Turismo vs. cambio climático, el dilema de naciones isleñas
Es un círculo vicioso: Numerosas naciones isleñas dependen del turismo, un sector que contribuye al calentamiento global, el cual hace subir el nivel de los mares y compromete la existencia de las islas
Vengan y visiten las Maldivas dijo su presidente en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, para acto seguido hacer un llamado urgente a combatir el cambio climático que compromete la existencia de la isla. Es un dilema que enfrentan numerosas naciones isleñas: La subsistencia o la vida.
Estas islas dependen del turismo, el cual contribuye al cambio climático, que a su vez estropea sus coloridos arrecifes y destruye las playas, su principal atractivo turístico. Se teme que, con el correr de los años, muchas islas queden bajo el agua por la crecida del mar asociada con el cambio climático.
“La diferencia entre 1,5 grados y 2 grados es una condena a muerte para las Maldivas”, dijo su presidente Ibrahim Mohamed Solih ante la Asamblea General de la ONU la semana pasada.
Las Maldivas es una de 38 naciones isleñas reconocidas por la ONU que enfrentan “desafíos sociales, económicos y ambientales únicos”, según el organismo mundial. Varios países caribeños están en esa lista, incluidos Cuba la República Dominicana y Haití
Estas naciones isleñas son particularmente vulnerables al cambio climático y muy dependientes del turismo, actividad que representa el 8% de las emisiones de carbono, de acuerdo con Stefan Gössling, experto en turismo sustentable.
La Asamblea General ofrece siempre a sus 193 miembros la oportunidad de llamar la atención a sus problemas. Esos llamados pasan a menudo inadvertidos. Pero este año las Maldivas, frecuentadas por celebridades de Bollywood y destino frecuente de bodas de ricos, tuvo una plataforma más importante que de costumbre. Su ministro de relaciones exteriores preside la Asamblea General y Solih pronunció el tercer discurso de mandatarios, inmediatamente después del del presidente estadounidense Joe Biden.
Los llamados a combatir el cambio climático, sin embargo, no son nada nuevo. Se producen año tras año y las naciones isleñas siguen siendo vapuleadas por tormentas y la crecida de los océanos.
April Baptiste, profesora de estudios ambientales y de estudios de África y América Latina de la Universidad Colgate, dice que los pedidos de ayuda de las naciones isleñas son ignorados porque se las considera “desechables” y no tienen demasiada influencia. Estas islas, por otro lado, tienen un historial de explotación de siglos y poblaciones permanentes mayormente de raza negra o mestizos.
“Hay que tomar en cuenta esa capa de racismo y marginación”, declaró Baptiste. “Estoy convencida de que esa es la razón por la que los pequeños estados isleños en desarrollo no son tenidos en cuenta”.
Los habitantes y los gobiernos de estas islas tratan de tomar cartas en el asunto.
Un habitante de Kiribati pidió status de refugiado en Nueva Zelanda arguyendo que el cambio climático representa una amenaza existencial para su patria. La solicitud fue rechazada y fue deportado.
La semana pasada, por otro lado, Vanatu anunció que llevaría el tema del cambio climático a la Corte Internacional de Justicia. Los fallos de la corte son mayormente simbólicos, pero la iniciativa es vista como un esfuerzo por esclarecer las leyes internacionales.
El mes pasado, un grupo de naciones isleñas del Pacífico que se quejan de que el agua salada arruina sus cosechas y contamina el agua potable, dijeron que mantendrán sus tradicionales límites marinos incluso si sus costas quedan bajo el agua.
El dilema entre el turismo y el cambio climático se vio reflejado en la respuesta de las islas a la pandemia del coronavirus. Para prevenir contagios y salvar vidas, las islas cerraron sus fronteras y sus economías, dependientes del turismo, sufrieron enormes perjuicios en los últimos 18 meses.
Las naciones isleñas quieren que los países industrializados se comprometan a ayudarlas en una próxima conferencia de la ONU sobre el clima a llevarse a cabo en Glasgow.
“Si dejamos pasar este tren, estamos condenados”, dijo el representante permanente de Mauricio ante la ONU Jagdish Koonjul.
“¿Seguirá Tuvalu siendo miembro de la ONU si queda bajo el agua?”, preguntó el primer ministro de esa nación del Pacífico.
Los estados hicieron pedidos específicos: Una reducción inmediata y significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero, una reestructuración de sus deudas y ayuda financiera, sobre todo a la luz de los estragos causados por el coronavirus en sus economías dependientes del turismo.
“Los países industrializados tienen la obligación de ayudar a los estados más afectados por el cambio climático porque son los que crean ese problema en primer lugar”, afirmó Gaston Browne, el primer ministro de Antigua y Barbuda el sábado.
El primer ministro de San Vicente y las Granadinas Ralph Gonsalves, por su parte, sostuvo que las medidas tomadas por las grandes potencias hasta ahora son “migajas piadosas” sin demasiado impacto.
“La humanidad vive una hora decisiva. ¿Podemos hacer frente a este reto? Podríamos no vivir para conocer la respuesta si las cosas siguen como están”, afirmó el dirigente caribeño.
Rescatar las economías de estas naciones no es sencillo. Baptiste dice que no hay forma de capacitar a la gente para que aprenda otros oficios que no giren en torno al turismo. Gössling, por su lado, agrega que las naciones isleñas no están haciendo nada para resolver las fricciones entre el cambio climático y su dependencia del turismo.
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Nick Perry colaboró en este despacho desde Wellington, Nueva Zelanda. Mallika Sen está en http://twitter.com/mallikavsen