Pedro Pascal y su rápido ascenso al estrellato lo definirá o lo destruirá
Casi de la noche a la mañana, el afable protagonista de ‘Juego de Tronos’ parece haberse convertido en el actor más solicitado de Hollywood. Louis Chilton analiza las razones de su éxito y la prueba de fuego a la que ahora se enfrenta
¿Es Pedro Pascal la estrella del cine más famosa del mundo en estos momentos? No es descabellado afirmarlo si tenemos en cuenta los proyectos que el actor chileno-estadounidense de 50 años ha realizado recientemente o tiene en puerta. En un par de meses, liderará el reinicio de una de las franquicias más emblemáticas de Marvel, Los Cuatro Fantásticos, donde interpretará a Reed Richards, con sus extremidades de goma, antes de repetir el papel en la película del año que viene Avengers: Doomsday, que se perfila como una de las más lucrativas de la historia. También es el protagonista (si no es que técnicamente el rostro) de la primera película de Star Wars en siete años, la próxima The Mandalorian & Grogu, una continuación de la serie de tres temporadas de Disney+ que también protagonizó. En HBO, es uno de los dos protagonistas de The Last of Us, el drama apocalíptico ganador de un Emmy que regresa esta semana con su segunda temporada. Y hace unos meses se estrenó Gladiador II, en la que tiene un papel importante como general romano.
Y la lista no acaba ahí. Pascal tiene dos películas pendientes de estreno: la comedia de acción Freaky Tales (en cines el 18 de abril) y la comedia de errores The Uninvited (9 de mayo). En la próxima película de Celine Song, Materialists —la primera de la cineasta desde su debut Vidas pasadas, nominada al Oscar—, hay un papel de lujo como uno de los integrantes de un triángulo amoroso (Chris Evans y Dakota Johnson son los otros). Y luego está Eddington, un neo-western del director de Midsommar y El legado del diablo, Ari Aster, que sitúa a Pascal junto a Joaquin Phoenix, Emma Stone y Austin Butler. Pascal ha subido como la espuma hasta convertirse en uno de los actores más solicitados de la industria, una presencia omnipresente y muy apreciada en la pantalla. Pero hay algo peculiar en su ascenso, que parece haberse producido con una fuerza y una rapidez que resultan casi inexplicables. Es muy inusual adquirir fama a ese nivel después de los 40 años, por no decir inaudito.
Cuando Pascal saltó a la fama como el despiadado príncipe bisexual de Juego de Tronos Oberyn Martell, que se incorporó cuatro temporadas después, ya estaba entrando a los cuarenta. Cuando uno piensa en estrellas de cine que rondan la edad de Pascal, imaginamos figuras como Phoenix, Christian Bale, Leonardo DiCaprio, Adrien Brody o Colin Farrell, intérpretes que parecen haber existido desde siempre y que se han convertido en parte del mobiliario de la cultura pop. Mientras esos actores alcanzaban la cima creativa a finales de los 90 y principios de los 2000, Pascal escarbaba papeles esporádicos en cualquier programa de televisión que lo contratara: recuerda que tenía 7 dólares a su nombre cuando los ingresos residuales de un único episodio de Buffy Cazavampiros en 1999 lo salvaron de la indigencia. “Mi etapa de novato duró unos 15 años, y me refiero a no poder ir al médico, enfermarme, operarme, pagar el alquiler”, relató.
Sin embargo, el hecho de que Pascal florezca de forma tardía no es una peculiaridad de su carrera, sino una reveladora perspectiva de su atractivo. Saltó al estrellato como un hombre adulto completamente formado. Mírenlo en Tronos, o en casi cualquier cosa en la que aparezca, y su presencia en la pantalla es de un imperturbable aplomo. Actores como Pascal —hombres masculinos y elegantes, maduros, de mediana edad, con atractivo multigeneracional y destreza en distintos tonos y géneros— no son precisamente comunes en Hollywood. Después de Tronos, cabría esperar que se decantara por papeles igual de extravagantes, pero en realidad ha hecho todo lo contrario: en The Last of Us, The Mandalorian y Gladiador II, es la rudeza en persona.
Pascal es un buen actor, sin duda, pero también —y esto es crucial— un actor sin historia, sin un tipo al que deba adaptarse o subvertir. Muchas de las otras grandes estrellas de su generación han visto cómo su resplandor se ha empañado por fracasos de gran repercusión, lo que un colega mío denomina “historial de fracasos”. En Hollywood, o mueres como un héroe o vives lo suficiente para protagonizar una película de acción real de una marca de cereal. Pero Pascal es un lienzo en blanco.
Ha tenido suerte, aquí y allá: salió ileso del desastre de Wonder Woman 1984 de 2020. Interpretó al villano en la secuela de superhéroes con críticas tibias y en gran parte ignorada. Por su parte, la protagonista de la película, Gal Gadot, no salió tan bien librada. También fue inmune a la rareza ambientada en China de Matt Damon, La gran muralla (2016), y al esperpento de espionaje Kingsman: el círculo dorado (2017). Quizás, se debe meramente a que no era tan conocido en su momento: será una historia diferente si Los Cuatro Fantásticos: primeros pasos o The Mandalorian & Grogu resultan ser grandes fracasos, ya que Pascal y su estrellato en ascenso estarán en primer plano. No obstante, su frescura es una virtud por ahora.
Su ascenso en la escala de Hollywood puede atribuirse también a su encanto fuera de la pantalla. Pascal parece una figura popular en sets y entre los círculos de sus colegas, y muchos de sus antiguos compañeros de reparto han hablado con cariño de la amistad que han forjado con él. Su política es progresista y directa; cabe destacar que Pascal ha sido una de las pocas figuras importantes que ha apoyado recientemente a la joven Rachel Zegler, en medio de la brutal e injusta reacción contra Blancanieves.

Y, sin embargo, el hecho de que Pascal sea una estrella implica un elemento moderno que desorienta. Es una estrella de cine para una época en la que los estudios han desmantelado las convenciones del estrellato cinematográfico. ¿Es taquillero? No ha habido forma real de saberlo. Hasta la fecha, y con la excepción parcial de Tronos, Pascal nunca ha trascendido realmente el material con el que trabaja. Por ejemplo, todo el mundo está de acuerdo en que ofrece una gran interpretación en The Last of Us, pero nunca ha sido la cuestión más discutida o celebrada de esa serie; su etapa como protagonista de Narcos, la serie policíaca de Netflix, fue muy parecida.
En The Mandalorian, la destreza de Pascal solo es perceptible en breves e infrecuentes ráfagas: Pascal —o, a veces, un doble de Pascal— se pasa la mayor parte de la serie con un casco que le oculta la cara, obligado como está su personaje por las reglas de un clan de fanáticos de las máscaras. Luego están los otros proyectos ignominiosos, deslucidos productos de estudio como Wonder Woman 1984 o la comedia de acción de Nic Cage El insoportable peso de un talento descomunal, en los que Pascal es incapaz de elevar un material mísero.
Resulta extraño, pero todo lo anterior puede acabar ayudándole. Hay una incógnita alumbrando el camino al estrellato de Pascal. Aún están por definirse los límites de su atractivo. Tiene buena voluntad: es agradable ver que una figura como Pascal, un inmigrante chileno que huyó de la dictadura de Pinochet cuando era niño, partidario declarado de las causas LGBT+, actor cuya obra subvierte los comportamientos de la masculinidad convencional, reciba una oportunidad así. Será aún más bello si demuestra ser grandioso.
‘The Last of Us’ está disponible en la plataforma de streaming Max
Traducción de Michelle Padilla