Cómo una canoa ayudó a convertir la cultura hawaiana en un motivo de orgullo

Audrey McAvoy
Domingo, 09 de marzo de 2025 20:31 EDT

Los colonizadores estadounidenses de Hawai otrora prohibieron impartir el idioma hawaiano en las escuelas. Algunos hawaianos nativos intentaron aclarar su piel con sosa cáustica. Muchas personas creían que los navegantes polinesios simplemente habían tenido suerte al encontrar las islas desplazándose a la deriva sobre troncos.

Pero una canoa botada al mar hace medio siglo ayudó a transformar la cultura hawaiana de una fuente de vergüenza a una de orgullo, reavivando la habilidad de navegar por los mares descifrando las estrellas, las olas y el clima. Esa embarcación —una canoa de vela de doble casco llamada Hokulea, en honor al nombre hawaiano de la estrella Arcturus— incluso influiría en el exitoso filme “Moana” de Disney décadas después.

Para conmemorar el aniversario, los miembros originales de la tripulación de la Hokulea se reunieron el sábado para una ceremonia de danza de hula y consumo de la bebida kava, la cual se llevó a cabo en la playa de la isla de Oahu donde la canoa partió el 8 de marzo de 1975 y en la que se efectuaron sus primeras navegaciones de entrenamiento.

“Es un vehículo de exploración. Es un vehículo de descubrimiento”, señaló en una entrevista Nainoa Thompson, director general de la Sociedad de Viajeros de la Polinesia. “También ha sido nuestro vehículo en pos de la justicia como nativos hawaianos, como isleños del Pacífico, como una cultura muy única y especial de la Tierra”.

En 1980 Thompson se convirtió en el primer hawaiano en seis siglos en navegar a Tahití sin una brújula ni otros instrumentos modernos, una distancia de aproximadamente 4.300 kilómetros (2.700 millas).

La cultura hawaiana había estado reprimida durante mucho tiempo

Thompson, de 71 años, recuerda historias de su abuela, nacida menos de una década después del derrocamiento del Reino de Hawai en 1893, lo cual fue respaldado por Estados Unidos. Los maestros la golpeaban por hablar hawaiano, y su tío intentó quitarse el color marrón de la piel con sosa cáustica.

Cuando tuvo hijos no les enseñó hawaiano.

“Si sus hijos intentaban ser hawaianos, les harían daño en la nueva sociedad”, narró Thompson. “Por lo tanto, tienes que convertirte en algo distinto”.

Un resurgimiento del orgullo e identidad hawaiana, iniciado a finales de la década de 1960 y en la de 1970, desencadenó un renacimiento cultural. El artista Herb Kane comenzó a pintar canoas antiguas basadas en dibujos de exploradores europeos, y se le ocurrió la idea de construir una canoa de doble casco con velas triangulares altas, similares a las que sus antepasados habían utilizado cientos de años antes.

Desmintiendo la teoría del tronco a la deriva

En aquella época, muchas personas aceptaban la idea de que los polinesios colonizaron las islas por accidente.

El explorador noruego Thor Heyerdahl había planteado la teoría de que los polinesios llegaron desde América del Sur, empujados hacia el oeste por los vientos y corrientes predominantes. En 1947 se propuso demostrarlo flotando desde Perú en una balsa de troncos. Arribó a las Islas Tuamotu, al norte de Tahití, y escribió un “best seller”.

La teoría de Heyerdahl se afianzó, pese a que durante generaciones los hawaianos habían transmitido historias de personas que viajaron desde tierras distantes —incluida Kahiki, posiblemente lo que hoy se conoce como Tahití— en canoa, trayendo consigo plantas comestibles como el ulu, o fruta del pan.

Kane, el arqueólogo Ben Finney de la Universidad de Hawai y el surfista Tommy Holmes de Honolulu querían desafiar el concepto del tronco a la deriva. Fundaron la Sociedad de Viajeros de la Polinesia, decididos a navegar en canoa hacia Tahití sin el uso de instrumentos modernos.

Necesitaban un navegante. Las habilidades tradicionales de navegación a larga distancia prácticamente habían desaparecido, pero un voluntario del Cuerpo de Paz de Estados Unidos en el aislado atolón de Satawal en Micronesia les habló de Pius “Mau” Piailug, al que le habían enseñado navegación desde la infancia. Durante más o menos un mes en 1976, Piailug guió la Hokulea desde Hawai hasta Tahití, aproximadamente la misma distancia que hay de Hawai a California.

