En el aniversario del golpe militar de 1976, los argentinos rechazan el revisionismo
Mientras Argentina conmemoraba el domingo la fecha más traumática en la historia moderna del país —el golpe militar de 1976 que trajo consigo una brutal dictadura—, el presidente Javier Milei publicó un video sorprendente en el que exigió justicia. No para los que sufrieron la represión del gobierno militar, sino para las víctimas de las guerrillas de izquierda antes de la toma del poder.
Milei publicó su video mientras decenas de miles de manifestantes con pancartas de “Nunca más” llenaron el centro de Buenos Aires para conmemorar el 48vo aniversario del golpe y los siete años posteriores, en los que hasta 30.000 personas fueron asesinadas o desaparecieron en una campaña sistemática que aún atormenta a la nación.
El video del mandatario, un economista de derecha que asumió las riendas del gobierno en diciembre, hacía mención a “los otros muertos” antes del golpe, parte de una controversial iniciativa por cambiar la memoria de Argentina de su historia reciente.
Los opositores consideran que esta causa equipara la violencia de las guerrillas con el terrorismo de Estado, justificando la represión de la junta militar sobre cualquier persona que fuera considerada subversiva.
“Por una memoria completa para que haya verdad y justicia”, escribió el mandatario el domingo en la red social X, en un mensaje que acompaña al video, en el cual aparecen una serie de personas poco conocidas —una mujer cuyo padre y hermana fueron asesinados por grupos guerrilleros, un izquierdista arrepentido y un exfuncionario de inteligencia—, todos ellos recordando la represión de la dictadura en el contexto de una guerra más amplia.
“Los responsables de estos crímenes no pueden quedar impunes”, tuiteó la vicepresidenta Victoria Villarruel, junto con la frase: “No fueron 30.000”.
Antes de convertirse en vicepresidenta y líder del Senado, Villarruel era mejor conocida como una activista que visitó en prisión al líder de la junta militar Jorge Rafael Videla, desafió los cálculos de grupos defensores de los derechos humanos que hablan de 30.000 desaparecidos, y fundó una organización que defiende a las víctimas de los milicianos de izquierda. Su tío, Ernesto Guillermo Villarruel, fue acusado de cometer crímenes contra la humanidad en un centro clandestino de detención.
En un dramático despliegue de oposición, argentinos de todas las edades paralizaron el centro de Buenos Aires, donde entonaron canciones, tocaron tambores y ondearon pancartas en las que insistieron: “Fueron 30.000”.
"Este es un ataque contra la memoria, por esto estamos acá con nuestra nieta, para que ella lo entienda”, dijo Mariela Bruno desde la marcha, con su nieta de 8 años, Mia, sujetándose de su brazo entre la neblina causada por el humo de la pirotecnia y de los asados.
Las posturas extremas de Villarruel, alguna vez desestimadas por los argentinos unidos por el dolor de la memoria de su país, ahora son tema de conversación en los círculos convencionales, fracturando un consenso que ha prevalecido a lo largo de 41 años de democracia en Argentina.
“Esta es la primera vez que he visto a un gobierno refutar la narrativa que hemos tenido durante décadas”, dijo Matías Reggiardo, de 46 años y uno de los 500 argentinos que nacieron en cautiverio y fueron robados a sus padres disidentes antes de que fueran asesinados por las fuerzas armadas. “Es aterrador encontrar en el gobierno de Milei a personas que pongan en duda nuestras historias”.