En Ciudad de México, mujeres que captan agua de lluvia ayudan a compensar por la sequía
Mientras veía su barrio desde un teleférico en una mañana reciente, Sonia Estefanía Palacios Díaz escudriñaba un mar de tanques de agua azules y negros, tubos y cables en busca de sistemas de captación de agua de lluvia.
“¡Allí hay uno!”, exclamó mientras señalaba en dirección de un tanque negro conectado a otro azul más pequeño, con tubos de conexión que serpenteaban hasta el techo donde se recolecta el agua.
“Siempre estoy buscando sistemas de captación”, dijo con una sonrisa. “Siempre estoy buscando dónde puedo montar un (sistema de) cosecha de lluvia”.
Impulsados por una sequía prolongada y el irregular suministro público de agua, muchos residentes de Ciudad de México recurren al agua de lluvia. La empresa pionera Isla Urbana, que realiza trabajos sin fines de lucro y otros en los que sí obtiene ganancias, ha instalado más de 40.000 sistemas de captación de agua pluvial en todo México desde que fue fundada hace 15 años. Y el gobierno de Ciudad de México ha invertido en la instalación de 70.000 sistemas desde 2019, una cifra que aún representa sólo una gota en la enorme metrópolis de unos 9 millones de habitantes.
Pero hay poca educación y recursos limitados para dar mantenimiento a los sistemas después de su instalación, por lo que caen en desuso o los residentes terminan por vender sus piezas.
Y aquí entran Palacios Díaz y un grupo de otras mujeres que forman la cooperativa Pixcatl, que significa “cosecha de agua” en náhuatl, una lengua indígena.
En zonas de menores ingresos como Iztapalapa —el distrito más poblado de Ciudad de México—, el grupo intenta mantener los sistemas en funcionamiento y, a la vez, educar a los residentes para que les den mantenimiento. Eso incluye una lluvia de ideas para sus propios diseños y dar a los residentes opciones de bajo costo para materiales adicionales.
Palacios Díaz ha vivido con escasez de agua en Iztapalapa desde que tiene memoria. “Aquí las personas se han formado por pipas de agua (camiones cisterna) desde las 3 de la mañana hasta las 2 de la tarde”, dijo en casa de su madre. “Hubo una temporada en la cual estuvimos pues más de un mes sin un suministro regular de agua”.
Previamente este año, los embalses que abastecen a la capital estaban peligrosamente bajos. Las autoridades redujeron la cantidad de agua que se liberaba, y vecindarios no acostumbrados a la escasez del líquido se enfrentaron a una nueva realidad.
Cuando comenzó la temporada de lluvias, la mayor parte de México estaba inmersa en una sequía de moderada a severa. Las presas del país comienzan a acercarse a la mitad de su capacidad, pero se han llenado poco, según informes recientes de la Comisión Nacional del Agua.
El país depende de las lluvias —que normalmente terminan en octubre— para llenar los embalses, pero la sequía los ha dejado a niveles tan bajos que eso podría tomar años.
Lo anterior ha animado a muchos mexicanos como Palacios Díaz a recurrir a la captación de agua de lluvia.
En el apogeo de la pandemia de COVID-19, ella impartió clases sobre agricultura urbana y recolección de agua en un espacio comunitario local. No fue sino hasta que sus estudiantes dijeron que querían aprender a instalar y entender el funcionamiento de sus propios sistemas que ella consideró seriamente tomar un curso del gobierno. Después de inscribirse en un programa de capacitación en 2022 para convertirse en instaladora, conoció a otras mujeres jóvenes de la ciudad interesadas en los sistemas de captación de agua pluvial y formaron la cooperativa.
Cerca de la falda de un volcán en la periferia de Iztapalapa, Lizbeth Esther Pineda Castro —otra integrante de la cooperativa— y Palacios Díaz ajustaron una escalera para llegar al techo de una pequeña casa. La vivienda de dos pisos heredada por Sara Huitzil Morales y su sobrina se encuentra en el barrio de Buenavista, en Iztapalapa.
