Para Canelo Álvarez, la disciplina es el único secreto del éxito
Dieciséis años después de convertirse en profesional, la motivación de Álvarez sigue siendo la misma. En un deporte que agota el espíritu -e incluso la salud- de sus competidores, esa es la hazaña más rara
Los clichés del boxeo son tan antiguos y están tan desgastados como los lienzos manchados de sangre en los que se pronunciaron por primera vez, pero incluso bajo las luces chabacanas de Las Vegas, suelen seguir siendo verdaderos. Hay que admitir que, cuando se compara con el panteón de citas de Muhammad Ali y la biblia ficticia de Rocky Balboa, el lema de Canelo Álvarez “Sin boxeo, no hay vida” es clara y sucintamente anodino, y sin embargo eso es algo apropiado para la superestrella dominante de esta generación.
Cuando Álvarez se enfrente a Caleb Plant en la madrugada del domingo en el MGM Grand -16 años después de convertirse en profesional y una década después de ser campeón del mundo- marcará otro hito en una carrera no solo de inmenso éxito sino de asombrosa longevidad.
Al fin y al cabo, si solo unos pocos púgiles completan el ascenso desde un mísero gimnasio hasta la cima del boxeo, una proporción mucho menor es capaz de mantener esas alturas. Es natural que, en un deporte brutal que conlleva riesgos tan graves, el reconocimiento y la riqueza apacigüen el fuego que forjó el camino para salir del desierto.
Lo que hace que Álvarez sea tan único en la actualidad es que, aunque el boxeo haya ofrecido una forma de protección contra los matones de Guadalajara, que se burlaban de su pelo pelirrojo, sus pecas y su piel blanca, nunca fue una vía de escape. Se tiende a ver a los protagonistas de este deporte como jóvenes que buscan refugio, pero el amor que sintió Álvarez cuando se subió por primera vez a un ring no ha disminuido.
Es uno de los deportistas más ricos del mundo, alineado con una flota de marcas de diseño y presumiendo de una caravana de coches deportivos de lujo. Y, sin embargo, desde que sufrió la única derrota de su carrera contra Floyd Mayweather en 2014, ha vencido a 14 oponentes diferentes y ha cosechado fragmentos de habilidad de cada uno. La versión de Álvarez que se enfrente a Plant será la más refinada, explosiva y mortal que el público haya visto jamás.
Para los que estamos fuera, puede ser difícil procesar cómo alguien como Álvarez se niega a bajar el ritmo, especialmente en un deporte que está tan en desacuerdo con nuestras sensibilidades e instintos de supervivencia. La gente anhela una explicación, incluso un manual de autoayuda, para salvar la brecha entre la mentalidad ordinaria y la de la élite. Una rápida búsqueda en Google revela cientos de artículos que pretenden exponer “el secreto” del éxito de Álvarez; lo mismo puede aplicarse a prácticamente cualquier figura que lidere su campo.
Hay secciones sobre su dieta: claras de huevo y pechuga de pollo, verduras insípidas y alguna que otra pizca de arroz; hay disecciones de su meticuloso e insoportable plan de entrenamiento bajo la dirección de Eddie Reynoso, que ha trabajado con Álvarez desde que era un adolescente. Pero en realidad, al leerlos, uno se da cuenta de que nada es sorprendente. Por un lado, Álvarez puede tener un talento único, pero ha perfeccionado esas dotes de una manera que todo el mundo puede aprender, pero que solo unos pocos pueden llevar a practicar religiosamente. “El secreto de mi relación con Eddy es nuestra disciplina”, dijo Álvarez antes del combate del domingo.
Esto nos recuerda otro de los tópicos del boxeo. Cuando Álvarez se pese el viernes, no es casualidad que se ponga un pijama de seda, en referencia a la famosa frase de Marvin Hagler sobre que todavía se levanta a las 5 de la mañana para hacer sprints después de haber dormido como un rey. Álvarez lo lleva como un trofeo de terquedad, un testimonio de su desafío y de su inagotable fuerza de voluntad. Si realmente hay un secreto en el éxito de Álvarez, ha sido ser capaz de mantener esa actitud desde el primer sparring hasta el último combate. Y sigue siendo cierto que nadie lo hace mejor.