Nunca había sido tan evidente la brecha entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo
El marcado contraste entre la incorporación de Ronaldo al club saudí Al-Nassr solo tres semanas después de que Messi levantara la Copa del Mundo refleja una verdad arraigada: uno es un gran goleador y el otro mucho más
Antes de dejar el Manchester United, Cristiano Ronaldo estaba tan decidido a quedarse en el nivel superior que en realidad se encargó de hablar directamente con figuras que conocía en clubes de élite. Pocos estaban interesados. No había ninguna oferta que hubiera sido aceptable para el portugués. Todavía tenía ideas sólidas sobre su propio valor.
El plan de Ronaldo era claramente ir a la Copa del Mundo y recordarles a todos cuánto valía, antes de ver cómo volvía el montón de ofertas.
En cambio, intervino la realidad. No solo en un torneo en el que un Ronaldo limitado fue incapaz de rendir al mismo nivel y acabó en el banquillo por ignominia. También se aplicó a un debate que ha dominado la cultura del fútbol durante los últimos 15 años.
Lionel Messi ha hecho mucho más que ganar. Ha demostrado que en realidad nunca debió haber habido un debate en absoluto; que era en gran parte ilusorio, un producto de las redes sociales y las relaciones públicas.
Esto no quiere decir que los jugadores no lo sintieran, o que Ronaldo no causara presión en Messi. Probablemente, elevó a ambos a mayores alturas. Todo eso fue visible durante la última década.
Es solo que la victoria de Messi en la Copa del Mundo también hizo visible la realidad de la brecha entre estas dos estrellas.
Ronaldo es claramente mejor que la mayoría de los futbolistas que han jugado alguna vez el juego, no por nada se convirtió en un goleador tan histórico. Pero Messi es quizás el futbolista más puro que jamás haya jugado, lo que lo convirtió en mucho más que un goleador.
Está en ese nivel de arriba, donde solo residen Pelé y Diego Maradona. Ahí es donde realmente estaba el debate.
Es lo que fue tan simbólico acerca de esta victoria en la Copa del Mundo y la sensación de finalización. Fue la culminación de la carrera de un gran jugador, pero también la culminación de todo su talento. No se dejó nada en el tintero, de una manera poco frecuente en el deporte. Muy pocas historias se comparan, posiblemente solo la victoria de Pelé en 1970 y la recuperación del título de peso pesado de Muhammad Ali en 1974 estén en una narrativa similar y una escala global.
Al igual que esos dos, Messi mostró una habilidad de trascendencia similar para adaptar su talento innato, y remodeló su propio juego y el juego en sí. Su Copa del Mundo presentó tantos momentos clásicos que también le dieron a él y al mundo algo nuevo en una gloria sensacionalmente mayor.
Hubo goles; Messi acabó con siete goles y el último de ellos fue un clásico gol de cazador furtivo en una jugada que él inició. Hubo momentos clave, como el de la final, pero también el gol imposiblemente certero contra México que revitalizó la actuación de Argentina. Un argumento que han presentado algunas personas familiarizadas con ambas estrellas es que, si bien Messi siempre fue el mejor futbolista, Ronaldo solo tenía una voluntad superior que aseguraba que no sufriera las derrotas de la misma manera.
Se acabó. La imagen de Messi con el rostro ceniciento soportando otra humillación, el escape de otro trofeo importante, desapareció, excepto para servir como una mera preparación para la mejor de las remontadas. Pocos han dominado y definido una Copa del Mundo como esta, en la que un equipo relativamente moderado llegó al más alto nivel. Ahí está la mayor voluntad, en el último momento.
Luego están las remontadas de Messi a lo largo de este Mundial, en especial aquella oleada en la semifinal contra Croacia.
Sin embargo, lo más revelador fue aquel pase divino para que Nahuel Molina anotara contra Holanda. No fue que Messi lo pusiera en el único sitio que podía para conjurar un gol de la nada. Fue que, en un instante y sobre la marcha, calculó el camino óptimo hacia el gol y lo siguió con exquisita economía.
Esta fue precisamente la razón por la que nunca hubo un debate en absoluto, y lo que se hizo tan evidente cuando ambos jugadores llegaron a la última mitad de sus 30 años.
La grandeza de Messi siempre ha provenido de ese talento, por encima de todo. Obviamente, Ronaldo tiene talento, pero la verdadera diferencia ha sido cómo su destreza física lo ha maximizado. Al pensar en sus grandes momentos, por lo general, no es cuestión de destreza o técnica, sino de potencia, agilidad y movimiento. Incluso su acabado, que llegó a ser casi impecable, se convirtió en una cuestión de sincronización.
No obstante, desde que los atributos físicos de Ronaldo comenzaron a desvanecerse, pasó lo mismo con su efecto. Messi, dicho sin rodeos, todavía puede hacer mucho más con el balón. Por eso es fácil imaginarlo lanzando pases a medida que sus movimientos disminuyen. Seguirá siendo capaz de controlar un balón a un nivel superior al de cualquiera, salvo quizá Maradona y Pelé.