La madre de Huitzil cumplía los requisitos para recibir un sistema de recolección de agua gratuito de parte del gobierno de Ciudad de México en 2021. Después de la instalación, Huitzil le solicitó a Pixcatl que le diera mantenimiento, ya que no estaba segura de cómo cuidarlo.
Vestidas con camisetas azul marino con el logotipo de Pixcatl, Pineda y Palacios Díaz limpiaron los escombros del techo para que el sistema sólo recolecte lluvia fresca.
“También ponemos un poco de jabón y cloro para limpiar los tubos”, dijo Palacios Díaz mientras barría el líquido con el fin de que descendiera por un tubo conector que conduce al sistema de recolección.
Luego de descender del techo, se sumaron a las otras integrantes de la cooperativa en un patio para observar el gigantesco tanque de agua de 2.500 litros, suficiente para satisfacer las necesidades de Huitzil durante varios meses cuando está lleno. El colosal contenedor tenía una altura casi similar a la de Palacios Díaz. Otra integrante de la cooperativa limpió un filtro, quitándole hojas y tierra.
Por último, Palacios Díaz echó un par de pastillas de cloro para limpiar y desinfectar el agua. La frecuencia de todo el proceso de mantenimiento depende de varios factores, incluida la cantidad de agua que hay en el depósito, cuánta se ha utilizado y si ha llovido.
Huitzil dijo que antes de que le instalaran el sistema de recolección sufría escasez de agua y racionamiento. El agua disponible públicamente siempre estaba sucia y “oscura como el chocolate”. Solía usar el agua que quedaba de lavar la ropa para limpiar el patio. A veces, cuando llegaba agua sucia, la ponía en baldes y esperaba a que la suciedad se asentara en el fondo, y usaba la más limpia para bañarse.
El sistema ha transformado su uso diario del agua, y ya no tiene que pensar dos veces si es segura. Primero el sistema utiliza seis filtros, y otros tres si el agua es para beber.
“Es muy buena, es muy buena”, dijo Huitzil. “Y déjame decirte que queda muy limpia para la ropa. Pues si la puedes captar más limpia la puedes tomar: el agua es dulce y muy buena”.
Con más de 1,8 millones de habitantes, Iztapalapa ha sido uno de los principales beneficiarios del programa del sistema de recolección de agua de Ciudad de México. Pero después de dos años, la ciudad dejó de regalar sistemas gratuitos luego de que muchos residentes —que enfrentaban dificultades económicas y a quienes a veces se les dificultaba dar mantenimiento a los sistemas— vendieron sus partes.
Palacios Díaz reportó que debería ser fácil darles mantenimiento, pero es tedioso, y agregó que desafortunadamente se encuentran en un escenario en el que no sólo tienen problemas ambientales, sino también económicos.
Loreta Castro Reguera, profesora de arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, centra gran parte de su trabajo en el agua y el diseño urbano. Dijo que la recolección de agua de lluvia es una solución excelente, porque durante la temporada de lluvias del país los residentes pueden utilizar el agua de lluvia en lugar del agua del sistema Cutzamala, un embalse que proporciona agua a Ciudad de México y al Estado de México.
Palacios Díaz sueña con la existencia de sistemas de agua de lluvia en mercados, centros comerciales y otros espacios comunitarios. La cooperativa también trabaja en diseños personalizados para las necesidades de sus clientes, ya sea para un sistema de bajo costo o para satisfacer una mayor demanda de agua.
Al ser mujeres, ella y las otras integrantes de Pixcatl quieren ser un ejemplo para quienes quieran involucrarse en la captación de agua.
“Creo que es muy bonito que podamos inspirar a las niñas y ver que las mujeres podemos entrar en otro contexto”, dijo Abigail López Durán, otra integrante. “También podemos utilizar herramientas y sin miedo a lastimarnos”.
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The Associated Press recibe apoyo de la Walton Family Foundation para su cobertura de políticas ambientales y del agua. La AP es la única responsable de todo el contenido.