Zoë Saldaña: “No quiero formar parte de ese grupo que humilla o difama a otros con tanta facilidad”
Mientras su película de Netflix Emilia Pérez genera rumores de una posible nominación al Óscar, la reconocida actriz de Avatar y el universo Marvel reflexiona sobre las limitaciones creativas de las grandes franquicias. Además, comparte con Annabel Nugent su lucha personal para superar la dislexia y su esperanza de que, tras protagonizar tres de las películas más taquilleras de todos los tiempos, por fin haya llegado su momento de brillar
Cuando cumplió 40 años, a Zoë Saldaña le llegó el síndrome del impostor. Me lo dice mientras se quita una pelusa de la suela de sus medias negras. Hace unos minutos, la actriz caminaba descalza por el pasillo del hotel, con los tacones en la mano y un enorme abrigo negro sobre los hombros. Parecía el final de una noche de fiesta para la estrella; en realidad, eran las 3 p. m. de un día laborable. Pero la campaña de los Óscar es un trabajo a tiempo completo. Y Saldaña está aprendiendo a hacerlo.
De ahí el agua caliente con limón que humeaba en su taza y la temperatura intempestivamente agradable de la habitación del hotel. “Espero que no te importe que haga un poco de calor”, se disculpa mientras sube el termostato.
Con respecto a los sentimientos de duda. A sus 46 años, Saldaña es parte de la comunidad de actores más rentables de Hollywood. De las cinco películas más taquilleras de todos los tiempos, ella protagoniza tres: Avatar, Avengers: Endgame, y Avatar: el camino del agua. (Además actúa en Star Trek, que, de hecho, se está desarrollando una cuarta entrega desde hace tiempo). “Sé que desde fuera puede parecer: ‘Ah, es exitosa, ¿por qué se sentiría como una impostora?”, plantea Saldaña.
Y, sin embargo, inmersa en la divertida y efervescente vorágine de secuelas interminables, Saldaña siente que perdió algo importante. “¿Cómo puedo expresar esto de una manera que no haga sentir a esos maravillosos cineastas que los estoy defraudando?”, comienza. “No doy por sentados esos momentos; son la razón por la que estoy aquí. Pero cuando formas parte de algo que al principio era tan especial y que, debido a su éxito, se convierte en una máquina comercial que requiere mucho más tiempo y empieza a operar por sí misma... A menos que seas alguien con control creativo sobre el proyecto, tu aportación como artista disminuye. Ahora desempeño un papel más pequeño dentro de algo mucho más grande”.
Y eso estaría bien, continúa Saldaña; de hecho, sería estupendo, si no fuera porque todavía tiene tanta hambre de más. “Tengo una energía, un fuego que sigue muy vivo, y quiero desafiarme a mí misma”, afirma. Ahí es donde entra Emilia Pérez. La película, que se estrena en México en enero de 2025, y favorita para los Óscar del año que viene, es todo un desafío, tanto para sus protagonistas como para los espectadores.
En ella, Saldaña interpreta a Rita, una brillante pero olvidada abogada defensora que se ve envuelta en la vida de un narcotraficante mexicano (Karla Sofía Gascón), quien revela que es trans y pide a Rita que le ayude a fingir su muerte y a organizar una operación de reasignación de sexo. Por no hablar de la consiguiente logística de su vida posterior a la transición y la de su familia.
Dirigida por Jacques Audiard, este largometraje, que combina el drama sangriento de un cártel con un sorprendente musical de jazz fuera de lo convencional, representa un gran salto para Saldaña en todos los sentidos, casi como un acto de trapecio. Y sigue dando sus frutos. En mayo, en Cannes, Saldaña compartió el premio a la mejor actriz con sus tres compañeras de reparto. El 9 de diciembre, recibió la nominación a un Globo de Oro. Por primera vez en sus 25 años de carrera, Saldaña se encuentra en el centro de la conversación por el Óscar, un logro que llegó tras un giro audaz en su trayectoria profesional.
