Los niños sobrevivientes de la guerra en Ucrania seguramente cargarán con cicatrices psicológicas
Una generación de niños ucranianos ha visto sus vidas trastornadas por la invasión rusa a su país
Los dos niños entrecerraron los ojos para tratar de ver a través del humo espeso que flotaba en el aire después de que una explosión ensordecedora sacudiera su pequeña casa en la región oriental de Donetsk, en Ucrania. Los niños, de 9 y 10 años, llamaron a su padre, pero sólo hubo un silencio espeluznante.
Luego, Olha Hinkina y su hermano, Andrii, corrieron al refugio antiaéreo, como les habían enseñado. Cuando los estruendos cesaron y el humo se disipó, encontraron a su padre en el porche: inmóvil y cubierto de sangre tras haber sido alcanzado mortalmente por un proyectil ruso.
“Mi padre murió a las siete de la mañana”, relata Andrii, quien ahora vive en la ciudad occidental de Leópolis, más segura y cerca de la frontera con Polonia. Los dos hermanos se unen a una generación de niños ucranianos cuyas vidas se han visto trastornadas por la guerra. La invasión a gran escala de Rusia los sometió a un bombardeo constante, desarraigó a millones de sus hogares y convirtió a muchos en huérfanos.
Cientos de niños han muerto. Para los sobrevivientes, el trauma de amplio alcance seguramente dejará cicatrices psicológicas que los seguirán en la adolescencia y la adultez.
“Incluso si los niños huyeron a un área más segura, eso no significa que olvidaron todo lo que les ocurrió”, explica la psicóloga Oleksandra Volokhova, quien trabaja con niños que escaparon de la violencia.
Por lo menos 483 niños han perdido la vida y casi 1.000 han resultado heridos, según cifras de la Fiscalía General de Ucrania.
Mientras tanto, la Unicef dice que aproximadamente 1,5 millones de niños ucranianos corren el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático y otros problemas de salud mental, con efectos potencialmente duraderos.
Casi 1.500 niños ucranianos han quedado huérfanos, según el Servicio Social Nacional de Ucrania.
El mayor número de víctimas infantiles proviene de Donetsk, el epicentro de muchas batallas, donde 462 niños han muerto o resultado heridos, según funcionarios ucranianos.
Esa cifra no incluye las bajas de Mariúpol, la ciudad ocupada por Rusia que también forma parte de la provincia de Donetsk, donde a las autoridades ucranianas les ha resultado difícil rastrear a los muertos y heridos.
Antes de que la guerra los separara, la familia Hinkin era como cualquier otra que vivía en el pueblo de Torske, que ahora está a apenas 35 kilómetros (22 millas) del frente de batalla.
Con la muerte de su padre en octubre, los niños quedaron huérfanos. Su madre murió años antes de la guerra.
Seis meses después, los hermanos parecen estar superando lo peor de su terrible experiencia.
La policía y los voluntarios los evacuaron a una zona más segura en la región occidental de Transcarpacia, donde fueron atendidos por los servicios sociales del gobierno y una organización ucraniana de beneficencia llamada SOS Children’s Villages (Aldeas Infantiles SOS), que les proporcionó alojamiento y terapia.
Su historia se hizo conocida en Torske y sus alrededores después de que la policía difundió ampliamente un video que mostraba cómo sacaban el cuerpo de su padre de la casa de la familia.
“Conocíamos el pueblo. Sabíamos dónde vivían. Conocíamos a estas personas”, relata Nina Poliakova, de 52 años, del pueblo cercano de Lyman.
Aunque ella huyó el año pasado con su familia a Leópolis, Poliakova continuó al tanto de las noticias de su región natal. Luego, la tragedia también llegó a su vida, cuando su hijo de acogida de 16 años murió repentinamente de una afección cardíaca.
También tiene una hija de acogida de 16 años que refugió con su esposo en 2016 desde la ciudad ocupada de Horlivka, donde comenzaron las hostilidades con los separatistas respaldados por Rusia, años antes de la invasión de 2022.
