¿Qué hay detrás de la última teoría de conspiración del Partido Republicano?
Los expertos dicen que un documento judicial que se ha convertido en material para la interminable serie de acusaciones de Trump contra Hillary Clinton plantea serias cuestiones éticas, escribe Andrew Feinberg
La última afirmación del expresidente Donald Trump de haber sido espiado por alguien dirigido o asociado con la campaña presidencial de Hillary Clinton de 2016, ha sido bien recibida por los medios conservadores, pero los expertos dicen que la base del exmandatario para hacer tales afirmaciones está tan desconectada de la realidad como sus intentos previos de cubrirse a sí mismo con un manto de victimismo.
Expulsado de Twitter, el expresidente dos veces impugnado ha emitido una serie de declaraciones por correo electrónico desde el sábado en respuesta a un documento judicial presentado por la oficina de John Durham, el exfiscal federal de Connecticut, actualmente abogado especial encargado de la autoridad para “examinar ampliamente la recopilación de inteligencia del gobierno sobre las interacciones de la campaña de Trump con los rusos” durante las elecciones de 2016.
En septiembre, Durham acusó a Daniel Sussmann, un abogado que alguna vez trabajó para una firma que representaba la campaña de Clinton, de hacer una declaración falsa al FBI mientras intentaba alertar a los agentes sobre una supuesta conexión informática entre la Organización Trump y un banco ruso.
El viernes, la oficina de Durham presentó un documento judicial en el que pide a un juez federal que ordene a los abogados de Sussman que consideren recusarse de su caso. El documento contenía una sección que afirmaba que el gobierno “establecería” en el juicio de Sussmann que “un ejecutivo tecnológico” que representaba (un pionero de internet y experto en malware llamado Rodney Joffe) había “explotado su acceso a datos de internet no públicos y/o privados”, específicamente el tráfico de internet de las solicitudes del Sistema de Nombres de Dominio (DNS) pertenecientes a una empresa de seguros de salud de Michigan relacionada con la familia de la exsecretaria de educación Betsy DeVos, dos edificios de Nueva York propiedad de Trump y la Casa Blanca.
Al día siguiente, Trump aprovechó las acusaciones, que no tenían nada que ver con el tema del documento, para asegurar que los documentos judiciales de Durham contenían “evidencia indiscutible de que mi campaña y mi presidencia fueron espiadas por agentes pagados por la campaña de Hillary Clinton, en un intento de desarrollar una conexión completamente fabricada con Rusia”, y sugirió que el presunto “crimen” fue “mucho mayor en alcance y magnitud que Watergate” y habría merecido la pena de muerte “en un periodo de tiempo más severo”.
El domingo, declaró que sus supuestos enemigos “espiaron al presidente de los Estados Unidos”, mientras que ese mismo día, un titular de Fox News proclamaba: “La campaña de Clinton pagó para ‘infiltrarse’ en la Torre Trump y servidores de la Casa Blanca para vincular a Trump con Rusia”. La última afirmación provenía del exmiembro del personal de Trump, Kash Patel, quien sugirió que la evidencia de Durham mostraba que alguien se había “infiltrado” en los servidores de la Casa Blanca.
Trump intervino una vez más el lunes para conectar las acusaciones de Durham con su propia afirmación falsa de haber ganado las elecciones de 2020, y declaró: “¡Se demostró que tenía razón sobre el espionaje, y se demostrará que tengo razón sobre 2020!”.
No es la primera vez que Trump hace acusaciones infundadas de espionaje político contra destacados demócratas. En marzo de 2017, el entonces presidente afirmó que el expresidente Barack Obama había “intervenido los cables” en su rascacielos homónimo de Nueva York. Más tarde ese mes, el entonces director del FBI, James Comey, le dijo al Comité de Inteligencia de la Cámara que la información no era cierta.
Trump también se lanzó sobre los hechos que surgieron durante el enjuiciamiento de su exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn, con respecto a que el FBI se enteró de las conversaciones de sus conversaciones con el entonces embajador ruso en los EE.UU., Sergei Kislyak, gracias a que la inteligencia extranjera interceptó las llamadas de Kislyak, y la revelación de que el FBI había obtenido una orden de vigilancia de inteligencia extranjera contra su antiguo director de campaña, Paul Manafort, para afirmar que sus aliados estaban siendo vigilados ilegalmente.
Los documentos presentados por Durham también sirvieron de base para que, el miércoles, un reportero de Fox News presionara a la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, sobre el asunto, cuando preguntó en su rueda de prensa diaria si “todavía hay un sistema que recoge datos del servidor” de la Oficina Ejecutiva del Presidente.
La historia contada por Durham (una complicada operación de espionaje realizada a instancias de un candidato presidencial, que se extiende durante años) sería una historia convincente si fuera remotamente cierta. Pero según los expertos, no lo es.
¿Un experto que refutó la queja más reciente de Trump? Su propio exdirector de inteligencia nacional.
John Ratcliffe, excongresista de Texas y hoy jefe de inteligencia, le dijo a Fox News el lunes que parecía que Joffe había tenido “acceso legal” a los servidores que, según Durham, fueron explotados.
Pero un destacado experto en seguridad de la información, un veterano de Washington que ha trabajado para numerosas organizaciones políticas y no políticas de alto perfil y que le pidió a The Independent que lo describiera como un “milusos local”, aseguró que Durham no tenía idea de lo que estaba hablando.
El experto dijo que la descripción de cómo se obtuvieron los datos de DNS (básicamente una función de asistencia de directorio que permite a las computadoras traducir nombres de dominio como independent.co.uk en direcciones IP numéricas) parecía estar escrita deliberadamente para provocar la indignación de la derecha, pero tenía poca relación con cómo funciona realmente el internet.