Además, la actriz puertorriqueña habla en español, la primera vez que actúa en su lengua materna. “Lo cual representó su propio conjunto de retos”, comparte. “Pensé que iba a ser más fácil, pero fue lo mismo”. Se crio bilingüe en Jackson Heights, Queens, pero cree que nunca llegó a tener “conocimientos de ninguno de los dos idiomas a nivel académico”.
Su dislexia tampoco ayudó, pero es algo con lo que ha luchado a lo largo de su carrera. Recientemente se mostró reacia a aceptar un papel protagonista en el thriller de espionaje de Taylor Sheridan, Special Ops: Lioness, porque tenía muchos diálogos. Al final, aceptó y se puso manos a la obra para interpretar a la estoica agente alfa. Solicitaba los guiones con semanas de antelación y contrataba a alguien para que leyera los diálogos con ella todos los días.
Es cierto que Saldaña es capaz de comunicar sentimientos profundos sin decir una palabra, una destreza física que puede atribuirse a su formación en danza. (Dejó el ballet de adolescente por orgullo porque sabía que no “tenía los pies” para ser la mejor). De hecho, fue su interpretación en puntas de Eva, una bailarina que chasquea chicle, en la película Centre Stage (2000), la que lanzó su carrera cinematográfica. Un par de comedias románticas más tarde (incluyendo un memorable papel junto a Britney Spears en Crossroads: amigas para siempre), consiguió Star Trek y Avatar en el mismo año. De ahí al estrellato.
A estas alturas, Saldaña ya sabe el tejemaneje de una franquicia, pero es famoso el mal rato que pasó en el rodaje de la primera de su carrera: Piratas del caribe. En entrevistas posteriores afirmó sentirse “atrapada en un entorno difícil”. También habló de haber perdonado al productor Jerry Bruckheimer cuando este le pidió disculpas años más tarde tras enterarse de su mala experiencia en el rodaje. Si en algo cree Saldaña es en el perdón y la redención.
“El juicio en el tribunal de la opinión pública está marcando a muchas de nuestras generaciones hoy en día”, reflexiona. “Somos demasiado rápidos para juzgar y descartar a las personas, en lugar de darles la oportunidad de redimirse. No quiero formar parte de ese grupo que humilla o difama a otros con tanta facilidad”. Confiesa que cuando era más joven compartía más la postura de la llamada cultura de la cancelación. “Hay una desesperación”, añade, “cuando eres más joven, por definirte a ti mismo a través de lo que no eres”.
Uno de los chistes recurrentes es que Zoë Saldaña parece venir de otra galaxia, dada la frecuencia con la que interpreta papeles en películas de ciencia ficción. Está Gamora, la letal guerrera verde de la franquicia de Marvel; Neytiri, la princesa guerrera de piel azul y ojos rasgados de Avatar de James Cameron; y Nyota Uhura de Star Trek, cuya inteligencia y carisma fueron encarnados por primera vez por Nichelle Nichols. La Saldaña que siempre imagino parece de otro mundo, pero la que me recibe hoy es completamente terrenal, con un impulso muy humano: el de hablar sin parar. “¡Lo siento! Tardo mucho aterrizando el avión”, ríe.
Pero, al igual que los alienígenas cambiantes que tan bien sabe interpretar, Saldaña está preparada para una transformación. Y Emilia Pérez es justo lo que necesita. Fue un proceso que le permitió a Saldaña tener muchas experiencias primerizas. Para empezar, no fue la única mujer en el plató, ni siquiera la única mujer de color. “Es curioso”, observa. “En algunas experiencias en las que he sido la única, no lo noto porque los ambientes son acogedores y muy inclusivos. En otros, puede ser aislante. Y he estado en situaciones en las que no me siento incluida en la toma de decisiones tanto como los hombres. Es bastante desilusionante. Es decepcionante, hiriente y aislante”.
También es muy diferente de su educación: Saldaña es una de tres hermanas, y cuando está con su familia, está rodeada de mujeres. En el plató, como a veces es la única latina en la sala, puede sentir el peso de la representación. “Es una gran responsabilidad, porque no solo estás ahí por ti, sino que cargas con el peso de tu comunidad”, afirma. “A veces, eso puede enturbiar la forma de tomar decisiones artísticas y creativas. Cuando hay otros como tú [alrededor], simplemente no pasa”.
