Aunque el caso real es espeluznante, la serie de ‘The Watcher’ da pena ajena
La serie intenta ser más llamativa y aterradora que la historia real ya de por sí escalofriante; termina convirtiéndola en una farsa
Cuando la historia del acosador The Watcher se hizo pública por primera vez en 2018, personas de todo el mundo la devoraron con un apetito aparentemente insaciable a medida que estallaban las teorías de conspiración y los detectives amateur se obsesionaron con la investigación del caso.
La historia, sobre una familia suburbana que recibe una serie de cartas amenazadoras de una persona que se hace llamar “The Watcher” [el vigilante], resonó como particularmente aterradora por tres razones.
En primer lugar, el sentimiento fundamental de seguridad que todo el mundo anhela: la seguridad en el propio hogar. The Watcher parecía ser capaz de oír y ver a la familia Broaddus en el 657 Boulevard de Westfield, Nueva Jersey; o sea, quedaron despojados de cualquier sensación de privacidad o comodidad.
En segundo lugar, no hubo sangre, ni sustos, ni amenazas concretas, solo cartas espeluznantes que hablaban de “sangre joven” y “codicia” en un lenguaje extraño y siniestro. Esa vaga e intangible sensación de aprensión equivale a tortura psicológica y miedo constante. ¿Quién era el autor? ¿Por qué escribía? ¿Era una broma? ¿La persona estaba dentro? ¿Dónde estaba? ¿Sería esta noche la noche en que pusiera sus amenazas en marcha y dañara a la familia?
Por último, sigue sin resolverse. Es un misterio irresistible.
La nueva serie de Netflix The Watcher toca estos elementos, pero destruye por completo las partes más aterradoras de la historia por complicarlas demasiado. La serie intenta ser más llamativa y aterradora que la historia real ya de por sí escalofriante; termina convirtiéndola en una farsa.
Por casualidad, me desperté antes de las 3 am del día en que se estrenó The Watcher y no pude volver a dormir, así que abrí Peacock en mi teléfono y vi los siete episodios. Había escrito sobre la historia a principios de este año y hablé con un propietario anterior de la casa y los vecinos de Boulevard, incluido el hermano de un hombre que había sido uno de los principales sospechosos. El hermano todavía estaba tan furioso e indignado por la historia de ocho años que soltó una diatriba llena de blasfemias, quejándose de que su familia merecía una disculpa.
Ese sospechoso, que ya falleció, y otras figuras de la vida real fueron tergiversados y fusionados en un conjunto de personajes en la serie de Netflix. Cada episodio arroja obstáculos importantes o presenta a otro vigilante potencial excéntrico con el único logro de hacer toda la serie confusa.
Para ser honesta, estaba bastante sorprendida y decepcionada. The Watcher tiene un elenco estelar: Bobby Cannavale, Mia Farrow, Margo Martindale y Naomi Watts. Después de terminar los episodios, pensé que se habrían dado cuenta de que la serie era un desastre desde la primera lectura del guion. Tal vez el guion cambió; tal vez los cortes del director desembocaron en un producto final confuso y, a veces, hilarantemente vergonzoso.
Sin importar qué haya pasado, me pareció cada vez más ridícula, tanto que a menudo también me resultaba difícil prestar atención.
La licencia creativa que se toma el programa es exagerada e innecesaria; inventa casi todo lo que pasa en la serie. Y las adiciones restan valor al verdadero horror.
La serie agrega un aluvión de amenazas físicas y tragedias (cuidado que hay spoilers). La mascota de la familia Broaddus es asesinada. Descubren un túnel debajo de la casa. Ven una figura vestida de negro que huye a través de él. Una misteriosa chica con cola de caballo aparece en la casa. Encuentran a un vecino extraño, un hombre mayor vestido con un overol y de pocas palabras que se parece al tío Lucas, escondido en el montaplatos de la casa. Todo está incoherente, desconcertante y completamente ficticio.
Jennifer Coolidge hace lo que mejor sabe hacer, interpretar a una agente de bienes raíces egoísta, intrigante y voluptuosa que vende 657 Boulevard a Cannavale y Watts, quienes interpretan a la pareja Brannock. Cuando finalmente venden la casa debido a The Watcher, ella la compra por una ganga e inmediatamente se muda, solo para encontrar a su perro asesinado y ver una figura amenazante, vestida de negro y encapuchada que se abalanza sobre ella en la casa. El personaje de Coolidge corre gritando por la calle.
Me reí en voz alta en esa escena. La figura encapuchada y su reacción semejan a Scream; la ropa de dormir de su personaje es idéntica al estilo de moda de la madre de Stifler, el sensual personaje similar a la señora Robinson que interpretó en la franquicia de películas American Pie.
Esa no fue la única vez que me reí en escenas de los episodios. No estoy segura de si los creadores tenían la intención de que pareciera casi una parodia, pero definitivamente lo es.
Sin embargo, me volvería loca si tuviera la desgracia de ser alguien remotamente relacionada con el caso, ya sean los sospechosos, los agentes inmobiliarios, los vecinos, la policía o incluso la propia familia Broaddus. Es seguro asumir que los espectadores, debido a que The Watcher se basa en la verdad, serán incapaces de distinguir qué partes de la película realmente sucedieron y cuáles no. La mayoría de los protagonistas reales sigue viviendo en Westfield. Pasarán años, y posiblemente el resto de sus vidas, corrigiendo las percepciones de las personas que creen que las representaciones de Peacock son precisas.
No era necesario que la historia fuera sobredramatizada, sobrecomplicada y sobreactuada.
Todos los detalles reales eran lo suficientemente horrorosos. Y el verdadero vigilante puede seguir ahí fuera.