¿Y si el síndrome de Estocolmo no fuera real? La insólita historia detrás de un diagnóstico problemático

Pocos saben que el “síndrome de Estocolmo” es un término que un psiquiatra le impuso a una mujer que nunca conoció después de un atraco a un banco sueco digno de una película. Cincuenta años después de la toma de rehenes que le dio su nombre al síndrome, Sheila Flynn informa cómo han cambiado las mentes y cómo la policía pudo haber evitado las críticas por haber usado una víctima para crear una patología

Viernes, 11 de octubre de 2024 15:09 EDT
Kristin Enmark, los secuestradores y la policía que cometió una sorprendente cantidad de errores al responder a un atraco
Kristin Enmark, los secuestradores y la policía que cometió una sorprendente cantidad de errores al responder a un atraco (Getty/Policía)

Los dos terapeutas en cuestión (una sueca, un canadiense y ambos con mechones de canas) se conocieron por primera vez hace varios años en un café de Estocolmo, por sugerencia de un conocido en común. Allan Wade, que dirige un consultorio familiar en la isla de Vancouver y tiene un interés particular en la resistencia y las respuestas de las víctimas, tenía mucha curiosidad por escuchar los pensamientos de su homóloga sueca sobre el síndrome de Estocolmo. Después de un tiempo, quedó claro que había más que decir. Cruzaron el callejón hasta la oficina de Kristin Enmark para entablar una conversación de tres horas.

Pero Enmark no habló en su calidad de terapeuta de pareja. En cambio, habló como rehén en la terrible experiencia del atraco a un banco sueco de 1973 que originó el término “síndrome de Estocolmo”.

Y su historia sugiere que todo lo que creemos saber sobre el síndrome es esencialmente una mentira.

Wade estaba presente para “examinar las circunstancias y determinar si la idea de que de alguna manera ella había creado un vínculo emocional con sus captores y criticado erróneamente a las autoridades y, por lo tanto, padecía este síndrome, si eso, de hecho, tenía algún sentido”, le dice a The Independent. “Y con bastante rapidez, una vez que observamos lo sucedido, se podía ver que el análisis, o la falta de análisis, que se presentó como verdad comenzó a desmoronarse como un castillo de naipes”.

El atraco a un banco en agosto de 1973 tomó a Suecia, y sus agentes de las fuerzas del orden, completamente desprevenidos
El atraco a un banco en agosto de 1973 tomó a Suecia, y sus agentes de las fuerzas del orden, completamente desprevenidos (AFP vía Getty Images)

El síndrome de Estocolmo ocupa un lugar destacado en la lista de términos psicológicos familiares para los miembros del público. Al igual que con “TOC” o “maniaco”, la persona promedio lanza la frase sin una comprensión real del significado. De hecho, incluso entre los psicólogos, hay confusión con respecto a cuál debería ser la verdadera definición del síndrome de Estocolmo.

El diccionario Merriam-Webster define el síndrome de Estocolmo como “la tendencia psicológica de un rehén a vincularse, identificarse o simpatizar con su captor”. Pero el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) de la American Psychiatric Association no define el síndrome de Estocolmo en absoluto. Nunca cumplió los estrictos requisitos de revisión para ser incluido; de hecho, parece que nadie lo envió para su inclusión en primer lugar. En otras palabras, no hay criterios de diagnóstico identificados en absoluto para la supuesta afección.

“Creo que, en parte, se ha convertido en un meme que la gente usa para describir todo tipo de situaciones que técnicamente no encajarían con la descripción original”, el Dr. Paul Applebaum, presidente del Comité Directivo del DSM y profesor Dollard de Psiquiatría, Medicina y Derecho en la Universidad de Columbia, dice a The Independent.

