Curiosas belugas juguetean en la cálida bahía de Hudson y ofrecen un poco de sanación
Las juguetonas belugas blancas de gran tamaño traen alegría y sanación a la bahía de Hudson. Sus alegres chirridos saltan a la vista en un entorno y una economía amenazados por el calentamiento del agua que derrite el hielo marino, mata de hambre a los osos polares y altera toda la cadena alimentaria.
Las ruidosas y curiosas belugas pululan por los barcos, chasqueando, empujándose y retozando. En cualquier momento del verano en el río Churchill, que desemboca en la bahía de Hudson, hasta 4.000 belugas pueden recorrer la vía fluvial, rodeando embarcaciones de todos los tamaños. Es difícil encontrar un lugar en el que no las veamos, afirmó la bióloga Valeria Vergara, científica de la Raincoast Conservation Foundation. Está en su naturaleza.
“Las mariposas sociales del mundo de las ballenas... Se puede ver en Churchill”, dijo Vergara.
La ciudad de Churchill, en Manitoba, cuenta con que así siga siendo. Esta comunidad mayoritariamente indígena, que salió de la depresión económica gracias al turismo de osos polares, se enfrenta a la perspectiva de que el número de osos disminuya a causa del cambio climático. Por eso confía en que otra bestia blanca, la beluga, acuda al rescate y atraiga a los turistas veraniegos, si es que los mamíferos marinos también sobreviven a los cambios en esta entrada al Ártico.
Las belugas tienen algo curativo. Que se lo pregunten a Erin Greene.
Greene fue atacada por un oso polar en 2013. No le gusta entrar en detalles sobre el ataque, pero el alcalde Mike Spence dijo que fue azotada por un oso que la tenía entre sus fauces. Un vecino golpeó al oso con una pala, y una tercera persona utilizó un camión para ahuyentar al oso, que más tarde fue localizado y sacrificado. Años después, Greene relató que el contacto con las sociables ballenas la ayudó a superar el trastorno de estrés postraumático. Ahora sale al agua con ellas, en una tabla de surf de remo, y canta a las ballenas y con ellas. También renta tablas a los turistas para que puedan hacer lo mismo.
Greene, que no es nativa de Churchill, pero vino a trabajar en la industria del turismo, probó el yoga, que finalmente la llevó a practicar paddleboarding en Hawai. Se sintió un poco mejor, así que pensó en volver a Churchill, donde no sólo hay agua, sino también belugas. Y eso la ayudó a curarse, “pasando por las diversas etapas de la superación del trauma”, dijo.
Pero no se trata sólo de ella. Cuando lleva a sus clientes al agua, a escasos centímetros de las ballenas, ellos también se sienten mejor.
“Nunca he visto a un animal, salvo quizá a los cachorros, que transmita tanta alegría a la gente”, comentó Greene. “Todo el mundo sonríe cuando sale del agua... Todo el mundo experimenta alegría. Y son las ballenas las que aportan eso”.
“Con las belugas, creo que es una conexión bastante diferente a la que se establece con cualquier otro animal, porque las ballenas eligen de verdad socializar contigo. Quieren jugar”, explicó Greene. “Eso es realmente lo que las diferencia de otros animales. Son muy amables. No quieren hacer daño al humano”.
No está de más que las ballenas hayan llegado a conocer a Greene. Vergara no duda de que la conocen.
Greene les canta a las ballenas, por ejemplo “Yellow Submarine” de The Beatles. También canta la canción de la película de Eurovisión de Will Ferrell “Husavik (My Hometown)” con la letra “donde las ballenas pueden vivir porque son un pueblo gentil”.
Según Vergara, experta en ballenas, esa letra se acerca mucho a la realidad.
“Tienen rasgos muy similares a la cultura humana, por lo que podemos empatizar con ellos”, señaló Vergara. “Forman comunidades y redes. Cooperan y se ayudan a criar. Son increíblemente locuaces. Probablemente sean uno de los mamíferos acústicamente más activos o vocales, junto con los humanos, de la Tierra”.
A diferencia de las ballenas jorobadas, las vocalizaciones de las belugas no son canciones con ritmo y un patrón, dijo. Cuando pone sus hidrófonos en el agua para grabar las llamadas de las ballenas “realmente no piensas: “Oh, estoy oyendo cantar”. Piensas ‘estoy en una selva llena de pájaros’”.
Es una cacofonía de chasquidos y silbidos. Pero no es aleatorio, es como meterse en un festival ruidoso, apuntó Vergara.
“No puedes evitar preguntarte qué es lo que se comunican entre ellas”, dijo. “Dependen absolutamente del sonido para mantener estas sociedades tan complejas”.
Las investigaciones han demostrado que cada beluga tiene un llamado distinto que utiliza para comunicarse, como si fuera un nombre, explicó Vergara. Las ballenas jóvenes tardan un par de años en aprender el nombre de sus padres y el suyo propio. Pero las ballenas emparentadas o que viven juntas tienen llamados o nombres similares, algo así como un apellido.
Las belugas reciben el apodo de “canario del mar” por su vocalización, pero también podría compararse con el canario en la mina de carbón, que avisa de un entorno cada vez más peligroso, indicó Vergara.
El hielo marino está disminuyendo en todo el Ártico, incluso aquí, en la bahía de Hudson. Y aunque ésta es probablemente la mayor población de belugas del mundo, la comunidad científica está un poco preocupada.
“La desaparición del hielo les va a afectar”, señaló Vergara. “No sabemos cómo van a reaccionar a los cambios en la temperatura del agua, los cambios en la disponibilidad de alimentos, los cambios en la disponibilidad de sus presas habituales”.
El cambio en el hielo forma parte de una alteración general de la base de la cadena alimentaria: el plancton. Cuando esas diminutas criaturas varían, se produce “todo un cambio en la base de presas de las belugas”, explicó Vergara.
Según Pierre Richard, experto en belugas del Centro de Estudios del Norte de Churchill y autor de tres libros sobre ballenas, el bacalao ártico, un pescado rico en grasas clave en la dieta de las belugas, está disminuyendo. Pero no está claro si las belugas podrán adaptarse.
En el mar de Beaufort, las investigaciones muestran que las belugas no están tan gordas como solían, pero los científicos no están al tanto de las de la Bahía de Hudson, explicó Richard. Otro problema es que las orcas que cazan a las belugas se acercan con más frecuencia a la bahía de Hudson y menos hielo marino significa menos lugares para que las belugas se escondan, dijeron él y la científica de mamíferos marinos de la Universidad de Washington Kristin Laidre.
“No está nada claro hasta qué punto las belugas de la bahía de Hudson están viéndose afectadas por estos cambios en el ecosistema”, afirmó Richard.
Las belugas, a diferencia de los osos polares, no están en la lista de especies en peligro o vulnerables, aunque sí lo está una población de Alaska. Hay unas 200.000 belugas en todo el mundo y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que elabora una lista mundial de especies amenazadas, las considera especies” de menor preocupación”, por lo que Vergara dijo que a menudo le preguntan por qué no dedicarse a animales en peligro más inminente.
“Yo diría que la amenaza para las culturas animales puede suceder mucho más rápido que la extinción de una especie entera”, afirmó Vergara. Y si desaparecen subpoblaciones de belugas, también desaparecen sus culturas.
“Es como perder una lengua o una cultura humanas”, añadió Vergara. “Debería importarnos”.
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