Ecuador vota por su tercer presidente en 4 años con miedo en la calle y declive en servicios básicos
La inseguridad “nos ha obligado a permanecer encerrados”, dice el empresario del sector del acero Mauricio Bermeo. El padre de la emprendedora Yessennia Reyes ha tenido que cerrar el restaurante familiar debido a las amenazas y a la extorsión. Ambos, como otros casi 14 millones de ecuatorianos, votarán el domingo por un nuevo presidente.
Los niveles de inseguridad y violencia en Ecuador de los últimos cuatro años se han instalado en la ciudadanía como uno de los problemas urgentes que esperan que el futuro gobierno resuelva. Ya en las últimas dos elecciones era un reclamo social constante que resonó en las promesas de campaña de los candidatos.
El hoy presidente, Daniel Noboa, hizo de la seguridad y de la lucha contra las bandas de crimen organizado a las que atribuye la expansión de la violencia una de sus principales banderas para ganar las elecciones anteriores y, ahora, para aspirar a la reelección.
Noboa, que lidera las encuestas de intención de voto, tiene 15 rivales más. Pero solo la candidata de la Revolución Ciudadana, Luisa González, apadrinada por el expresidente Rafael Correa, le sigue de cerca. Los otros 14 tienen escasas posibilidades de ganar o de pasar a segunda vuelta.
Ambos extrañan la tranquilidad perdida y recuerdan con nostalgia que hasta hace pocos años a Ecuador se le llamaba “isla de paz”, que parecía inmune a la violencia guerrillera y criminal que afectaban a Colombia y Perú.
Muchos se aferran a la posibilidad de que un nuevo mandatario elegido en las elecciones de febrero, algo podría cambiar. En esa lid, para el período 2025-2029, postulan 16 aspirantes, entre ellos el presidente candidato Daniel Noboa, que lidera la intención de voto.
“Si se habla de tranquilidad, hemos perdido todo, porque ahora hasta para salir a la calle, a cualquier hora, se debe estar atento”, resume Bermeo, dueño de una empresa que fabrica artículos de acero, la cotidianidad de vivir en Ecuador.
Reyes es tajante y cree que “no hay rastro del país que teníamos”. Recuerda una época en la que podía salir a calle sin riesgos, pero ahora “hay riesgo permanente de asalto, secuestro y hasta de muerte”.
Uno de los delitos en ascenso y que causa mucho temor entre la población es el secuestro extorsivo, que de acuerdo con cifras de la Fiscalía aumentó de 1.643 casos el 2023 a 1.761 hasta noviembre del 2024. No sólo empresarios o gente adinerada están siendo afectados, sino también trabajadores que deben movilizarse por barrios peligrosos y deben pagar una cuota para salir de los mismos.
El negocio familiar de Reyes, un restaurante ubicado el valle de Los Chillos, al sur de la capital Quito, tuvo que cerrar porque los extorsionadores amenazaron a sus vecinos y la situación de inseguridad causó que se alejen los clientes. Después de eso, se está dedicando a las ventas por internet.
A esa percepción de inseguridad contribuyen las cifras de asesinatos y secuestros que la policía reporta a diario reporta. La tasa de muertes violentas, entre las más altas del continente, llegó este año a 38,76 por cada 100.000 habitantes con 6.964 muertes en 2024. En 2023, fue 46,18 por cada 100.000 habitantes con 8.237 asesinatos.
El consultor y experto en seguridad Mario Pazmiño afirmó que uno de los factores es “que tenemos una justicia de impunidad permanente, a la que se debe hacer una restructuración total”. La policía se ha quejado de que horas después de entregar delincuentes, detenidos en delitos flagrantes, estos salen libres.
Pero la inseguridad ha sido sólo uno de los problemas en el país. Además del miedo a las bandas criminales, los ecuatorianos fueron afectados durante tres meses por racionamientos eléctricos hasta de 14 horas diarias y ahora se preguntan si este año sucederá algo similar. El gobierno atribuyó los cortes a una fuerte sequía y a la falta de mantenimiento de centrales térmicas.
Bermeo aseguró que “tras los apagones, apenas logramos sobrevivir; pero si hay nuevos cortes, estaríamos en la lona”.
Los recientes cortes de luz dejaron pérdidas por unos 7.500 millones de dólares, de acuerdo con las cámaras de producción y comercio de este país, aunque la situación también afectó a los hogares.
“En los apagones me sentía como en algún pueblo atrasado”, dijo a la AP, Carla Méndez, asistente de enfermería, quien manifestó que a sus “hijos les tocó la parte más fea: hacer los deberes (tareas escolares) a la luz de la velas”. Los alimentos, recuerda, se dañaban dentro del refrigerador por la falta de energía, ocasionando un doble gasto para reponerlos.
También los colegios y los estudiantes debieron adaptarse a la dinámica de carecer de luz, lo que incidió negativamente en el progreso educativo. Las bandas criminales también han asediado a estudiantes y colegios.
En la ciudad más violenta del país, Durán se registra un 29% de deserción escolar en jóvenes mayores a 14 años. En barriadas de otras ciudades bajo amenaza criminal pasa un fenómeno similar.
Para el exministro de Educación, Milton Luna, la crisis eléctrica y la inseguridad “por supuesto han incidido negativamente sobre la educación”. En diálogo con AP, comentó que “la educación en nuestro país no es buena” y venía deteriorándose desde hace al menos una década, entre otras razones, por un esquema caduco y la falta de inversión por parte de los gobiernos de turno.
De acuerdo con una evaluación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, hasta el año 2024, los estudiantes de escuelas y colegios alcanzaron alrededor de 700 puntos, el nivel mínimo de competencias, entre otras, en materias como matemáticas y ciencias.
En el área de salud, Jaime Páez, ex médico de un centro de atención primaria del Ministerio de Salud, dijo a la AP que los pacientes siempre son bien atendidos por un médico general, incluso con la entrega de medicinas, “pero cuando se requiere de médicos de especialidad, la cosa se complica bastante y tienen que esperar semanas o meses por una cita”.
El Ministerio de Salud aseguró a la AP que hay un 80% de la medicina necesaria para atender a los ecuatorianos en esos hospitales públicos.
“Cuando he ido a los centros de salud, aunque tarda un poco la atención, siempre me atienden, y generalmente salgo con medicinas, pero a veces toca comprar”, manifestó a la AP, Alicia Dalgo.
“Parece que a los ecuatorianos nos ha caído una terrible maldición, primero fue la pandemia —del COVID—, después la inseguridad y por último los cortes eléctricos”, aseveró Víctor González. “Acá no hay mucho futuro que digamos”.