La generación Z arremete contra la serie ‘Sex and the city’: obsoleta, vergonzosa y poco creíble
La reconocida serie estadounidense llega por primera vez a Netflix y los temas controversiales que plantea se exponen al público moderno. Brittany Miller de 22 años, revela exactamente lo que ella y la generación Z piensan de la serie, dos décadas después de su primera emisión
Cuando se emitió Sex and the city en 1998, mis padres aún no se habían casado; cuando la serie terminó en 2004, yo tenía tres años.
Ahora tengo 22 años y veo Sex and the city por primera vez.
Al igual que el personaje principal de la serie, Carrie Bradshaw, soy escritora y vivo en Nueva York, pero ahí acaban las similitudes.
Se ha hablado mucho de lo que mi generación pensaría de lo anticuado de algunos argumentos de Carrie Bradshaw, como cuando describe la bisexualidad como “una escala en la ciudad gay”. O el altercado de la sexópata Samantha Jones con sus “amistosas prostitutas transexuales sin cirugías del vecindario”, descritas como “50 % hombre, 50 % mujer y 100 % insoportables”.
La llegada a Netflix de Sex and the city, la producción de HBO que se basa en la columna de la escritora estadounidense Candace Bushnell y en el libro del mismo nombre, acerca la serie a una audiencia más amplia y global. Pero, la serie ha estado disponible en la plataforma de streaming Max desde que se lanzó en 2020, y en HBO antes de eso, por lo que esta no es la primera exposición de la generación Z a la serie, y somos más que capaces de manejar los temas que aborda sin colapsar.
No pretenderé que hablo por toda una generación, pero como integrante de la generación Z y toda una novata en lo que respecta a la serie, puedo decir que después de ver algunos episodios, definitivamente, no soy una fanática.
Mi problema no es que la serie sea anticuada, es que es tan lamentable que no se soporta; la historia gira en torno a personajes que son, francamente, horribles personas y pésimos amigos.
El programa no era totalmente nuevo para mí. Crecí con la televisión por cable y las constantes repeticiones de Sex and the city, pero nunca me dejaron verla. Las aventuras sexuales de cuatro treintañeras de Manhattan eran, según mi madre, “demasiado inapropiadas”, lo cual sonaba sensato. Pero desde que me mudé a Nueva York para trabajar como escritora, muchos me han hecho bromas respecto a estar en mi “fase de Carrie Bradshaw” y yo no tenía idea de qué hablaban.
Ahora que he visto la serie, puedo afirmar que definitivamente no atravieso ninguna fase por el estilo.
En primer lugar, vivo en el sur de Brooklyn, a 50 minutos de la oficina, y no en una típica casa adosada del Upper East Side. No estoy todo el tiempo almorzando o cenando o tomando cócteles en los bares con mis amigos. ¿Quién puede comer fuera tan a menudo? En cuanto a las citas, a menudo oigo hablar a mis amigas sobre sus problemas de pareja, así que supongo que tenemos eso en común, pero ninguna cambia de compañero tan a menudo como las chicas de Sex and the city.
También pertenezco a una generación en la que no es raro que alguno de tus amigos tenga una orientación sexual diferente. Mis compañeros y yo éramos muy jóvenes cuando se legalizó el matrimonio homosexual en Estados Unidos en 2015. En definitiva, uno de mis mayores problemas con la serie es la autoproclamada “columnista del sexo”, Carrie, que se suponía que abriría nuestras mentes, pero que resultó políticamente correcta en torno a temas que, en la actualidad, están naturalizados.
Cuando Carrie sale brevemente con un hombre bisexual llamado Sean, los otros tres personajes principales ofrecen puntos de vista muy anticuados sobre su sexualidad. Charlotte afirma que los hombres bisexuales acaparan a todos los solteros de Nueva York; Miranda lo define como un “codicioso que juega para ambos bandos”; y Samantha, la amiga prosexo, dice ser una persona “abierta a todas las opciones” que prueba todo al menos una vez.
Una persona bisexual no está “confundida”. La bisexualidad es una orientación sexual real.
Otro tema que genera grandes discusiones es el aborto. El 24 de junio de 2022 la Corte Suprema de Estados Unidos anuló el caso Roe contra Wade, y puso fin al derecho constitucional al aborto, que había estado vigente durante casi medio siglo. En la serie, hay un episodio entero en el que, en mi opinión, se trata la problemática del aborto de una forma muy cuestionable.
En la cuarta temporada, Miranda queda embarazada, sin haberlo planeado, de su exnovio Steve e inmediatamente decide abortar. Comparte su decisión con sus amigas, y es entonces que Samantha y Carrie revelan que ambas habían abortado.
