Los enigmas aún pendientes en torno a la muerte del poeta chileno Pablo Neruda
El misterio sobre la muerte del poeta chileno Pablo Neruda añadió un nuevo capítulo esta semana cuando un tribunal de apelaciones ordenó reabrir el caso y dar curso a las varias pericias que ponen en cuestión la tesis oficial de que falleció producto de un cáncer.
Entre los interrogantes que deben resolverse con nuevas diligencias está la inconsistencia sobre qué equipo médico atendió al Nobel de Literatura en la clínica en la que falleció y los médicos firmantes del certificado de defunción. También la presencia de la toxina botulínica que fue hallada en sus restos óseos, tras ser exhumados en 2013.
La investigación sobre las causas de la muerte de Neruda acumula más de 13 tomos de expedientes que se extiende por casi 14 años, con idas y vueltas para determinar si hubo o no intervención de terceros.
El poeta chileno, amigo del expresidente chileno Salvador Allende, murió el 23 de septiembre de 1973, días después del golpe que intauró el régimen militar de Augusto Pinochet y apenas horas antes de volar al exilio en México.
En 2017, un panel de científicos afirmó que el poeta no falleció por caquexia —grave deterioro muscular— asociada al cáncer de próstata que padecía, como consta en su certificado de defunción. Apuntaban a que le habría sido inyectada en la clínica la bacteria costridium botulinum, el agente causal del botulismo, una enfermedad que ataca el sistema nervioso y puede causar dificultad para respirar, parálisis muscular y hasta la muerte.
Ahora el caso ha dado un giro inesperado con la presentación de alegatos de la defensa de la familia de Neruda, con Elisabeth Flores, y Manuel Luna, perteneciente al Partido Comunista, en los que piden nuevas diligencias que ponen en duda lo recogido en su certificado de defunción.
Es “muy relevante que la decisión haya sido unánime”, explicó el jueves a The Associated Press el sobrino del poeta, Rodolfo Reyes, desde su despacho de abogados del centro de Santiago, en alusión a la decisión judicial de la Corte de Apelación capitalina que aceptó los requerimientos solicitados y revocó un fallo del pasado diciembre de una jueza que descartaba continuar con la investigación.
Alegó la funcionaria judicial que las pericias eran “inconducentes, ya fueron realizas y resultan tardías”.
La primera diligencia solicitada y aceptada es un peritaje sobre el certificado de defunción. Uno de los misterios aún pendientes se refiere a qué equipo médico atendió a Neruda en la clínica Santa María donde falleció.
El poeta fue atendido por el doctor Sergio Draper, un médico ya fallecido que trabajó en el hospital militar de Santiago, según afirmó la abogada Flores. Daper declaró en la causa haber entregado su turno aquella noche a un doctor desconocido, de nombre Price.
Sin embargo, el certificado de la muerte del poeta lo firma su doctor de cabecera, que solo lo acompañó hasta la clínica.
“Nadie conoce al doctor Price. Si fallece en su turno debió de ser él quien lo firmara o al día siguiente el doctor Draper que lo estaba atendiendo; uno de los dos”, pero lo firmó su doctor internista con errores ortógraficos (Roberto Vargas Salazar y Zalazar), señaló el sobrino.
Está determinado por la investigación que “al menos hay tres escrituras de tres personas diferentes”, más una cuarta que habría firmado, señala Flores. “Nadie escribe su nombre o su apellido con faltas de ortografía”, añadió la letrada.
El certificado se elaboró el 24 de septiembre “en pleno golpe de Estado”, en medio de muchos “hechos criminales” y tiene también una “falsedad ideológica”, según Reyes, puesto que indica que murió por “caquexia cancerosa”, un estado de desnutrición incompatible con el estado casi obeso entonces del poeta.
“El tío Pablo tenía un peso de 90-92 kilos cuando falleció”, afirmó Reyes, quien recuerda haber acudido a la clínica la mañana del lunes 24 cuando se conoció la muerte de Neruda.
“Estábamos muy asustados” aquel día, relató. Había una persecución contra los comunistas y aunque él no militaba “más valía que te colocarán cualquier otro apellido” que el suyo, puesto que lo podían relacionar como pariente de Neftalí Reyes, el nombre de nacimiento de Neruda.
La segunda diligencia solicita una “metapericia”, es decir, que las investigaciones del ADN antiguo llevadas a cabo por dos centros de excelencia mundial, la Universidad canadiense de McMaster y la de Copenhague, sean revisadas.
Los querellantes piden que peritos “de igual o similar o mayor conocimiento profesional ” designados por esos laboratorios revisen los informes para determinar su validez, qué podría faltar o no se haya hecho y que se obtenga “un estudio científico de primera línea” que no se ha hecho nunca con ninguna persona muerta, según afirmó la abogada.
Y mencionó una nueva técnica, la “microbiología genética forense”. La defensora recalcó que el mejor aliado de su causa “ha sido la ciencia”.
De su parte, el abogado del Partido Comunista, Manuel Luna, solicitó citar a declarar a Peter Kornbluh, director del proyecto de Documentación de Chile, especializado en los archivos desclasificados de Estados Unidos y en el espionaje de esa época, con el fin de recabar las menciones que existan sobre la figura del poeta en estos archivos.
“Neruda no fue dado muerte porque su poesía no le gustó a alguien”, apuntó la abogada Flores. Este, dijo, es un tema de persecución política.
Luna también solicitó revisar el caso de otro perseguido político por sus ideas comunistas, Archivaldo Morales Villanueva, quien falleció dos meses después de Neruda en circunstancias similares a las del poeta. Quieren cita a declarar a la persona condenada por esa muerte, Eduardo Adolfo Arriagada Rehren, médico del ejército que ya había declarado en la causa del escritor chileno anteriormente.
Flores destacó que Arriagada Rehren era el jefe de inteligencia de armas biológicas del aparataje de represión de la era de Pinochet y la sentencia establece que también se le cite para hablar sobre su “trabajo de inteligencia” sobre el Costridium Botulinum, la bacteria que fue encontrada en restos óseos y un molar de Neruda.
“Fue inyectado en su cuerpo, porque recorrió todo su sistema y lo mató a las pocas horas y quedó presente en su osamenta” en una cantidad que “es incompatible con la vida”, afirmó Reyes. Expertos canadienses y daneses identificaron que la cepa de bacteria era la AlaskaE43, una de las más mortíferas, detalló el sobrino.
“El cuerpo de Neruda ya habló”, subrayó.
Reyes es abogado, experto en materias laborales y de familia, pero nunca pensó incursionar en el área forense y criminal ni hacerse experto en una bacteria.
Para él es una “responsabilidad” personal investigar lo que ocurrió de verdad “y hacer de ésta mi causa, mi padre no tenía más hermanos que la tía Laura y el tío Pablo”. Es por ellos tres “que hay que hacerlo”, dijo con convicción.
“Me quedaría conforme con que se reconociera públicamente” que en la muerte de Pablo Neruda “hubo intervención de terceros” y, destacó, que eso quede escrito en la historia, o sea, que lo asesinaron.
Aunque admite que identificar quién fue la mano asesina “es más difícil de saber”, él está dispuesto a llegar hasta el final.