Reseña de la temporada 6 de ‘Black Mirror’: dejen de jugar con una fórmula ganadora
La serie de antología especulativa regresa con cinco nuevos episodios largos de calidad… mixta
Preparar la reseña de una temporada de Black Mirror es como lidiar con el clima voluble. En un momento estás tomando el sol, al siguiente estás empapado por la lluvia. Cuando la serie de antología especulativa de Charlie Brooker, tan estrechamente relacionada con nuestro futuro tecnológico, se emitió por primera vez en 2011, fue aclamada como brillantemente mordaz y poderosamente presciente. Pero a medida que pasaron los años, y que la serie pasó de Channel 4 a Netflix con la participación de más y más estrellas estadounidenses, la calidad se volvió más variable. Como el clima.
Cuatro años después del estreno de la quinta temporada (que sufrió una caída significativa en la recepción de la crítica), Black Mirror vuelve con una temporada de cinco episodios. Abordando temas que van desde la inteligencia artificial hasta los clones autómatas, a través de géneros que van desde la comedia negra hasta el terror sobrenatural, la nueva serie está influenciada por tropos clásicos de Black Mirror, pero también trae algo nuevo. Por primera vez, Black Mirror no solo muestra el daño causado por la tecnología, sino también las heridas autoinfligidas de la sociedad. La mezcolanza resultante demuestra que los mejores episodios de Black Mirror siempre serán distópicos, y es una tontería experimentar con esa fórmula ganadora.
Joan es horrible ★★★★☆
Joan (Annie Murphy) es gerente de nivel medio en una empresa de tecnología amorfa. No está teniendo un buen día: el café sabe a porquería, tiene que despedir a un empleado, su ex está en la ciudad y la contacta, y ella se desahoga sobre su relación con los oídos pagados de su terapeuta. Por lo tanto, se sorprende cuando regresa a casa y, al explorar Streamberry (una copia de Netflix), ve un programa llamado Joan is Awful, protagonizado por Salma Hayek como alguien que se ve tremendamente igual a ella. Y así comienza su lento descenso hacia el caos.
‘Joan es horrible’ es, en muchos sentidos, el episodio más clásico de Black Mirror en esta temporada. Alto concepto, se ocupa de los efectos del contenido personalizado, la invasión de la privacidad y los deep fakes. “Siento que no soy el personaje principal en la historia de mi vida”, exclama Joan, antes de que su realidad comience a desmoronarse. También es el episodio que mejor recuerda a los espectadores que Black Mirror comenzó con una historia sobre un primer ministro que se pone cariñoso con un cerdo en televisión en vivo. Irreverente, escatológica y tormentosamente claustrofóbica, ‘Joan es horrible’ es una excelente entrega del catálogo de farsas orwellianas de Black Mirror.
Loch Henry ★★★☆☆
‘Loch Henry’ aparece por primera vez como una opción en Streamberry durante ‘Joan es horrible’. “No podría ver otra cosa de true crime”, exclama el prometido de Joan. El true crime en cuestión es el histórico asesinato de unos recién casados en las Tierras Altas de Escocia, un tema que Davis (Samuel Plenkin) y Pia (la genial Myha’la Herrold de Industry) deciden que sería apropiado para su proyecto documental de posgrado. Por supuesto, al tratarse de Black Mirror, no todo es lo que parece, y un excelente elenco (incluidos Monica Dolan, John Hannah y Daniel Portman) aporta una creciente sensación de inquietud a esta excavación de trauma pasado.
Como pieza independiente de una hora de true crime meta, ‘Loch Henry’ es eficaz. Plenkin y Herrold se mantienen, casi, en el lado correcto de la personalidad fastidiosa (“Pensé que estabas en Londres estudiando la teoría del cine progresista”, cuestiona el humilde juicio del tabernero de Portman). A medida que avanza la trama, aparecen tintes de The Girl with the Dragon Tattoo de David Fincher, y ‘Loch Henry’ con frecuencia parece estar a punto de transformarse en terror. Ya sea por moderación o falta de ambición, esa metamorfosis genérica nunca sucede y, en última instancia, el episodio se vuelve un poco flojo. Hay un comentario subyacente vago sobre la comercialización de la tragedia (una crítica que se siente muy contemporánea y nada especulativa), pero no hay mucho con qué enraizarlo en las tradiciones de los grandes episodios de Black Mirror. “Eso es real”, Davis se lamenta, de su historia familiar. “¡Eso no es contenido, caraj*!”. Bueno, tampoco sería entonces Black Mirror ¿o sí?
Beyond the Sea ★★★★☆
David (Josh Hartnett) y Cliff (Aaron Paul) viven vidas muy separadas en los Estados Unidos de la década de 1960. David y su hermosa prole viven en una casa modernista en California, y él se pavonea como un héroe estadounidense; Cliff, su esposa Lana (Kate Mara) y su hijo acaban de mudarse a un idilio rural donde cortan leña y pescan truchas de los murmullos de los arroyos. Estos hombres, sin embargo, son “réplicas”, robots en perfecto estado controlados por la conciencia de los verdaderos David y Cliff, que cumplen una misión de seis años en una estación espacial. Pero el programa resulta ser controvertido. “Un hombre duerme en el cielo mientras su imagen mecánica camina por la tierra”, dice el hippy mansonesco de Rory Culkin, que irrumpe en la casa de David y secuestra a su esposa. “¿Y compartes tu cama con esta abominación?”.