No es necesario que nadie acceda directamente a los servidores para ver las búsquedas de DNS, explicó, porque cualquier persona que vigile el tráfico de internet podría aislarlas si estuviera en condiciones de monitorear suficiente tráfico.
El experto señaló a The Independent que la falta de precisión técnica en el documento de Durham le preocupaba porque un fiscal del Departamento de Justicia normalmente tendría acceso al mejor personal de seguridad e informática del mundo.
“Mi problema es que tal vez estén hablando con Cyber Ninjas o algo así”, mencionó, refiriéndose a los partidarios no calificados que realizaron la auditoría simulada del Senado estatal de Arizona sobre las boletas del condado de Maricopa el año pasado.
La razón de Durham para sacar a relucir los datos del DNS en el documento era doble, sugririó: enardecer deliberadamente a los medios de derecha para evitar que se cerrara su investigación y ayudar a deslegitimar retroactivamente la investigación de Mueller sobre Trump, al convertir cualquier mención de “Trump” y “Rusia” parte de una “narrativa” fabricada.
“La jugada del Partido Republicano es reconfigurar y recrear la verdad para convertirla en sus locas tonterías. Y esto es lo que es: aquí están, recreando la verdad”, sostuvo. “Estoy mucho más dispuesto a atribuirlo a la malicia que al buen trabajo”.
Nick Akerman, exfiscal federal y experto en leyes de delitos informáticos, también le dijo a The Independent que la forma en que se presentaron las acusaciones relacionadas con la informática en el documento de Durham sugiere que no entiende el tema.
“Es un tipo mayor. Estoy seguro de que no conoce esta tecnología ni la entiende”, opinó.
Pero Akerman, quien se desempeñó como asistente del fiscal especial durante el Watergate, observó que el fiscal especial actual está haciendo algo mucho más siniestro con sus documentos judiciales que podría poner a su oficina del lado equivocado de importantes límites éticos: “Parece que está usando un presentación de conflictos para introducir estas acusaciones muy muy incendiarias”.
El exfiscal federal comentó que si Joffe o cualquier otra persona hubiera excedido su acceso legal a los datos, serían sujetos de sanciones penales en virtud de la Ley de Abuso y Fraude Informático (CFAA) de EE.UU. que superarían con creces lo que enfrenta Sussmann por hacer declaraciones falsas al FBI. El hecho de que Durham no haya acusado a nadie bajo la CFAA, añadió, es una fuerte señal de que no se cometió ningún delito y no ocurrió nada inadecuado.
“Si estás otorgando acceso a datos no públicos y privados, ahí entra la Ley de Abuso y Fraude Informático... porque significa que han excedido su acceso, o no tenían acceso a este material, y básicamente accedieron ilegalmente”, subrayó. “Si es así, ¿cómo es que [Joffe] no fue acusado? ¿Cómo es que todas estas otras personas no fueron acusadas? ¿Dónde están?”.
Akerman agregó que el documento que contenía las acusaciones de las que Trump y sus aliados han estado hablando era innecesario porque los abogados tienen el deber de explicar los posibles conflictos de intereses a sus clientes, para que ellos puedan elegir renunciar al conflicto y no tengan que conseguir un nuevo abogado.
“El punto central del documento son esos dos párrafos... definitivamente merecen ser señaladas como tonterías. Quiero decir, es simplemente ridículo”, aseveró.
Akerman destacó que, en su experiencia, la única razón por la que Durham o cualquiera que trabaje para él podría presentar dicho documento ante un juez es porque está operando fuera de la cadena de mando del Departamento de Justicia. Cualquier otro fiscal federal cuyo nombre aparezca en un documento tan incendiario estaría buscando un nuevo empleo en poco tiempo, sostuvo.
“Está tratando de disfrazarlo como una especie de conflicto, pero no tienen derecho a decirles a estas personas quiénes deben ser representados y quiénes no”, afirmó. “Te pueden despedir si eres asistente del fiscal federal y estás metiendo cosas en esto para difamar a alguien y no hay un propósito real para eso”.
Las críticas a las acusaciones de Durham con respecto a los datos del DNS y la forma en que se revelaron en un documento judicial aparentemente no relacionado plantean dudas sobre si está llevando a cabo una investigación legítima o ayudando a lo que se ha convertido en una larga serie de intentos republicanos de difamar a sus opositores políticos, después de los ataques hechos en la campaña de Trump contra el hijo del presidente Joe Biden, Hunter Biden, y las frecuentes afirmaciones de Trump de una conspiración del “estado profundo” contra su presidencia.
En octubre de 2020, Barr nombró a Durham como asesor especial, lo protegió de ser despedido y lo colocó fuera de la cadena de mando normal del Departamento de Justicia, haciendo de su metainvestigación una especie de respuesta extraña a la investigación del exdirector del FBI Robert Mueller sobre la campaña de Trump de 2016.
The Independent se ha comunicado con el Departamento de Justicia para obtener comentarios sobre la idoneidad de los documentos judiciales de Durham.
Una persona que ha estado en el lado receptor del aparentemente interminable flujo de información de Trump, la exsecretaria de Estado y candidata presidencial demócrata de 2016, Hillary Clinton, ofreció una respuesta a esas preguntas en un tuit, el miércoles.
“Trump y Fox están creando desesperadamente un escándalo falso para distraer la atención de los verdaderos [escándalos]. Así que es un día que termina en Y”, escribió. “Cuanto más se exponen sus fechorías, más mienten”.