Tigres, piscinas y una discoteca: La pandilla que enfurece a Trump surgió de prisión venezolana
Tocorón alguna vez lo tuvo todo: una discoteca, piscinas, tigres, una suite de lujo y comida a raudales.
No era un resort al estilo de Las Vegas, pero así se sentía para algunos de los miles que hasta hace poco vivían con lujo en esta extensa prisión del norte de Venezuela.
Aquí, entre fiestas, conciertos y visitas de esposas e hijos que duraban semanas, nació el Tren de Aragua, una peligrosa pandilla que ha ganado notoriedad mundial desde que el presidente estadounidense Donald Trump la puso en el centro de su discurso antiinmigrante.
Secuestros, extorsiones y otros delitos se planeaban, ordenaban o cometían desde esta prisión mucho antes de la retórica de Trump.
El pequeño y empobrecido pueblo donde se encuentra el Centro Penitenciario de Aragua solía bullir con residentes que vendían comida, alquilaban cargadores de teléfonos y guardaban bolsas para quienes visitaban la prisión.
Ahora, la penitenciaría ha vuelto al control gubernamental y las calles del pueblo, también llamado Tocorón, están prácticamente desiertas. La comunidad cuenta con algunas tiendas de conveniencia, iglesias evangélicas y católicas, y una licorería informal. Algunas personas se sientan a tomar cerveza y disfrutan de juegos de mesa, o se reúnen para un partido de béisbol juvenil.
Los residentes aún dudan sobre hablar de la famosa pandilla que solía controlar sus vidas. Algunos de quienes se atreven a hacerlo bajan la voz o miran a su alrededor para ver si alguien los escucha al narrar sus encuentros con el grupo criminal.
“Esto, aquí, Tocorón estaba todo muy controlado”, dijo Miguel Ponce al señalar la prisión detrás de él y el pueblo que la rodea. “Yo no podía hablar contigo un tiempo atrás. Nosotros anteriormente no podíamos desplazarnos por aquí”.
Incluso ahora, agregó, tal vez hablaba demasiado.
Los inicios del Tren de Aragua
El Tren de Aragua surgió en Venezuela justo cuando el país sudamericano se vino abajo.
En 2013, una crisis se apoderó del país a medida que la corrupción, la mala administración y la caída de los precios del crudo destrozaban la economía dependiente del petróleo. El hambre se generalizó, los estantes de los supermercados se vaciaron, la inflación se disparó, los empleos desaparecieron y millones cayeron en la pobreza.
Casi al mismo tiempo, Héctor Guerrero, un criminal destacado, regresó a Tocorón para cumplir una penitencia por el asesinato de un policía y otras condenas.
La prisión, al igual que otras en Venezuela, estaba mal administrada y las denuncias graves de tortura y corrupción gubernamental abundaban. El criminal, apodado “Niño Guerrero”, y algunos otros reclusos vieron una oportunidad rentable y expandieron lo que había sido una pandilla incipiente.
“Una vez que estos privados de libertad se dieron cuenta de que tenían más armas y más poder que la propia fuerza militar que los custodiaba, pues entonces ellos asumieron el control y la administración”, afirmó Ronna Rísquez, autora de un libro sobre el Tren de Aragua.
Guerrero y otros establecieron una organización dentro de la prisión que controlaba a los reclusos mediante la fuerza y la extorsión. Los guardias se hacían de la vista gorda o se confabulaban con los pandilleros.
La mayor fuente de ingresos de la pandilla era la cuota semanal que cobraba a los reclusos, la cual, según Rísquez, sumaba 3,5 millones de dólares al año. Otros fondos provenían de delitos cometidos dentro o fuera de la prisión.
Con el tiempo, eso convirtió a la penitenciaría en el centro de reclutamiento de la pandilla y en “una especie de ciudad” diseñada para las necesidades del grupo, explicó Rísquez, con servicios como un zoológico, un campo de béisbol, un casino y restaurantes.
Los reclusos que seguían las reglas de la pandilla pagaban sus cuotas semanales, y si tenían dinero extra podían pedir comida preparada en un asador con techo de lámina o en otros puestos de comida. Sus esposas podían visitarlos durante semanas y sus hijos corretear por un colorido parque infantil. Sufrían quienes no podían pagar las cuotas o molestaban a la pandilla. Algunos incluso murieron.
Guerrero tenía su propia suite de lujo dentro de la prisión. Pero la característica más famosa de la “Casa Grande” —el nombre que la pandilla dio a la prisión— era el Club Tokio, donde los reclusos y algunos miembros del público disfrutaban de música en vivo y espectáculos de bailarinas con poca ropa.
Muros de prisión no logran contener a la pandilla
Durante más de una década, las actividades del Tren de Aragua se extendieron mucho más allá de Tocorón. Para 2023, la pandilla contaba con unos 4.000 miembros en todo el país y operaba en 11 de los 23 estados, según la organización independiente Observatorio Venezolano de Violencia.
La pandilla traficaba drogas y extorsionaba a negocios al cobrar cuotas regulares a sus dueños. También realizaba secuestros, gracias a que a algunos de los miembros que cumplían condena en Tocorón se les permitía salir de la prisión durante varias horas al día.
La grave escasez de alimentos en Venezuela durante la segunda mitad de la década pasada contribuyó al control de la pandilla. Con frecuencia, las esposas de los presos viajaban a Tocorón desde estados lejanos para hacer sus compras, reportó el gerente de una tienda de conveniencia en Maracay, la capital del estado. El gerente, quien pidió no ser identificado por temor a represalias, explicó que había comida disponible dentro de la prisión a pesar de no encontrarse en ningún otro lugar.
