La "visión ecológica" de Arabia Saudí no convence a críticos
Dentro y fuera de la cumbre climática, Arabia Saudí se presenta como un líder en energía verde y prácticas ecológicas, con deslumbrantes pabellones, cuidadas presentaciones y optimistas previsiones
Autos con hidrógeno y vehículos que atrapan los gases contaminantes que expulsan. Ratones de computadora fabricados con residuos plásticos recuperados del océano. Cientos de millones de árboles plantados en el desierto. La visión saudí de un futuro respetuoso con el medio ambiente se expone apenas a un breve trayecto por carretera desde la sede de la cumbre climática de Naciones Unidas que se celebra en Egipto.
Lo que no se muestra en la brillante galería son los combustibles fósiles de efecto invernadero que el país sigue extrayendo para exportarlos a todo el mundo. Las emisiones de combustibles fósiles son el motivo por el que los negociadores de casi 200 países se han congregado en la conferencia anual de dos semanas, regateando sobre cómo puede reducirse la polución y cómo de rápido hacerlo.
Dentro y fuera de la conferencia, Arabia Saudí se presenta como un líder en energía verde y prácticas ecológicas, con deslumbrantes pabellones, cuidadas presentaciones y optimistas previsiones sobre tecnologías como la captura de dióxido de carbono, que puede retirar el gas del aire pero resulta costosa y aún requiere años de desarrollo para un despliegue a gran escala.
“Tenemos objetivos y metas enormemente ambiciosos”, dijo el enviado climático saudí Adel Al-Jubeir sobre el Foro Iniciativa verde Saudí, un evento de dos días paralelo a la cumbre COP27. “Queremos ser un ejemplo para el mundo en cuanto a lo que puede lograrse”.
La campaña forma parte de un esfuerzo más amplio de Arabia Saudí, que tiene unas de las reservas de crudo más grandes del mundo y lidera el cártel petrolero OPEP, para argumentar que el país debe formar parte de la transición a energías renovables mientras se mantiene como exportador crucial de petróleo.
Esa visión choca de frente con la posición de científicos climáticos y expertos medioambientales, que afirman que Arabia Saudí y otros países con grandes reservas de crudo simplemente quieren distraer al mundo para continuar con sus negocios como de costumbre.
El ministro saudí de Energía, el príncipe Abdulaziz bin Salman al Saud, anunció varios proyectos ecológicos nuevos o actualizaciones sobre los ya iniciados, como promesas adicionales de plantación de árboles y nuevos proyectos de energía solar en planificación.
El príncipe heredero, Mohammed bin Salman, presentó su Iniciativa Verde Saudí en la COP26 del año pasado en Glasgow, Escocia, con un objetivo de emisiones “neutrales cero” de gases de efecto invernadero para 2060, un plazo que adelantó a 2050 en el inicio de esta cumbre.
Aun así, las exportaciones energéticas siguen siendo la base de la economía saudí, con 150.000 millones de dólares en ingresos anuales, pese a los esfuerzos por diversificar sus ingresos conforme se acelera la transición global para reducir la dependencia de combustibles fósiles.
En el foro saudí, funcionarios y oradores invitados de empresas de energía renovables hablaron sobre temas como el hidrógeno limpio, reverdecer el desierto y un proyecto de ciudad futurista en el desierto llamado Neom.
El director general de la petrolera estatal Saudi Aramco, Amin Nasser, dijo que el mundo necesita más inversión en petróleo y gas, no menos, un mensaje que choca con el sentimiento en muchas de las delegaciones nacionales y expertos climáticos y activistas que asistían a la COP27.
“Me preocupa la falta de inversión en el crudo y el gas en particular”, dijo Nasser. Arabia Saudí se ha resistido a las peticiones de que abandone con urgencia los combustibles fósiles y advierte que un cambio prematuro ha provocado subidas de precios y desabastecimiento.
“Sí, hay una buena inversión en las alternativas” como energía solar y eólica, dijo, mientras que el dinero invertido en capacidad de producción petrolera ha caído a 400.000 millones de dólares anuales, respecto a los 700.000 millones de dólares de 2014.
