Barriadas pobres de Buenos Aires lloran a Francisco y temen quedar desamparadas tras su muerte

Dbora Rey
Lunes, 21 de abril de 2025 20:22 EDT

Lejos de los rituales funerarios cuidadosamente planificados por el Vaticano para despedir los restos de Francisco, en una pequeña capilla de una barriada pobre de su natal Buenos Aires un grupo de feligreses con problemas de adicción a las drogas rezan frente a un mural inspirado en una imagen icónica del papa con un mate, la típica infusión sudamericana que por costumbre se comparte.

“Vamos a agradecer por todas las cosas que nos enseñó, nos regaló y por lo que va a seguir haciendo desde el cielo”, dijo en tono ameno el padre Ignacio Bagattini al dar comienzo a una misa improvisada en la parroquia Cristo Obrero del Barrio Carlos Mugica, conocido popularmente como la Villa 31 y considerada un símbolo de la desigualdad social.

Unas pocas horas después de confirmarse el deceso del papa, Bagattini tuvo el impulso de organizar la ceremonia religiosa antes del almuerzo en el pequeño templo que funciona como centro de rehabilitación para adicciones para despedir a un aliado incondicional de quienes, como él, optaron por la misión de aliviar las penas de los más desprotegidos de la sociedad.

Francisco “abrió las puertas de la Iglesia mucho más de par en par. Estaba media puerta abierta", remarcó el padre “Nacho”, como lo llaman los fieles del barrio, cubierto con una estola que en uno de sus extremos tiene la frase: “Iglesia pobre para los pobres” y el rostro del papa.

“Abrió las puertas para que todos puedan encontrar un lugar. No mirar su apariencia, ni historia, ni olor ni de dónde venís”, añadió.

Sentados en bancas de madera, hombres y mujeres con la mirada sombría por la pelea desigual contra las drogas y el alcohol en un contexto social vulnerable, se preguntan ahora si las puertas de la Iglesia no volverán a cerrarse para ellos.

“La muerte del papa me afectó en lo emocional, me da miedo cómo va a seguir esto”, comentó Fabián Maldonado, de 38 años, un adicto recuperado y acompañante de chicos del Barrio Carlos Mugica en situación de calle. “Hay preocupación”.

En 2008, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fundó la Familia Grande Hogar de Cristo, una red de centros de asistencia para adictos bajo la órbita de las parroquias levantadas en las barriadas pobres. Los sacerdotes habían advertido a su superior sobre los estragos que estaba causando el creciente consumo de estupefacientes, especialmente pasta base de cocaína, entre los jóvenes de las llamadas villas miserias.

La misión, que incluye centros de internación y rehabilitación de adicciones, talleres de oficios y comedores, se expandió durante el pontificado de Francisco hasta alcanzar los 300 en todo el país. Su papel se volvió vital, junto a otras organizaciones sociales en un contexto social agravado por el flagelo de la inflación en la última década, que amplió la población de los barrios pobres.

Tras la misa, pacientes y voluntarios se reúnen alrededor de tablones de madera para comer un guiso y un trozo de pan.

“Tengo miedo. Con él vivo, nos daban muchas cosas. Ahora, ¿quién nos va a ayudar?, ¿quién nos va a dar mercadería?, ¿quién va a ayudar a la gente a salir de la calle y del consumo?”, se preguntó Yesica Mendienta, una adicta en recuperación de 27 años y madre de dos hijos.

La joven, vestida con un conjunto deportivo y una gorra, advirtió que encima “cada vez son más” los adictos que concurren al centro a pedir ayuda.

“Estoy agradecida con este lugar, aunque hice mucho berrinche cuando consumía. Me están dando una mano para ser una buena madre”.

La sensación de desamparo también invadió a los fieles de la Iglesia de Caacupé, parte de la misma red en la villa 21-24 de la capital.

“No tengo palabras, me duele mucho, mucho… Era la persona más humilde de toda la ciudad”, expresó con lágrimas en los ojos la devota Sara Benítez Fernández, de 57 años. “Nunca vamos a ver un papa como él... Nunca”.

La muerte del papa, además, se da en un contexto de reconfiguración de las políticas públicas de ayuda social por impulso del presidente ultraderechista Javier Milei, que bajo la figura de la “motosierra” ha avanzado sobre un inédito ajuste de los gastos del Estado, que incluyó recortes en planes de asistencia.

La Iglesia católica local se quejó hace un tiempo por la demora en la entrega de alimentos a comedores comunitarios por parte de las autoridades nacionales.

El último reporte oficial dio cuenta de un 38,1% de pobres en el segundo semestre de 2024.

El padre Nacho pide a los humildes del barrio 31 no desalentarse tras la partida del papa argentino.

“Si en este momento me preocupara, me paralizara, es porque entiendo que todo esto que se armó depende de nosotros, los seres humanos. Pero esto depende de Dios. Hay que esperar. Un día Dios metió la mano y nos sorprendió con Francisco. Ojalá nos vuelva a sorprender”.

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