Luego, Charlotte, quien tiene pocas posibilidades de concebir de forma natural, hace que Miranda sienta una gran culpa respecto a su inclinación por el aborto.
Cuando llega la hora de la intervención, Miranda cambia abruptamente de opinión y decide que tendrá al bebé. Aunque en un principio el episodio abordó el tema de forma directa y clara, la decisión de Miranda de no abortar parece ser fruto de la presión social y de su constante frustración por no encajar en el modelo de mujer “ideal”.
El aborto debería ser una opción para todas las mujeres. La historia que cuenta el episodio me hubiese parecido coherente si Miranda se hubiera mantenido fiel a su decisión inicial.
Como si esto no fuera poco, la serie presenta argumentos que son simplemente penosos y vergonzosos. En la tercera temporada, Samantha sale con un productor discográfico negro, pero la hermana del joven no está de acuerdo con esa relación, lo cual genera grandes desacuerdos entre ambas mujeres.
Samantha insulta a la hermana de su compañero en medio de una discusión. ¿Acaso alguien reaccionaría de esa forma en la vida real? Yo creo que no.
Más adelante, la impulsiva Samantha se enoja con unas prostitutas trans que hacen ruidos molestos frente a la ventana de su departamento en el vecindario Meatpacking District en mitad de la noche. En el episodio, uno de los más inapropiados de la serie, Samantha no solo utiliza insultos despectivos repetidas veces, sino que además les arroja un balde de agua.
Tal vez era algo normal en esos tiempos, pero ninguno de estos argumentos es válido hoy en día.
En cuanto a la serie, me quedé con la abrumadora sensación de que los personajes principales carecen de cualidades valiosas; me pregunto cómo es que son amigos.
Sé que no soy la única persona en el mundo que odia a Carrie. Después de todo, genera situaciones dramáticas innecesarias, culpa a los demás, pide ayuda a sus amigos, pero nunca parece dejar atrás esos tóxicos hábitos. Después de unos pocos episodios, odié el programa, porque pretende que simpaticemos con los puntos de vista de sus personajes.
Samantha es insoportable y, al parecer, no tiene ética. Dice que su objetivo en la vida es “tener sexo como un hombre”, pero eso no es excusa para su conducta lasciva. ¿Alguien disculparía a una persona que le agarrara los genitales a un masajista después de oír por ahí que da “finales felices”?
Por su parte, Miranda parece encontrar lo negativo en todo. No permite que nadie sea feliz con sus decisiones, ni siquiera sus amigas. A veces parece tener sus motivos (como cuando aconseja a Carrie que no vuelva con John James Preston, también conocido en la serie como Mr. Big), aun así, su constante negatividad es agotadora.
Al principio me gustó Charlotte, sobre todo en la primera temporada, cuando se muestra muy decidida a la hora de considerar qué actos sexuales quiere o no quiere hacer después de que una pareja ocasional intentara presionarla para realizar sexo oral. Pero resultó ser la peor. Es egoísta, superficial y, en general, un personaje horrendo. Durante las seis temporadas, maduró muy poco. En lugar de aprender de sus experiencias, se quejaba, y cometía una y otra vez el mismo error: tenía expectativas demasiado altas respecto a los hombres con los que salía. Al final, de alguna manera, terminaba culpándolos por no convertirse en el hombre de sus sueños.
A diferencia de Friends o The office, que tienen sus propias falencias cuando se miran desde una perspectiva actual, en Sex and the city ningún personaje vale la pena. La conclusión es que no puedo disfrutar de una serie que supuestamente trata sobre la amistad entre mujeres cuando no me simpatizan los personajes en lo absoluto, porque no solo son malas amigas, sino malas personas. Pero, aprecio el concepto de la serie, y lo abiertos que son cada uno de estos personajes a la hora de hablar de sexo y liberar a la sociedad de los tabúes. Aún no había nacido cuando empezó a emitirse la serie, pero reconozco todos los límites que cruzó y superó.
Nunca he visto a un grupo de mujeres hablar tan abiertamente (y con tanta frecuencia) de sexo en ninguna otra serie, yo y toda mi generación debemos reconocer lo revolucionarias que habrán sido estas charlas sobre sexo oral y masturbación cuando Sex and the city se emitió por primera vez. En algo estamos de acuerdo: resulta agradable ver a las mujeres hablar libremente de su vida sexual.
Pero a pesar de las posibles cualidades de la serie, no me representa.
Traducción de María Delia García