“Eso no basta para cubrir la demanda global en el medio a largo plazo”, afirmó.
Un vocero de Aramco dijo que Nasser no estaba disponible para una entrevista.
Entre los anuncios saudíes había planes de crear un centro regional para “avanzar en reducción de emisiones" y de acoger una semana regional del clima antes de la cumbre COP del año que viene.
También hay 13 proyectos previstos de energía renovable que producirían un total 11,4 gigavatios, aunque los expertos señalan que es una reducción respecto a las cifras anunciadas en años anteriores.
Una vez estén en marcha, esos nuevos proyectos reducirán las emisiones de dióxido de carbono en unos 20 millones de toneladas al año.
Saudi Aramco tiene previsto construir la mayor instalación de captura y almacenamiento de dióxido de carbono, que albergará hasta 9 millones de toneladas de dióxido de carbono cuando entre en funcionamiento en 2027.
El reino también amplió su objetivo de árboles plantados a 600 millones para 2030, lo que incluiría manglares, respecto a la cifra inicial de 450 millones.
Los expertos climáticos no están convencidos.
“Arabia Saudí haría mejor en centrarse en reducir las emisiones en lugar de en depender de la captura y almacenamiento de dióxido de carbono y reducciones cuestionables con plantación de árboles, cuyas aportaciones simplemente les permitirían seguir aumentando las emisiones por la quema de combustibles fósiles”, dijo Mia Moisio, experta en política energética en Oriente Medio y Norte de África en el centro de estudios New Climate Institute.
“Para mantener las emisiones en la ruta de los 1,5 grados Celsius, todos los gobiernos deben centrarse en reducir las emisiones de combustibles fósiles, no en compensarlas”, señaló.
El Climate Action Tracker, un baremo de acciones para controlar el calentamiento global gestionado por el instituto y otros socios, clasifica a Arabia Saudí como “muy insuficiente”.
Los reportes del Climate Action Tracker analizan los objetivos y políticas de los países de cara al objetivo del Acuerdo de París de 2015, que aspira a limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit).
Las autoridades saudíes promocionan lo que describen como una “economía circular del carbono” para reducir las emisiones de operaciones petrolíferas y gasíferas, pero el reporte dice que esto “sólo aborda una fracción de las emisiones relevantes en Arabia Saudí y en todo el mundo, ya que la mayoría de las emisiones asociadas al gas y el petróleo proceden de la quema de combustible, no de la extracción y el procesamiento”.
Los activos saudíes de gas y petróleo producen 900 millones de toneladas de emisiones al año, según un inventario de principales fuentes de gas de efecto invernadero elaborado por la coalición Clima TRACE presentado en la COP27.
También hay un plan de créditos y compensaciones de gases de efecto invernadero previsto para el año que viene, con pocos detalles. Los créditos de dióxido de carbono, que permiten a países y empresas pagar para reducir su huella de carbono, por ejemplo plantando árboles, son cada vez más controvertidos y los críticos señalan que son una licencia para que empresas contaminantes sigan contaminando.
En las negociaciones del año pasado en Glasgow, Arabia Saudí fue acusada de que sus negociadores trabajaban para bloquear las medidas climáticas que habrían amenazado la demanda de crudo, algo que su ministro de energía calificó de mentira.
Mientras las conversaciones sobre el acuerdo final de este año iniciaban su segunda y última semana, grupos de monitoreo advirtieron sobre la influencia de los llamados petroestados y los cabilderos de la industria. Los observadores contabilizaron 636 personas asociadas a empresas de combustibles fósiles en la lista provisional de participantes de la cumbre, un cuarto más que el año pasado.
“Los saudíes bien podrían llegar a la COP27 con un sombrero verde y proclamando las virtudes de plantar árboles, pero este es un estado que sigue beneficiándose muchísimo de prácticas destructivas que causan la crisis climática”, dijo Alice Harrison, activista de Global Witness, uno de los grupos que hizo el cálculo. “Cualquier exposición, charla o muestra de lo contrario es un puro lavado de cara”.
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