Dada la prevalencia cultural del término, es sorprendente que no haya un conocimiento generalizado de la sorprendente historia detrás de este. Es una historia real que parece iconcebible, con todo y delincuentes con belleza de estrellas de cine, respuestas policiales fallidas y la participación personal de un jefe de estado. La historia es bien conocida en Suecia, al igual que el nombre de Enmark, y la han explorado varias producciones en idioma sueco, como Clark de 2022 de Netflix. Pero es mucho menos conocida entre audiencias más internacionales.

Sin embargo, comprender lo que sucedió es clave para entender lo que todos hacemos cuando usamos el término “síndrome de Estocolmo”.

El delincuente convicto Jan-Erik Olsson, mientras gozaba de un permiso de libertad provisional de prisión, entró en un banco en Norrmalmstorg, Estocolmo, el 23 de agosto de 1973, disparó al techo e intentó robarlo. Cuando la policía llegó rápido, tomó tres rehenes dentro del banco —cantidad que luego aumentó a cuatro, cuando otro empleado del banco fue encontrado en un depósito— y exigió el equivalente a US$700.000 en moneda sueca y extranjera, así como la liberación de un delincuente infame, carismático y apuesto que conoció en prisión, Clark Olofsson.

Suecia no tenía experiencia con este tipo de crisis de rehenes armados. Ciertamente, la policía no tenía ningún plan para semejante situación.

Fotógrafos de prensa y francotiradores de la policía colocados uno al lado del otro en un tejado frente al banco Kreditbanken, en la plaza Norrmalmstorg de Estocolmo, el 24 de agosto de 1973. Una de las rehenes, Kristin Enmark, declaró que pensó más que podría morir a manos de la policía que de los captores
Fotógrafos de prensa y francotiradores de la policía colocados uno al lado del otro en un tejado frente al banco Kreditbanken, en la plaza Norrmalmstorg de Estocolmo, el 24 de agosto de 1973. Una de las rehenes, Kristin Enmark, declaró que pensó más que podría morir a manos de la policía que de los captores (AFP vía Getty Images)

“Creí que un maníaco había entrado en mi vida”, Enmark, que tenía 23 años y era empleada bancaria, le dijo al New Yorker en 1974. “Creí que estaba viendo algo que solo podía suceder en Estados Unidos”.

Jan-Erik había disfrazado su apariencia y voz, hablando inglés con acento estadounidense, y pasaron días antes de que la policía lo identificara con precisión. Sin embargo, llevaron al banco a su viejo amigo de la prisión, Clark. Pero lo hicieron “de una manera muy particular, como un agente encubierto” dice Wade. “Jan-Erik de repente se encontró en una situación de toma de rehenes. Tenía la intención de un robo rápido a un banco, y ahora se había enredado en una situación tensa. Sabía que estaba atorado. Así que exigió que se le permitiera entrar a Clark Olofsson”.

“Y, por supuesto, Clark Olofsson no era un ladrón de bancos o un secuestrador, y antes de que la policía dejara que Clark Olofsson entrara al banco, habían llegado a un acuerdo con él de que su trabajo era ayudar a que la situación se resolviera correctamente y asegurarse de que las personas no resultaran heridas, y luego podrían considerar reducir su sentencia”.

Las cosas se calmaron durante un tiempo cuando llegó Clark y se permitió a Enmark hacer llamadas telefónicas, junto con sus compañeros rehenes Birgitta Lundbland, Elisabeth Oldgren y Sven Safstrom. Entonces la policía cometió un error sorprendente. Creyeron haber logrado identificar quién era el ladrón de bancos, excepto que no era así. Como lo confundieron con otro infame ladrón de bancos que había escapado previamente de la prisión, enviaron al hermano de dicho ladrón, junto con un policía que lo acompañaba, en un esfuerzo por convencer a su secuestrador.

De inmediato, cundió la confusión. Jan-Erik disparó hacia los extraños, quienes se retiraron rápidamente. El ladrón de bancos que las autoridades suecas creían que estaba adentro en realidad estaba prófugo en Hawái. Indignado por la acusación de que él era el responsable del atraco, llamó a la policía sueca para protestar diciendo que él no era el secuestrador, una decisión que hizo que lo arrestaran, lo extraditaran y lo volvieran a encarcelar.