A partir de esta tragedia central, el drama se suscita en dos lugares. Los hombres, atrapados en su lata, flotando a cientos de kilómetros de la Tierra, y el robot Cliff, en casa en el rancho, y ahora operado de forma remota por ambos hombres. Al igual que los mejores episodios de Black Mirror, este es un material sombrío y de alto concepto, y el elenco de estrellas sobresale en este estudio de personajes de 80 minutos, que esencialmente se convierte en un trío muy humano entre David, Cliff y Lana. El “despertar de Hartnett” (también saldrá en Oppenheimer de Christopher Nolan este verano después de una segunda década tranquila en su carrera) está realmente en marcha, mientras que Paul y Mara crepitan como una pareja quebradiza luchando con su, mm, relación a larga distancia (aunque el agente de Mara debería tener en cuenta que ella está en peligro de ser encasillada como adúltera).
En esencia, ‘Beyond the Sea’ tiene la clave para un gran capítulo de Black Mirror: pavor lento y una miríada de formas en que las cosas pueden salir mal. Ya con una duración de casi largometraje, el episodio fácilmente podría haber usado media hora extra para llegar a la ebullición (el clímax es un poco abrupto), pero aborda grandes temas de ciencia ficción, el tipo que abordan películas como Moon y Sunshine, con una confianza soberbia.
Mazey Day ★★☆☆☆
Mazey Day (Clara Rugaard) es una joven actriz que lucha con las presiones de la vida de franquicia de Hollywood. En una locación en la República Checa, se droga y atropella a alguien con su auto. De regreso en Los Ángeles, Bo (Zazie Beetz) es una paparazzi invasiva, cuyo fisgoneo acaba de provocar el suicidio de una celebridad televisiva menor. “La mitad de estos imbéciles se matarían si no les tomáramos una foto”, le dice un cínico colega. Ella es capaz de compartimentar la culpa, ya que tiene la tarea de rastrear el paradero de Day después de que expulsan a la actriz del set y desaparece de la vista del público. Con una recompensa de US$30.000 colocada en una fotografía de la estrella problemática, Bo se encamina, siguiendo el rastro.
En cada temporada de Black Mirror, hay un episodio que se siente como un verdadero caos. ‘Oso blanco’, digamos, de la temporada 2, o ‘Smithereens’ de la temporada 5. ‘Mazey Day’ cumple ese papel en el último tramo de episodios y demuestra que Brooker es tan capaz de la inanidad como de la profundidad. Ambientada a mediados de la década de 1990 (el nacimiento de Suri Cruise se anuncia en la radio en la secuencia inicial) y apuntando, de una manera bastante torpe, a la cultura sensacionalista que arengaba a las celebridades, ‘Mazey Day’ es el pináculo de la cuestión con estos últimos episodios: no tiene nada que ver con la tecnología, ni está haciendo una disección sustantiva del momento moderno. Dejando de lado el hecho de que el episodio se disuelve en una mezcla de tropos de fantasía de terror, la representación de la cultura de los paparazzi aquí parece una obsesión de los años noventa y 2000. Corto (solo dura 40 minutos) y disperso, también es un episodio raro de Black Mirror que parece mirar hacia atrás activamente.
Demonio 79 ★★★★☆
Es 1979 y el invierno del descontento ha dejado a Gran Bretaña en la cuerda políticamente floja. El gobierno de Callaghan está en crisis, y los agitadores derechistas pululan por el norte de Inglaterra, incitando al malestar racial. Nida (Anjana Vasan) vive en una casa que está pintada con grafitis del Frente Nacional y trabaja en una zapatería donde sus colegas la victimizan todo el tiempo. Cuando encuentra un talismán en el sótano y accidentalmente lo impregna con su sangre, sin darse cuenta convoca al demonio Gaap (Paapa Essiedu) de las entrañas del infierno. Él le dice, tomando la forma del cantante principal de Boney M, que debe hacer tres sacrificios humanos, a lo largo de tres días, para evitar que el mundo se queme en los fuegos de la guerra nuclear. Y así comienza una semana difícil para Nida.
Es fácil olvidar, ya que Black Mirror ha logrado el dominio mundial y un acuerdo masivo con Netflix, que Brooker comenzó su carrera en proyectos de televisión de comedia como Brass Eye y Nathan Barley. De todos los episodios de esta nueva serie de Black Mirror, ‘Demonio 79’ es lo más parecido a una comedia. Claro, hay algo de violencia gráfica que involucra a personas que mueren a ladrillazos y martillazos, pero también hay un elemento fundamental de comedia de amigos en la asociación desigual entre Nida y Gaap, que será expulsado de la “facultad de demonios” si ella no completa su triple asesinato. “Soportaría una falta de existencia profunda, palpable y siempre presente”, le dice a Nida, implorándole que recoja su martillo. “Suena como mi vida”, ella responde sin expresión alguna.
Con 75 minutos de duración, ‘Demonio 79’ coquetea con la misma idea que ‘Beyond the Sea’. En cuestión del tono, no es muy diferente a The Cabin in the Woods de Drew Goddard y Joss Whedon, que entrelaza violencia, comedia y aburrimiento apocalíptico en una elegante trenza. Como ‘Mazey Day’, es más nostálgico que los episodios proféticos de Dickens (ese es Philip K. Dick, quiero decir, no Charles Dickens), pero los problemas de Gran Bretaña de 1979 se sienten sorprendentemente presentes. Costos de gasolina en espiral, acción industrial, demagogia de extrema derecha: ‘Demonio 79’ no es una predicción de nuestro futuro tecnológico, sino una fantasía para escapar de nuestro presente político.
Traducción de Michelle Padilla