Colombiana Yenny Álvarez busca consuelo tras quedar fuera en los 59 kg en halterofilia olímpica

R. Len Felipe Girn
Jueves, 08 de agosto de 2024 12:18 EDT
COLOMBIA-ÁLVAREZ
COLOMBIA-ÁLVAREZ (AP)

Yenny Álvarez ni siquiera se molestó en ocultar su tristeza, buscando consuelo en cualquiera que ofreciera unos brazos abiertos. La decepción era palpable para la colombiana y campeona mundial de 2022 en la categoría de 59 kilogramos de la halterofilia femenina.

La colombiana terminó la prueba de arranque en tercera posición con un peso de 95 kilogramos, una nueva marca personal y en posición para pelear por ese podio olímpico. Fue entonces que el mundo, y la barra, se le vinieron encima.

Tres intentos fallidos en el envión, su especialidad, marcaron su destino. Luego de conquistar todos los certámenes en los que participó durante su ciclo olímpico, las expectativas de la halterista de 29 años eran enormes en su presentación olímpica. De ese mismo tamaño es el desconsuelo.

"No miento, tengo el corazón partido, pero espero en algún momento estar bien", dijo aún con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

Las lágrimas de la colombiana son las de un corazón roto, de frustración e impotencia. Es un camino que ha recorrido demasiadas veces. Perdió a su madre a los 11 años, estuvo casi un lustro fuera del deporte por una suspensión por dopaje, y ahora que el sol parecía salir sobre el horizonte, Álvarez sólo se reencontró con el dolor.

“Eso es lo que más duele, pasé por mucho, pasé por mucho, trabajé muy duro, me concentré, pero la vida es así”, subrayó antes de colapsar nuevamente sobre las rodillas, abrumada.

Luego de su historial de reponerse a la adversidad, se ganó el sobrenombre del “Ave Fénix” en su natal Colombia, y lo dejó de manifiesto el jueves en la Arena París Sur. Dejando de lado las lágrimas para levantar la cara y encontrar —finalmente— consuelo.

“Hoy se me dio en el arranque, en realidad no había registrado esa marca, pero pues, lo agradezco mucho porque es un triunfo personal y me lo llevo en el corazón", sentenció.

Acostumbrada a levantar pesos sobrehumanos, Álvarez se va de París con una reflexión cuando se le pregunta si dura más la satisfacción de subir a una tarima olímpica o un corazón roto.

“En este momento, la dos”, dice antes de finalmente sonreír. “Hice un sueño individual, nosotros la luchamos, nosotros fuimos los que todos los días nos levantamos y le damos en días buenos y no tan buenos. Al fin y al cabo es un sueño individual, en donde sólo uno conoce el proceso”.

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