“El hombre del agujero”: Muere el último miembro de una tribu amazónica aislada
Los rastreadores que siguieron al sobreviviente solitario durante décadas lo hallaron muerto en una de sus chozas
Ha muerto el último miembro de una tribu amazónica aislada de la civilización.
Vivió solo durante más de 25 años en una parcela de 30 millas cuadradas (50 kilómetros cuadrados) de tierra protegida y era conocido por los observadores como el “hombre del agujero” por su práctica de cavar pozos profundos para cazar animales o esconderse en ellos.
Poco se sabe de su tribu, aparte de que se fue condenanda a la extinción después de que los ataques de los agricultores locales en la década de 1970 dejaran un único miembro sobreviviente, que rechazaba el contacto con los forasteros.
Funcionarios de la agencia de protección indígena de Brasil, Funai, comenzaron a seguir sus movimientos en la Tierra Indígena Tanaru EN 1996.
Lo hallaron muerto en una hamaca de una de sus chozas el pasado martes. Se calcula que tenía entre 55 y 65 años.
Los funcionarios creen que murió por causas naturales. No encontraron rastros de otras personas en el lugar, ni signos de violencia o lucha.
La choza del hombre estaba en orden, con utensilios y objetos utilizados por los indígenas en sus lugares habituales, dijeron los funcionarios. La choza nº 53, según la Funai, estaba construida igual que todas las demás: una estructura de paja con una sola entrada y salida y un agujero de 2 metros de profundidad en el interior.
La Funai dijo que el cuerpo del hombre fue trasladado más de 1.000 millas (1.600 kilómetros) desde la reserva de Tanaru, en el estado de Rondonia, a Brasilia para realizar pruebas forenses. La agencia no dijo si el cuerpo sería devuelto.
Los activistas por la protección de los pueblos indígenas lamentaron la muerte del hombre del agujero y arremetieron contra los ganaderos locales que se cree que han masacrado a su tribu para quedarse con sus tierras.
Cuando la Funai descubrió por primera vez las tierras de la tribu sin nombre de Tanaru a principios de la década de 1990, encontró restos de casas que parecían haber sido destruidas por tractores.
Monte Reel, un periodista y autor que siguió de cerca el trabajo de la Funai en la región, escribió en su libro de 2009 The Last of the Tribe :“Los ganaderos, como se supo en informes posteriores, habían contratado a gente para disparar a los indígenas y luego retirar las pruebas del pueblo con tractores, tratando de ocultar su presencia de las búsquedas de [la Funai]. Los responsables de la masacre nunca fueron castigados”.
En respuesta a la muerte del hombre del agujero, Fiona Watson, directora de investigación y defensa de Survival International, dijo: “Nadie de fuera sabía el nombre de este hombre, ni siquiera mucho sobre su tribu, y con su muerte se completa el genocidio de su pueblo. Porque esto fue realmente un genocidio: la aniquilación deliberada de todo un pueblo por parte de ganaderos hambrientos de tierras y riqueza”.
“Él simbolizaba tanto la atriz violencia y crueldad infligida a los pueblos indígenas de todo el mundo en nombre de la colonización y el beneficio, como su resistencia”.
“Solo podemos imaginar los horrores que había presenciado en su vida, y la soledad de su existencia después de que el resto de su tribu fuera asesinada, pero se resistió con determinación a todos los intentos de contacto, y dejó claro que solo quería que lo dejaran en paz”.
El propio hombre sobrevivió a un atentado contra su vida en 2009 por parte de atacantes armados. La Funai temió inicialmente que lo hubieran matado tras encontrar dos cartuchos de escopeta desechados en el bosque.
Los ganaderos que poseen parte de las tierras designadas para la reserva de Tanaru fueron los culpables, según la agencia. Los propietarios se oponen ferozmente al estatuto de protección de la tierra, que les prohíbe cultivarla.
José Algayer, coordinador de la organización local de la Funai, declaró entonces al periódico Folha Altair: “El propietario de una de las propiedades nos pide una solución. Quiere que se lleven al indígena a otra tierra”.
Y añadió: “Han dejado claro que le dispararán al indígena si lo encuentran”.
En el Brasil actual, después de tres años bajo el mandato del presidente Jair Bolsonaro, Watson teme que los agricultores tengan al Estado de su lado. A lo largo de su mandato, el presidente de 66 años (que actualmente va perdiendo en las encuestas en su campaña por la reelección) ha impulsado la apertura de reservas indígenas y otras tierras protegidas para la agricultura y la minería.
También ha presidido un aumento de la deforestación del Amazonas, que alcanzó su nivel más alto en 15 años el año pasado, a pesar de la promesa de Bolsonaro de acabar con la tala ilegal para 2028. Un informe reciente de un grupo misionero reveló que la violencia contra los pueblos indígenas había aumentado durante el mandato de Bolsonaro.
Watson dijo que la tribu sin nombre del hombre del agujero no será ni mucho menos la última en perderse en la historia si los intereses privados siguen siendo la prioridad en Brasil.
“Si el presidente Bolsonaro y sus aliados del agronegocio se salen con la suya, esta historia se repetirá una y otra vez hasta que todos los pueblos indígenas del país sean aniquilados”, dijo.
El estatus de protección de la tierra de Tanaru está consagrado por una LPO (Orden de Protección de la Tierra), una medida temporal vigente en siete territorios indígenas de Brasil que prohíbe la actividad económica en una zona en lugar de una demarcación permanente.
Survival International afirma que Bolsonaro planea eliminar las LPO dejando que expiren. La organización benéfica ha respaldado un llamado del Observatorio de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas Aislados y de Contacto Reciente para renovar todas las LPO y desalojar a cualquier agricultor, maderero o minero que se haya instalado para trabajar en tierras protegidas.