Saldaña comparte tres hijos (los mellizos Cy y Bowie, y su hijo Zen) con su marido Marco Perego, al que conoció en un encuentro digno de película en un avión en 2013. “Ocurren dos cosas a la vez”, exprea Saldaña sobre el momento en que se convirtió en madre. “Nuestros entornos aún no apoyan plenamente a las mujeres que quieren tener éxito y a la vez formar una familia. Y por otro lado, es lo que te estás haciendo a ti misma, porque existe ese nivel de culpa y castigo por no estar siempre en casa”. Ella misma admite que, diez años después, sigue navegando por aguas turbulentas, pero no importa. “Siempre estoy dispuesta a hacer el trabajo”, dice.
Lo que no le parece bien es la forma en que a veces se percibe a las madres trabajadoras. “En la escuela, [a veces existe la actitud de que] cuando faltas porque estás trabajando y aportando, significa que no te importa. Todo el mérito es de la pareja que está en casa, lo cual es muy merecido, pero también es un trabajo al igual que el mío... Cuando llego a casa, no subo a bañarme. Me remango y son deberes, correos electrónicos a los padres, llamadas a los profesores, tarjetas de Navidad, regalos de cumpleaños”.
Criar a los hijos significa reorganizar las prioridades. “Mis hijos pertenecen a la segunda generación de mi familia”, dice. “Es mi responsabilidad asegurarme de que sepan quiénes son antes de que el mundo intente definirlos, por eso siento un profundo anhelo de volver a conectar [con mis raíces]”.
Cuando le pregunto sobre los premios, le planteo si ha sido injustamente ignorada en el pasado. Las películas de ciencia ficción que impulsaron su carrera no suelen ser candidatas naturales al Óscar, pero sus actuaciones ciertamente lo merecían. En las películas de Avatar, por ejemplo, Saldaña dota a Neytiri de una profundidad y humanidad inesperadas, con destellos de pasión que brillan en esos enormes ojos de venado. Sin embargo, su interpretación, aunque alabada por la crítica, no obtuvo el reconocimiento de la Academia. Las campañas de Cameron para que Saldaña fuera considerada al Óscar no lograron convencer a los votantes.
¿Cree que a las instituciones de premios les cuesta trabajo mirar más allá del azul cobalto de su piel o de los ojos de cierva diseñados por computadora? “Así es”, responde. “Los viejos hábitos son difíciles de erradicar, y cuando se trata de establecimientos tradicionales, es realmente complicado impulsar el cambio. Lo entiendo, y no me amargo por ello, pero puede ser bastante desmotivador cuando das el 120 por ciento de ti misma en algo. Es decir, no ganar está bien, no ser nominada está bien, pero que te ignoren y luego te minimicen o te desprecien por completo...”.
Recuerda que la gente argumentaba que su actuación en Avatar era obra únicamente de los técnicos. “Conozco la diferencia entre eso y lo que hicimos”, sostiene. De nuevo, sin embargo, entiende la resistencia. Saldaña es muy comprensiva y no tiene pelos en la lengua. “En algún momento tienes que preguntarte: ¿por qué hago lo que hago? ¿Es para que otros me den su aprobación? ¿O es porque no quiero hacer otra cosa?”.
Lo que no quiere decir que no se sienta reconocida por Emilia Pérez. “No puedo decirte lo que este momento significa para mí”, señala. Es la culminación de “25 años de duro trabajo y de poner un pie delante del otro para que por fin la gente diga: ‘Oh, has estado aquí todo este tiempo’. Que lo he hecho, pero también ha habido momentos en los que me lo he cuestionado: ¿estoy aquí? ¿Importo yo?”. Puede que no acabe con una estatuilla dorada, pero Saldaña está abriendo sin duda un nuevo horizonte.
‘Emilia Pérez’ se estrena en México en enero de 2025
Traducción de Michelle Padilla