Eso siempre fue evidente, pero este último periodo lo ha convertido en una verdad ineludible.
Messi acaba de disfrutar de un logro que no tiene precio. Ronaldo debe intentar hacer pasar un precio por un logro
Una respuesta podría ser que Ronaldo tiene casi 38 años y Messi 35, pero es lo mismo si retrocedes dos años y medio.
En otoño de 2020, el portugués había iniciado una campaña que marcó el final de nueve años de títulos seguidos de la Serie A para la Juventus. Ya se discutía que aportaba goles, pero restaba poder a la amenaza colectiva del equipo. El argumento ahora es diferente: que el fichaje de Ronaldo fue uno de los peores en la historia del fútbol moderno dado su efecto negativo en la Juventus. El inmenso gasto que supuso impidió que el club pudiera remodelarse o reestructurarse, y lo ancló a un sistema construido para él que lo agobió.
A la misma edad, Messi ascendía a la mayor gloria.
No se sabe si Ronaldo vio la final de la Copa del Mundo. Todavía es difícil no pensar que influyó en su decisión de unirse a Al-Nassr de alguna manera. Sin un club de estatus apropiado que le ofreciera la oportunidad de restaurar su reputación y calmar su ego, tuvo que buscar la siguiente mejor cosa para presumir. Ese es el contrato financiero más grande que ofrece Al-Nassr.
La situación sigue reflejando uno de los muchos contrastes entre ambos, que se han visto condicionados por sus habilidades, personalidades y elecciones.
Messi acaba de disfrutar de un logro que no tiene precio. Ronaldo debe intentar hacer pasar un precio por un logro.
“Tuve ofertas de Brasil, Portugal, Estados Unidos, Australia”, él dijo. “Pero le di mi palabra a Al-Nassr”.
Le dieron una cifra.
Se presentarán otros argumentos sobre el legado, sobre la difusión del juego. “Le di mi palabra a este club para impulsar no solo el fútbol sino otras partes de este increíble país”, Ronaldo continuó. “Quiero dar una visión diferente de este club y de este país”.
Sin embargo, lejos de mejorar su legado, podría dañarlo. Después de todo, Arabia Saudita ya tiene una ferviente cultura futbolística. Eso se pudo ver en la Copa del Mundo. No es como si él estuviera desarrollando una nueva cultura, ni es como si el juego en general se preocupara por su crecimiento en cualquier país. También hay dudas sobre cuánto le importa realmente a Ronaldo, dado que solo aceptó este acuerdo en esta etapa tardía y a este tipo de costo.
También está el costo moral.
“El fichaje de Cristiano Ronaldo en Al-Nassr encaja en un patrón más amplio de sportwashing en Arabia Saudita”, dice Dana Ahmed, investigadora de Amnistía Internacional sobre Oriente Medio. “Es muy probable que las autoridades sauditas promuevan la presencia de Ronaldo en el país como una forma de distraer la atención del terrible historial de derechos humanos del país”.
Parece aún más probable que lo utilicen como embajador de la candidatura del país para la Copa Mundial 2030. Incluso podría ver a Messi en la televisión haciendo algo similar, dado el papel del argentino en el turismo saudí.
Lo irónico de esto es que todavía podría decirse que no es tan grave como el uso que hace Qatar del propio Messi, a través del Paris Saint-Germain. Mientras que la partida de Ronaldo a Arabia Saudita es un intento de la liga de beneficiarse de forma superficial del resplandor de una estrella desvanecida, proyectos como los del club francés —o el Newcastle United o el Manchester City— están participando en la propia estructura del juego. Uno está fuera de la élite. Uno está en el corazón mismo.
Aun así, ahí es donde se encuentran ahora los dos grandes rivales. Ronaldo se reduce a intentar encontrar algún sentido en una liga alejada del máximo nivel, y genera más interrogantes que atención. Pocos fuera de sus fanáticos en línea se preocuparán seriamente por los goles.
Messi acaba de volver a ser favorito para la Champions League, donde lo han celebrado por ganar finalmente la Copa del Mundo.
Una última ironía es que Ronaldo aún podría estar en un club así. Solo habría tenido que desempeñar un papel más limitado con menos dinero, aunque potencialmente influyente como profesional de alto nivel. Habría tenido mucho mérito. Podría haberlo hecho para el Manchester United.
Sin embargo, es como si lo hubiera gobernado una sensación de negación acerca de dónde se encuentra en este momento de su carrera. Es como si un delirio lo hubiera asediado. Habría que cuestionar algunos de los consejos que ha recibido.
Algo parecido ocurre con ese debate más amplio. En realidad, no es ninguna vergüenza que Ronaldo esté en ese segundo escalón de los grandes, junto con jugadores como el Ronaldo brasileño. Es parte de lo que lo hizo tan bueno el negarse a aceptar ese estatus secundario.
La otra cara de la moneda es que también lo ha llevado a este final más bien triste, mientras Messi disfruta de este mejor clímax posible.
Como en el caso de las llamadas de Ronaldo a los clubes, no hay mucho más que decir.
Traducción de Michelle Padilla