Nada de esto inspiraba confianza en los rehenes de que la situación terminaría de manera pacífica. Y mientras observaban con creciente preocupación cómo la policía trastabilaba, también lo hizo el resto de Suecia: la crisis fue el primer delito televisado en el país; casi las tres cuartas partes de la población sintonizaron en el punto álgido de la audiencia.

En el interior, tanto Jan-Erik como Enmark llamaron al primer ministro de Suecia, Olof Palmme, quien contestó las llamadas personalmente. Pasó casi una hora hablando por teléfono con Enmark, quien compartió sus temores de morir a manos de la policía en una operación de rescate fallida. Más tarde, ella afirmó que él le dijo que, en caso de que la mataran durante un intento de la policía por sofocar el enfrentamiento, debería contentarse con haber muerto en su puesto.

“Es realmente extraordinario”, Wade le dice a The Independent. “Se ve que era una mujer joven decidida, inteligente y desesperada tratando de razonar con el primer ministro de Suecia, resolver la situación de forma segura y proteger a los otros rehenes”.

Jan-Erik Olsson desfiló por la calle después de que la policía lo detuviera tras cinco días de asedio
Jan-Erik Olsson desfiló por la calle después de que la policía lo detuviera tras cinco días de asedio (AFP vía Getty Images)

Al final, seis días y medio después de la crisis, la policía irrumpió en el banco con gas lacrimógeno (a pesar de que Jan-Erik había amenazado con matar a los rehenes en caso de un ataque con gas) y lo detuvo. Los suecos no solo miraban por televisión, sino que también se habían reunido en las calles en ese momento. Las autoridades hicieron desfilar a Jan-Erik ante la multitud en un espectáculo de triunfo.

Sin embargo, los rehenes, en particular Enmark, no se comportaron de la manera que la policía esperaba. Como parecían críticos con la policía y amistosos con el secuestrador, el psiquiatra consultor Nils Bejerot, que nunca conoció ni trató a Enmark, lo explicó como “síndrome de Norrmalmstorg” que llegó a ser conocido fuera de Suecia como “síndrome de Estocolmo”. La aplicación del término a la experiencia de Patty Hearst, quien fue secuestrada un año después del atraco de Estocolmo y pareció tener una reacción similar hacia su situación, consolidó aún más el síndrome de Estocolmo en la psique estadounidense e internacional.

Sin un examen adecuado de los hechos de agosto de 1973, parece inconcebible que alguien se identifique con un captor por encima de las autoridades. Sin embargo, al echar un vistazo más de cerca a la vorágine de Norrmalmstorg, no es difícil ver por qué dos delincuentes suecos pudieron haber parecido una opción más segura para los rehenes.

“Cuando comienzas a enfocarte en tanto detalle, a menudo los eventos comienzan a tener un aspecto muy diferente”, Wade le dice a The Independent. “Las respuestas policiales problemáticas y desorganizadas, la identidad equivocada... Estás hablando de una mujer joven de 23 años, una de los cuatro rehenes, del norte de Suecia, que llevaba mucho tiempo sin estar en Estocolmo, y todo esto le sucede”.

“Ella está viendo cómo la policía comete errores en las primeras etapas y se da cuenta de que cada vez está menos protegida, y también ha estado lidiando con Jan-Erik”.

Después de escuchar a Enmark contar los hechos décadas más tarde, dice Wade, notó que ella estaba “muy conmocionada... en dos sentidos”.

“Uno, a veces había una cierta sensación de asombro e incluso indignación por: ¿cómo pudieron las cosas haberse malinterpretado de forma tan terrible? ¿Cómo es posible que no se hayan analizado las cosas adecuadamente?”, dice. “Y en otros momentos, había emociones fuertes sobre los eventos mismos que ella recordaba”.

