliki Ziaka, profesor de religión en la Universidad Aristóteles, de Salónica. “Este es el momento de recuperar ese conocimiento, de encontrar la conexión entre las distintas culturas”.

Todos los años en los últimos seis años pasé al menos unos días en la segunda ciudad más grande de Grecia o sus alrededores y disfruté de la energía de una urbe a mitad de camino entre Atenas y Estambul, punto de encuentro entre Europa y Asia.

Para mí, Salónica se puede recorrer caminando, incluso bajo el calor del verano, gracias a un café frío llamado frappé disponible en todos lados y a las brisas marinas del Golfo Termaico. Famosa por la icónica Torre Blanca y con una popular rambla que se extiende por varios kilómetros.

Camine por cualquier lado y se topará con monumentos insertados en la fábrica urbana. Yendo a comprar unas rosas en el mercado de flores, descubrí un hammam (baño público) construido por los otomanos, con varias cúpulas típicas del estilo bizantino, llamado Yahudi Hammam, por los judíos sefardíes que se instalaron aquí.

Los hammams y los mercados que todavía funcionan fueron por siglos sitios de reunión de judíos, cristianos y musulmanes, que vivían en distintos barrios, según Ziaka.

Durante siglos de dominio otomano musulmán --cuyo legado se refleja en la cantidad de cafeterías que hay--, Salónica dio refugio a una pujante comunidad judía. Su historia, contada en el Museo Judío, será destacada más todavía en un museo del holocausto y un centro educativo de próxima inauguración.

Hasta principios del siglo 20, la mayoría de los musulmanes vivían en Ano Poli, un tranquilo barrio con jardines amurallados, casas con pisos superiores que rebasaban los de abajo y calles inclinadas que subían hasta una fortaleza en la cima de una colina.

Más de mil años antes de la conquista otomana, fue aquí donde San Pablo trajo el cristianismo a Salónica, a la que posteriormente le dedicaría algunas de las cartas más leídas del mundo cristiano.

Abundan las iglesias de cuando Salónica era el centro del Imperio Bizantino, desparramadas por sus calles laberínticas.

Un estrecho pasaje lleno de frutales da paso a una vista espectacular del mar y a la pequeña iglesia de Osios David, cuya cúpula conserva un mosaico de hace 1.600 años en el que Cristo aparece en un río lleno de peces, con dos profetas del Viejo Testamento que miran asombrados.

Los muros están adornados con frescos del siglo 12.

Los murales más importantes de la ciudad, no obstante, se encuentran en Agios Nikolaos Orfanos, otra pequeña iglesia de Ano Poli adentro de un jardín. Conservan colores vívidos después de 700 años. Muestran la vida de Jesús, profetas y santos con muchos detalles.

Calle abajo asoma la Rotonda, que encapsula la historia religiosa interconectada de la ciudad.

Se trata de un amplio edificio circular construido como templo romano o mausoleo en el 300, que poco después pasó a ser una iglesia cristiana, luego una mezquita --cuyo minarete sigue en pie-- y que ahora es un museo y santuario para decenas de vencejos que revolotean.

Se siguen celebrando liturgias una docena de veces al año, pero la mayoría de los visitantes van para ver los mosaicos dorados de principios de la era bizantina que adornan una enorme cúpula y que muestran una fusión de la arquitectura romana y la adoración cristiana, con gente que reza frente a uno de los edificios más lujosos del imperio.

Hay muchas más iglesias y museos, pero siempre trato de encontrar tiempo para visitar el interior.

En las fértiles llanuras hacia el oeste hay vestigios de la dinastía que fundó la ciudad, la de Alejandro el Grande, quien nació en la antigua Pella, donde hay un museo dedicado a él y excavaciones.

A menos de una hora en auto, el Museo de las Tumbas Reales de Aigai sumerge al visitante en un mundo subterráneo donde se puede observar una reconstrucción de las tumbas del padre de Alejandro y de otras figuras de la realeza macedonia.

No muy lejos están las playas de Halkidiki, una península con tres franjas de tierra que penetran el mar Egeo, al sudeste de Salónica.

Desde las formaciones rocosas de mi playa favorita, Kavourotrypes, llena de pinos, puedo ver el Monte Athos, del otro lado de la bahía.

Los binoculares de los dueños del bar de la playa me permiten ver varios monasterios cristianos ortodoxos, parte de un complejo de la era bizantina, en el que viven unos 2.000 monjes.

Las mujeres no pueden visitar el Monte Athos, por lo que me contento con verlo desde lejos, tomando otro frappé, antes de zambullirme de nuevo en las aguas transparentes de la bahía.

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La cobertura de noticias religiosas de la Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido

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