Sumida en el dolor, Poliakova recibió un día una llamada de un centro local que apoya a los niños. La persona que llamó preguntó si estaría dispuesta a conocer a los hermanos Hinkin.
En su primera reunión, hablaron principalmente sobre la casa de la familia Hinkin y los animales domésticos que tenían. Una de las actividades favoritas de Andrii era alimentar a los cerdos.
Poliakova decidió recibir a los dos niños como parte de su familia extendida.
“Tuvimos esa tragedia en nuestra familia y luego el destino nos juntó”, expresa Poliakova. “Ahora muchos niños se han quedado solos, sin padres. Los niños necesitan cuidado, amor. Buscan ser abrazados y consolados”.
Han surgido muchas fundaciones para ayudar a los niños a superar el trauma de la guerra, incluido un grupo llamado Voices of Children (Voces de los Niños), que ha procesado alrededor de 700 solicitudes de padres que buscan ayuda para niños que sufren de estrés crónico, ataques de pánico y síntomas de trastorno por estrés postraumático.
Las peticiones han cambiado a medida que progresa la guerra, según un informe emitido por la organización de beneficencia. Durante el invierno pasado, los padres buscaron ayuda tras notar cambios en el comportamiento de sus hijos, como apatía, agresión y ansiedad, sensibilidad a los ruidos fuertes y hábitos antisociales.
“La psique de un niño sigue siendo más maleable que la de los adultos, y con un apoyo oportuno y de calidad, entendemos que un niño puede superar más fácilmente cualquier evento traumático”, explica Olena Rozvadovska, directora de Voices of Children.
Recuperarse de meses de vivir tan cerca de las líneas de combate fue difícil para los hermanos, manifiesta Poliakova.
“Estaban muy asustados”, agrega. Olha lloraba y la abrazaba cada vez que escuchaba las sirenas antiaéreas. Andrii estaba relativamente tranquilo durante el día, pero comenzaba a gritar en medio de la noche.
Una organización de beneficencia conocida como Sincere Heart (Corazón Sincero) ha operado campamentos de recuperación de corto plazo para niños y sus madres desde el comienzo de la invasión el año pasado. Más de 8.000 personas han utilizado los servicios del campamento.
Poliakova llevó allí a sus tres niños de acogida. Quería ayudarles a resucitar la infancia que perdieron en la guerra.
En el campamento, jugaron con otros niños que vivieron experiencias similares y participaron en sesiones de arte, clases de baile y otras actividades diseñadas para ayudar a los niños a expresar sus emociones.
Los sonidos de risas y juegos se escuchan en el campamento lleno de niños de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia, Jersón y otras regiones devastadas por la guerra. Muchos presenciaron bombardeos y experimentaron la pérdida de un padre. Algunos se recuperaron de heridas relacionadas con la guerra.
Durante una sesión de arte, los niños recibieron camisetas blancas y se les indicó que expresaran sus sentimientos a través del dibujo. La mayoría pintó con el azul y el amarillo de la bandera ucraniana y escribió la frase “Gloria a Ucrania”.
Olha Hinkina pintó un corazón en azul y amarillo.
“Los niños reflejan lo que hay en la superficie”, comenta Rozvadovska. “Están creciendo en un ambiente con los colores de nuestra bandera, las actualizaciones diarias desde la línea del frente, el orgullo por el ejército que está de pie”.
La recuperación está al alcance de los niños, agrega. Pueden volverse más fuertes porque han sobrevivido.
“Tienen en ellos la experiencia que los ayudó a sobrevivir”, recalca. “Tal vez eso incluso los hizo más resilientes y adaptables”.
Cuando Andrii Hinkin recuerda su pueblo natal, no piensa en las bombas, el humo o las explosiones estruendosas. Lo recuerda como un pueblo hermoso.
Cuando se le pregunta cuáles son sus mayores sueños, responde tímidamente. “Quiero crecer”.