Kristin Enmark es fotografiada después de que la policía sueca pusiera fin al enfrentamiento de 1973 con gas lacrimógeno; ningún rehén resultó muerto
Kristin Enmark es fotografiada después de que la policía sueca pusiera fin al enfrentamiento de 1973 con gas lacrimógeno; ningún rehén resultó muerto (Alamy Stock Photo)

Ciertamente hubo una fuerte respuesta emocional el mes pasado cuando un usuario de Twitter destacó las circunstancias reales que dieron origen al “síndrome de Estocolmo” parafraseando partes de un libro de 2019 (See What You Made Me Do: Power Control and Domestic Abuse) en un hilo que despertó un gran interés. No era la primera vez que la autora de ese libro, Jess Hill, veía cómo su trabajo se volvía viral.

“Escandaliza a la gente... y hay muchísima gente que no ha escuchado esta historia”, Hill le dice a The Independent. “Y parece que, a medida que cada persona se entera, lo sorprendente es que, una vez que leen la historia, les resulta persuasiva de inmediato. Te das cuenta al instante de que es una tontería. Y eso es lo que es tan poderoso de la historia”.

“Podría hablar durante horas sobre por qué las víctimas se comportan de cierta manera y por qué no debemos suponer que están locas. Pero en lugar de eso, simplemente contando esa historia y mostrando cómo la autoridad puede literalmente inventar algo en el acto para excusarse, es como un símbolo para que la gente entienda cómo tantas otras cosas que hemos llegado a creer podrían estar equivocadas”.

Wade define síndrome de Estocolmo como “uno de toda una red de conceptos que... desvían el enfoque del poderoso papel de... las respuestas institucionales”. Agrega que tales conceptos “también tienden a proteger a los delincuentes porque, en lugar de enfocarse en las estrategias utilizadas por los perpetradores para reprimir a las víctimas, las teorías de resistencia como el síndrome de Estocolmo y otras (la lista es larga: identificación con el agresor, infantilización, vinculación traumática, indefensión aprendida, internalización, falsa conciencia, y sigue y sigue) no parten de un enfoque de cómo las personas víctimas resistieron y respondieron ante la violencia. Más bien, asumen que no lo hicieron”.

Es “parte de una familia de nociones que se derivan de nociones hiperindividuales y problemáticas en psicología y psiquiatría, en lugar de un análisis cuidadoso de las circunstancias en la práctica”.

Kristin Enmark, a la izquierda, posa con la pareja del terapeuta Allan Wade, Cathy, en Suecia
Kristin Enmark, a la izquierda, posa con la pareja del terapeuta Allan Wade, Cathy, en Suecia (Allan Wade)

Si bien el síndrome de Estocolmo puede ser un término familiar para muchos, la afección rara vez surge en los círculos médicos, dice el Dr. Applebaum.

“Si me preguntas en qué piensa la mayoría de los médicos y profesionales de la salud mental, diría que no piensan en eso”, dice. “No es un tema que esté en sus mentes día a día... La mayoría de ellos nunca han visto y nunca verán un caso como este y saben relativamente poco al respecto”.

Agrega que, solo porque “un síndrome raro no esté incorporado en el DSM, no necesariamente significa que no existe, que no es una cosa real”.

“Simplemente puede significar que los criterios bastante rigurosos para la inclusión no se han cumplido y quizás no puedan cumplirse”, explica. “Entonces, el síndrome de Estocolmo no se reconoce como un trastorno mental discontinuo. En el DSM, ha habido, durante casi la última década, un proceso mediante el cual las personas que tienen evidencia o han acumulado evidencia de la validez de un trastorno propuesto pueden someterlo al proceso de revisión. Nunca hemos recibido una presentación de este tipo para el síndrome de Estocolmo. Por lo tanto, ni siquiera ha habido un esfuerzo por recopilar los datos existentes, desarrollar criterios de diagnóstico y enviarlos para su revisión”.

