Reseña de ‘Ambulance’: la película de Michael Bay parece haber sido editada en medio de un ataque de pánico
“¡Ojalá no tuviera herpes!”, grita la estrella Jake Gyllenhaal, en modo sociópata con los ojos muy abiertos
Dir.: Michael Bay; Protagonizan: Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II, Eiza González, Garret Dillahunt; 136 minutos.
Mientras el Reino Unido les aplaudía a sus trabajadores de salud, Estados Unidos les dio Ambulance, una entrega con la esencia absoluta de Michael Bay que eleva y reduce el papel del trabajador de ambulancia a un símbolo de patriotismo puro y apasionado. Es tan agotador como emocionante, en la manera que esperas y deseas de una película de Bay. ¿Los trabajadores de las ambulancias quedarán conmovidos por tal tributo? Tal vez, en la medida en que puedan sentirse reconocidos por una película diseñada para darle a la gente una idea de lo que es estar bajo los efectos de los esteroides.
Bay, a los 57 años, ha llegado a la etapa de control de crucero de su carrera. Su estilo ahora es tan definido, tan inimitable, que hay algo casi casual en la grandilocuencia. Ambulance parece haber sido un caso fácil en el que Bay compró una oscura película de acción danesa de 2005, llamada Ambulancen, la adaptó al inglés y luego armó un rodaje de 38 días y un convoy de vehículos para volcar. Es impresionante, pero sobre todo por lo mucho que sabemos que habrá incomodado a los ciudadanos de Los Ángeles.
Will Sharp (Yahya Abdul-Mateen II) es un héroe (algo que Bay nos comunica a los 30 segundos de conocerlo, cuando nos muestra una bandera estadounidense doblada en su caja de exhibición, junto a un libro con el título “AFGANISTÁN” estampado en el lomo). ¿Crees que tal vez este tipo es un veterano de guerra? La esposa de Will, Amy (Moses Ingram), necesita una cirugía crucial. Entonces, cuando su hermano adoptivo Danny (Jake Gyllenhaal) lo invita al atraco más grande de la historia (un robo bancario de US$32 millones que eclipsa cualquier cosa que haya hecho su padre criminal), le resulta muy difícil decir que no. Le sigue una mirada de arrepentimiento instantáneo cuando Will y Danny se encuentran en una ambulancia secuestrada junto a la trabajadora médica Cam (Eiza González) y un policía que se está desangrando, mientras los persigue la mitad de la policía de Los Ángeles.
Abdul-Mateen y Gyllenhaal son opuestos irresistibles. Abdul-Mateen, de Candyman y The Matrix Resurrections, tiene el carisma fresco y entusiasta de una estrella de cine en ascenso. Gyllenhaal tiene la cualidad inquieta y nerviosa de alguien que siente que ha sido una estrella de cine durante demasiado tiempo. Se inclina fuertemente hacia la sociopatía de ojos muy abiertos de sus años posteriores a Nightcrawler, pues en un momento grita, con total compromiso: “Ojalá no tuviera herpes, pero todos tenemos que aceptar lo que tenemos”.
Bay siempre ha insistido en que sus películas son apolíticas y, con Ambulance, tiene mucha razón. Es tan miope en su enfoque en la “bondad” innata de las acciones de Will y Cam que no hay un contexto real para contrastarlo con nada. No tomas partido por un lado u otro de la persecución de la ambulancia; solo estás aquí, inevitablemente, por el caos. Y, de una manera muy propia de Bay, lo único importante es que sus personajes principales sigan vivos. Las muertes masivas de peatones son preocupaciones para fuera de la pantalla, cuando los autos se precipitan hacia el aparentemente interminable suministro de puestos callejeros de Los Ángeles.
Ambulance es una bestia puramente estética, hecha para aquellos a quienes les gusta que sus películas parezcan haber sido editadas por alguien que está sufriendo de un ataque de pánico; por alguna razón, hay alrededor de 300 cortes en una escena que consiste en nada más que Danny diciéndole a alguien que se parece a Mel Gibson. La música agresivamente sombría de Lorne Balfe se combina con un flujo constante de tomas de drones que se precipitan sobre edificios, se deslizan a lo largo de las carreteras y se tambalean con una falta de gracia inhumana. Se siente como si estuvieras mirando a través de los ojos de un monstruo que acaba de salir de los pozos de alquitrán de La Brea. Hace mucho tiempo, Bay cayó en la autoparodia. Por otra parte, en eso consiste la mitad del atractivo de estas películas.