El rincón de los libros de Sofía: “La aventura de un fotógrafo en La Plata” de Adolfo Bioy Casares
Apariencia y realidad, sueño y vigilia, plena consciencia y alucinación, se funden sutilmente para subrayar la fundamental ambigüedad de este relato, que, si bien participa de los elementos de la novela de intriga y del relato fantástico, es, a la vez, una hermosa historia de amor.
En esta oportunidad quería compartir con ustedes un autor que cuando era chica me dejaba pensando durante días. Adolfo Bioy Casares fue un escritor de ficción, periodista, diarista y traductor argentino. Fue amigo y colaborador frecuente de su compatriota Jorge Luis Borges, y es autor de la novela de ficción fantástica La invención de Morel, y el marido de una de las mejores escritoras que dio Latinoamérica, en aquellos tiempos en los que las mujeres no se relacionaban con la literatura.
Si pudiera elegir un deseo, me gustaría sentarme a escuchar una charla de Borges, con Bioy Casares y Ocampo, deben haber sido maravillosas.
De todos los libros, cuentos, ensayos, colaboraciones, de todo lo maravilloso que nos ha legado, hoy les traigo un libro que no es de los más renombrados pero que volvió a mis manos después de muchos años. Reencontrarlo fue parte de la magia de la vida que a veces pone en nuestro camino, aquello que estamos necesitando.
Este especial y característico escritor, tenía un dominio magistral dominio de diversos géneros narrativos (el relato fantástico, la novela de aventuras, la ficción científica) y la recurrente aparición de temas y situaciones característicos proporcionan a la obra entera de Adolfo Bioy Casares una sólida unidad.
“La aventura de un fotógrafo en La Plata” narra las peripecias de Nicolasito Almanza durante su estancia en la ciudad de La Plata, a la que acude en el cumplimiento de su primer encargo como fotógrafo profesional y de sus azarosas relaciones con la familia Lombardo y los personajes que pueblan su mundo de huésped de pensión.
Apariencia y realidad, sueño y vigilia, plena consciencia y alucinación, se funden sutilmente para subrayar la fundamental ambigüedad de este relato, que, si bien participa de los elementos de la novela de intriga y del relato fantástico, es, a la vez, una hermosa historia de amor. Las peripecias de un joven fotógrafo provinciano, que llega a ciudad con el encargo de fotografiar las maravillas arquitectónicas para una publicación editorial. Recién llegado a su destino, todavía en la estación de trenes, el personaje principal tiene un encuentro casual con una familia desconocida, el señor Lombardo y sus dos hijas, Griselda y Julia, quienes lo invitan a desayunar bajo falsos pretextos al advertir en él una inquietante semejanza con un hijo desaparecido en circunstancias extraña. A partir de aquel encuentro, el inocente fotógrafo queda atrapado en el mundo misterioso de Lombardo, que lo trata como a un hijo y quiere usarlo para cobrar un seguro de vida, y la seducción de sus dos hijas, con las que mantiene un triángulo amoroso. Todo esto ocurre, al mismo tiempo, que un grupo de amigos intenta apartarlo de esa familia de dudosas intenciones. Decidido a cumplir con su encargo lo mejor posible, a pesar de verse envuelto en una interminable serie de interrupciones que van surgiendo, algo misteriosamente, a partir de su relación con los Lombardo y demás personajes Mascardi, que es su viejo amigo de la infancia, el viejo Gruter y su asistente Gladys, la patrona de la pensión, el viejito Lemonier y su novia Laura, el funebrero Lo Pietro y su Mono, nuestro personaje principal, Nicolasito recorre la extraordinaria ciudad en medio de una atmósfera neblinosa y fantasmagórica en la que ambos bandos, los Lombardo, por una parte y los demás personajes, rivalizan por él.
Esta novela, con una prosa extraordinaria y casi, yo diría que melódica, está marcada por los acontecimientos extraordinarios, y para serles sincera, no estoy segura que tenga el final que todos esperan, que simplemente podría ser la unión o la relación con alguna de las hijas de Lombardo. Sin embargo, eso es algo que deben decidir los propios lectores, pues su final abierto invita a dejar volar la imaginación.