Excombatiente de grupo separatista en Camerún ahora es maestro y promueve la paz

Robert Bociaga
Domingo, 26 de enero de 2025 15:57 EST
CAMERÚN-DE INSURGENTE A PROFESOR
CAMERÚN-DE INSURGENTE A PROFESOR (AP)

En un aula ubicada en las exuberantes tierras altas de Camerún, un excombatiente rebelde enseña lógica y filosofía. Para sus estudiantes es una persona tranquila y reflexiva, pero en su pasado hay una historia más turbulenta.

Durante año y medio, Ateasong Belts Tajoah combatió en los Dragones Rojos, una milicia separatista en el conflictivo suroeste del país. Se unió al movimiento en 2017, a los 23 años, después de que combatientes locales llegaran a su aldea y le ofrecieran la oportunidad de canalizar su frustración con el gobierno a través de la acción insurgente.

Al igual que muchos en las partes anglófonas de Camerún, se sentía marginado por el gobierno dominado por la población francófona. Esas tensiones, que comenzaron con protestas pacíficas organizadas por abogados y maestros, se tornaron letales hace casi una década luego de que el gobierno aplicara medidas represivas.

La lucha por la independencia de las áreas anglófonas, que los grupos rebeldes emergentes denominaron Ambazonia, ha dejado más de 6.500 muertos y más de 1,1 millones de desplazados.

Cuando era insurgente, Tajoah se guarecía de la lluvia bajo hojas de plástico, cocinaba para los líderes y efectuaba ataques contra blancos militares y civiles.

“Nunca podías dormir con los dos ojos cerrados”, observó, mientras señalaba las cicatrices en su cuello y estómago dejadas por balas.

La presencia de drogas y alcohol era generalizada en los campamentos, y a menudo se utilizaban para afrontar la constante amenaza de emboscadas o traiciones. El costo psicológico fue inmenso, reconoció Tajoah, que recordó el trauma de cargar los cuerpos de más de 20 camaradas caídos.

El grupo rebelde creía que destruir escuelas debilitaría el control del gobierno sobre la región, una estrategia que dejó una profunda cicatriz sobre el panorama educativo.

Grupos armados impusieron boicots, quemaron aulas y mataron a maestros que desafiaron sus órdenes. Casi 488.000 niños en las regiones afectadas estaban fuera de la escuela en 2024, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).

Tajoah admitió haber desempeñado un papel en la destrucción, sin dar detalles, pero reconoció el profundo daño causado por la estrategia a innumerables vidas.

El punto de quiebre para él llegó con la pérdida de su hijo de 11 años durante un ataque de las fuerzas gubernamentales a su campamento. Ya de por sí desilusionado con el liderazgo separatista y abrumado por el dolor, se entregó en 2019.

Ingresó en un centro gubernamental de rehabilitación para excombatientes en Buea, la capital de la región suroccidental de Camerún, donde pasó 18 meses reflexionando sobre su pasado. Al igual que muchos excombatientes, Tajoah ha tenido que recorrer una senda larga y solitaria, con un estigma generalizado que marca su camino hacia su reintegración en la sociedad.

Aunque el centro de rehabilitación prometió ofrecer capacitación laboral, el programa de desmovilización del país ha enfrentado críticas generalizadas por su implementación lenta y falta de recursos.

Tajoah presenció la prevalencia de drogas allí, supuestamente introducidas por los mismos funcionarios encargados de guiar a los excombatientes. Hubo preocupaciones de que algunos milicianos presuntamente fueron coaccionados para participar en operaciones militares después de entregarse. El gobierno no respondió a una solicitud de comentarios.

Muchos excombatientes han regresado a grupos armados, diciéndose frustrados con el programa de rehabilitación. En 2021, exmilicianos bloquearon calles en Buea para protestar, acusando al gobierno de incumplir su promesa de apoyarlos.

La falta de supervisión y transparencia exacerba los problemas, según Syndie Rhianne Makeutche, una investigadora de paz de Naciones Unidas. “Sin estas medidas, el programa corre el riesgo de perder credibilidad y empujar a más excombatientes de vuelta a la violencia”, señaló.

A pesar de los desafíos, Tajoah se ha forjado un nuevo camino. Obtuvo una maestría en filosofía en julio.

Enseñar es más que un trabajo, apuntó. “Es una forma de enfrentar mi pasado e inspirar a otros a evitar mis errores”, agregó.

En un principio su presencia en el aula generó algunos temores. “Muchos asumieron que los excombatientes eran incultos y peligrosos”, observó.

Con dedicación y apertura sobre su pasado, gradualmente Tajoah se ganó la confianza de sus estudiantes, sus padres y la comunidad en general.

Su decisión de enseñar lógica y filosofía surgió de un añejo interés suyo en el pensamiento crítico y el comportamiento humano.

“Me gustaban estas materias antes de convertirme en combatiente”, manifestó. En la actualidad las utiliza para desafiar a los estudiantes a pensar de manera diferente y guiarlos hacia un camino más constructivo.

Más allá del aula, Tajoah se ha convertido en un abierto activista por la paz. Emplea una estrategia en redes sociales para educar a las personas sobre los peligros de la rebelión, compartiendo imágenes de combatientes caídos con el fin de resaltar las realidades del conflicto armado.

Arriesga también su vida al viajar a aldeas, donde insta a los jóvenes a deponer sus armas. Algunos residentes dijeron que sus labores de contacto han sido decisivas para fomentar la paz, y han derivado en la rendición de algunos combatientes.

Aunque algunos se muestran escépticos sobre el trabajo de Tajoah, otros lo consideran un modelo de cambio. “Más gente entiende ahora que él está aquí para traer paz y alentar a otros a dejar sus armas”, dijo Ajiawung Columbus Fortulah, un jefe tradicional de la aldea de Atulah, donde Tajoah creció.

Algunos combatientes han depuesto su armamento, y la escuela primaria local ha reabierto sus puertas, señaló Fortulah.

Sin embargo, el activismo de Tajoah ha tenido un costo personal. Su madre ha sido secuestrada dos veces por separatistas, y él ha recibido numerosas amenazas de muerte de parte de insurgentes que pretenden poner fin a sus labores pacifistas.

Otro excombatiente, Okha Naseri Clovis, comparte la determinación de Tajoah. Clovis, que ahora estudia logística en la capital de Camerún, Yaundé, ha hablado con franqueza sobre sus experiencias, y con frecuencia ha criticado a los líderes separatistas. Habla ante excombatientes en centros de rehabilitación, instándolos a abrazar la reintegración y la paz, y viaja a aldeas remotas para contrarrestar la narrativa de los insurgentes.

Las autoridades camerunesas han acogido con beneplácito los esfuerzos comunitarios que respaldan el programa de rehabilitación, pero los críticos las han acusado de no abordar las causas profundas de la crisis.

Mientras tanto, el conflicto no muestra indicios de solucionarse. Las conversaciones de paz con mediadores internacionales se han estancado, y ambas partes se han acusado mutuamente de mala fe.

“Hay una diferencia entre la crisis anglófona y el terrorismo de Ambazonia”, observó Tajoah. “Los anglófonos están marginados, pero las armas y los secuestros no lo resolverán. El diálogo y la acción son el único camino a seguir”.

Él espera que sus alumnos acojan ese mensaje.

“Combatí para cerrar escuelas, pero ahora enseño para abrir mentes”, declaró. “Las cicatrices siempre estarán ahí, pero no tienen que definirte”.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de la AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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