Gran parte del café, la harina, el arroz y otros productos que se vendían en Tocorón provenían de la piratería en las carreteras. Los ladrones vigilaban una autopista crucial, detenían camiones de carga y trasladaban el botín a la prisión. Esto llevó a los venezolanos a evitar permanecer al exterior o conducir después del anochecer.
Algunas víctimas de la pandilla abandonaron Venezuela y se unieron al éxodo de más de 7,7 millones de personas que migraron en busca de mejores condiciones de vida. Entre ellos se encontraba el hijo del jubilado Manuel Márquez.
“El tenia un abasto (una tienda de conveniencia)… y le querían cobrar ‘vacuna’”, dijo Márquez, de 71 años, quien utilizó el término coloquial para referirse a la tarifa de protección —la extorsión— que los delincuentes cobran a los negocios. “Entraron, lo amarraron y se llevaron todo. Todo el que se niega (a pagar), vamos a decirlo, lo saquean. Así funcionan las cosas aquí. Es lamentable”.
El hijo de Márquez se mudó a Ecuador después que la pandilla vaciara su tienda de conveniencia en Maracay.
El Tren de Aragua también sembró el terror con llamadas telefónicas y mensajes de WhatsApp para extorsionar cientos o miles de dólares de los venezolanos promedio.
“Me llamaron por teléfono. La primera vez, gracias a Dios, estaba mi nuera en la casa y me dijo: ‘Cuelga’. Pero fue fuerte y yo temblaba”, refirió Esperanza de Andrade, dentista de Maracay, quien recibió tres llamadas. “Me decían mi nombre, el nombre de mis hijos, dónde estudiaban. Y eso por supuesto me alarmó muchísimo. Amenazaron directamente mi vida y la vida de mis hijos”.
De Andrade reportó que la última llamada ocurrió alrededor del 20 de septiembre de 2023, cuando 11.000 soldados irrumpieron en la prisión para recuperar el control.
La pandilla se expande a otros países
Tras perder la prisión, algunos miembros de la pandilla se dispersaron y Guerrero escapó.
Miembros del ejército utilizaron equipo pesado para destruir parte de las instalaciones que la pandilla había construido. Pero la operación masiva llegó demasiado tarde a Tocorón para evitar que la pandilla cruzara las fronteras de Venezuela.
Perú, Colombia, Ecuador y Chile —países con grandes poblaciones de migrantes venezolanos— han acusado al grupo de ser responsable de crímenes violentos.
El trabajo inicial de la pandilla en el extranjero se centró en la explotación de migrantes venezolanos mediante la usura, la trata de personas y el contrabando de mercancías hacia y desde Venezuela. Pero a medida que los migrantes se asentaban en sus países de acogida, los miembros del Tren de Aragua se unieron o se enfrentaron con organizaciones criminales locales dedicadas al narcotráfico, la extorsión a negocios locales y el asesinato a sueldo.
La pandilla se dio a conocer en Colombia en 2022 luego de que las autoridades encontraron al menos 19 cadáveres en la capital, algunos desmembrados, y vincularon a cómplices de Guerrero con los asesinatos. Y en Chile, el año pasado, las autoridades culparon a la pandilla del asesinato de un oficial venezolano que había huido allí tras participar en un complot fallido para derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro.
A principios de este mes, el gobierno estadounidense anunció la extradición de tres miembros del Tren de Aragua a Chile por su participación en el caso.
Pandilla pierde influencia en su país, pero atrae la atención en EEUU
El Tren de Aragua ha estado en el radar de las autoridades estadounidenses durante años. El gobierno del expresidente Joe Biden sancionó a la pandilla en julio de 2024 y ofreció 12 millones de dólares en recompensas por la captura de tres de sus líderes, incluido Guerrero.
Pero no fue hasta que Trump hizo campaña para un segundo mandato en la Casa Blanca que el Tren de Aragua se volvió ampliamente conocido en Estados Unidos, ya que él y sus aliados convirtieron a la pandilla en la cara de la supuesta amenaza que representan los inmigrantes que viven sin permiso en el país.
Trump tomó medidas extraordinarias para designar al grupo como “organización terrorista extranjera” y, a principios de este mes, como una fuerza invasora al invocar una ley de guerra del siglo XVIII que permite a Estados Unidos deportar a extranjeros sin ningún recurso legal, incluido el derecho a comparecer ante un juez de inmigración o de un tribunal federal.
En virtud de esas decisiones, el gobierno de Trump ha enviado a inmigrantes venezolanos a la base naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo, Cuba, y a una prisión de máxima seguridad en El Salvador. Ha alegado que los individuos transferidos eran miembros del Tren de Aragua, aunque no ha aportado ninguna prueba que respalde esta afirmación.
Los padres de algunos de estos inmigrantes rechazaron categóricamente la acusación de afiliación a pandillas, y añadieron que sus hijos no tienen antecedentes penales en Estados Unidos ni en Venezuela.
Una presentación de diapositivas de septiembre de 2024 del Departamento de Seguridad Pública de Texas (DPS, por sus siglas en inglés) mostró la actividad del Tren de Aragua en seis estados y afirmó que los miembros tenían tatuajes identificables, como “estrellas en el hombro para indicar rango” y “trenes y dados”.
Algunos venezolanos recientemente deportados han dicho que las autoridades estadounidenses interpretaron erróneamente sus tatuajes para acusarlos de pertenecer a pandillas. Rísquez no dudó de que miembros de la pandilla se encuentren actualmente en Estados Unidos, pero explicó que los tatuajes, que son comunes en las pandillas centroamericanas, no son obligatorios para quienes pertenecen al Tren de Aragua.
“El problema es cuáles son las personas del Tren de Aragua que están en Estados Unidos, dónde están, cuántas son”, dijo Rísquez. “Eso no está claro. Y creo que con todos los últimos eventos esto es cada vez menos claro”.