Unas 17.000 personas se agolparon en la costa tahitiana para recibirlos y presenciar lo que un miembro de la tripulación llamó “la nave espacial de nuestros ancestros”.

John Waihe‘e, exgobernador de Hawai, tenía en ese entonces poco más de 20 años y era delegado en la Convención Constitucional estatal de 1978. El éxito de la Hokulea impulsó a los delegados a hacer del hawaiano un idioma oficial del estado, a pesar de que pocos residentes aún lo hablaban, recordó. También crearon la Oficina de Asuntos Hawaianos para mejorar el bienestar de los hawaianos nativos.

“Nos ayudó a creer en todo lo que estábamos haciendo”, señaló Waihe‘e.

En la actualidad, dos docenas de escuelas tienen programas de inmersión en el idioma hawaiano, y los datos del censo muestran que más de 27.000 personas en Hawai, y 34.000 en Estados Unidos, hablan hawaiano en casa.

Dándoles dignidad a los ancianos

En 1978, una tripulación mal preparada partió hacia Tahití en medio de mal tiempo y la Hokulea zozobró tan sólo unas horas después de partir del puerto. Eddie Aikau, uno de los tripulantes, remó en su tabla de surf para pedir ayuda. La Guardia Costera rescató la canoa, pero Aikau nunca fue encontrado.

En respuesta a ello la sociedad de navegación fue reestructurada, estableciendo metas y requisitos de entrenamiento claros. Thompson estudió en un planetario de Honolulu y pasó más de un año bajo la tutela de Piailug. En 1980 navegó hacia Tahití.

Thompson señaló que sentía una profunda obligación de cumplir el deseo de Aikau de seguir el camino de sus ancestros y “sacar a Tahití del mar”. Pero no celebró cuando la Hokulea llegó allí.

“Simplemente fui a un lugar tranquilo y oscuro y le dije a Eddie que lo sacamos del mar”, manifestó Thompson. “No hay expresiones de festejo. Es demasiado profundo”.

En las décadas que han pasado desde entonces, la sociedad ha navegado la canoa alrededor del Pacífico y del mundo, incluidos Nueva Zelanda, Japón, Sudáfrica y Nueva York.

Inspiró a otras comunidades isleñas del Pacífico a reactivar o a volver a apreciar sus propias tradiciones de navegación.

En Rapa Nui, Chile —también llamada Isla de Pascua— los isleños han emprendido viajes en canoa de larga distancia. La Universidad de Guam tiene un programa de navegación. Tendencias similares han surgido en las Islas Cook, la Polinesia Francesa, Samoa y Tonga, indicó Mary Therese Perez Hattori, directora del Programa de Desarrollo de las Islas del Pacífico en el East-West Center, un organismo con sede en Washington que promueve las relacciones entre oriente y occidente.

“Provenimos de sociedades muy, muy antiguas”, apuntó Hattori, quien es chamorra, el pueblo indígena de las Islas Marianas. “La Hokulea nos ayudó a recordarle esto al mundo”.

Hollywood produce un éxito de taquilla

La influencia de la Hokulea se propagó en 2016 cuando Disney lanzó “ Moana ”, una película de dibujos animados sobre una chica de 16 años que aprende sobre navegación hace unos 3.000 años.

Thompson habló con cientos de miembros del equipo creativo de la película sobre la navegación y la importancia de las canoas en la cultura del Pacífico, indicó Aaron Kandell, un escritor nacido en Hawai que trabajó en la película.

Kandell, que no es hawaiano nativo, pasó un año estudiando navegación con la Sociedad de Viajeros de la Polinesia cuando tenía poco más de 20 años e incorporó eso en el guion, incluidas las escenas en las que Moana aprende a usar su mano extendida para rastrear las estrellas y pasa su mano sobre el océano para sentir las corrientes.

Los tripulantes les enseñaron a los dibujantes acerca de las cuerdas de fibra de coco, con el fin de que tuvieran el aspecto correcto cuando Moana tira de ellas, observó Kandell.

El plan original de la Sociedad de Viajeros de la Polinesia era navegar a Tahití una vez, respaldando un documental, un libro y trabajos de investigación. Thompson recuerda haber empujado el casco de la Hokulea al agua junto con la tripulación en 1975.

“Fue realmente un momento —no me di cuenta de ello—, pero esto iba a cambiarlo todo”, recordó.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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