Él dice que el “síndrome de Estocolmo, como se describe de manera clásica, parece representar una especie de reacción inconsciente de la persona que está cautiva en la que lentamente comienza a ajustar su marco de referencia y a identificarse con sus captores”. La identificación puede ser tan extrema que “en algunos de estos casos, dadas las oportunidades de escapar, no las aprovechan”.

Pero forjar una relación con un captor también podría verse como una estrategia de supervivencia clara y consciente, y el Dr. Applebaum reconoce que “hay varias complejidades posibles aquí”.

“Es posible que no podamos crear o reconocer una dicotomía clara entre estrategias conscientes e inconscientes”, dice. “Las estrategias conscientes pueden conducir a una identificación inconsciente, ¿verdad? Eres lo suficientemente amable con alguien durante tanto tiempo y porque quieres apaciguarlo, y la persona, al menos, no responde a tu comportamiento con abuso... Con el tiempo, puedes llegar a identificarte de manera inconsciente con la persona. Entonces uno puede transformarse en el otro. Y también es posible que ambos conjuntos de motivaciones existan de manera simultánea, tanto la reacción consciente como la inconsciente, y pueden complementarse entre sí”.

“La mente humana es compleja”.

El terapeuta canadiense Allan Wade ha hablado largo y tendido con Kristin Enmark sobre sus experiencias, el síndrome de Estocolmo y sus problemáticas implicaciones para las mujeres
El terapeuta canadiense Allan Wade ha hablado largo y tendido con Kristin Enmark sobre sus experiencias, el síndrome de Estocolmo y sus problemáticas implicaciones para las mujeres (YouTube)

El mundo se apresuró a aceptar sin dudar una “explicación” de que los rehenes suecos habían caído esencialmente bajo el hechizo de sus atacantes. Hubo poca mención de los días pasados bajo el asedio por la policía inepta, las experiencias de primera mano de los rehenes frente a los errores de las autoridades, o el hecho de que Nils Bejerot ni siquiera atendió a Enmark. Tampoco se abordó la posibilidad de una reacción matizada de parte de Enmark. Muchos esperaban una respuesta en blanco y negro a una historia de héroe y villano que no era tan simple como parecía".ampoco esperaban una respuesta en blanco y negro a una historia de héroe y villano que no era tan simple como parecía. Desde la perspectiva histórica, psiquiatras masculinos han diagnosticado “de lejitos” a las mujeres con una serie de trastornos falsos. Es difícil creer que el sexismo no influyó en las afirmaciones del síndrome de Estocolmo.

Wade cree que el síndrome de Estocolmo está arraigado en actitudes y desigualdades institucionalizadas que han persistido durante siglos.

“Estas prácticas de implantar patologías en la mente, el cerebro y el cuerpo de las personas oprimidas, son inherentes a lo que podríamos llamar colonialismo, patriarcado, diferentes formas de racismo, diferentes formas de violencia y opresión”, observa. “Así que esta no es una forma de pensar problemática accidental o poco común; más bien, es endémica”.

Y agrega, con preocupación, que cree que “ahora es a mayor escala de lo que jamás había sido”.

El verdadero secuestro de la historia del atraco, dice Hill, es “una historia directa que muestra muy claramente cómo este proceso puede ser manipulado por personas en el poder para hacer que las víctimas parezcan locas”. También demuestra, agrega, “lo fácil que es establecer un síndrome sin ningún criterio de diagnóstico en absoluto, y ni siquiera tener criterios de diagnóstico desarrollados. Nunca”.

Le gustaría pensar que el mundo ha progresado mucho en los últimos 50 años, pero mientras continúe siendo testigo y se vea comprometida a escribir sobre “sistemas para excusar al perpetrador y culpar a la víctima”, resultará difícil.

“Honestamente, a veces siento que podemos tener tiempos bastante buenos en los que sí llegamos a un punto en el que piensas: seguramente ahora va a cambiar, nos estamos encaminando a un lugar mejor”, dice. “Y luego surge la reacción y sientes que retrocediste cinco pasos”.

Traducción de Michelle Padilla

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