Incendios forestales en Brasil dejan destrucción que tomará décadas en recuperarse, si lo hace

Fabiano Maisonnave
Viernes, 25 de octubre de 2024 14:53 EDT

Los incendios forestales en Brasil han arrasado un área del tamaño de Suiza, un nivel de destrucción que tardará décadas en recuperarse, si es que alguna vez lo hace, según una nueva evaluación satelital.

La extensión de bosque que se ha perdido o degradado fue revelada cuando el humo que cubrió al país se despejó, gracias a lluvias que tal vez pongan fin a la peor sequía que Brasil haya registrado jamás.

“Los datos son excepcionalmente alarmantes. Es un aumento muy abrupto”, dijo Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM), una organización brasileña sin fines de lucro, a The Associated Press.

El área que se quemó entre enero y mediados de octubre de 2024 representa un aumento del 846% con respecto al mismo período en 2023. Es es cinco veces más extensa que los incendios forestales de 2019, cuando, durante el gobierno del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro, la destrucción desenfrenada de la Amazonía llegó a los encabezados en todo el mundo.

La estimación proviene del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, que rastrea la tasa oficial de deforestación en ese país.

Este incremento de incendios se produce un año antes que la ciudad amazónica de Belem albergue la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP30. El nivel de destrucción hace que funcionarios y expertos brasileños sospechen que los criminales utilizan el cambio climático para su beneficio.

La deforestación en la Amazonía suele comenzar con motosierras. Los árboles caídos y húmedos se dejan en el suelo hasta que están lo suficientemente secos como para prenderles fuego. Ni siquiera se utilizan por su madera.

Ahora que el bosque se seca debido a la sequía, los infractores que buscan crear más pastos para ganado podrían saltarse el costoso y laborioso paso de talar árboles: unos cuantos litros (galones) de gasolina y un encendedor son suficientes para iniciar un incendio.

“La sequía jugó un papel importante para alimentar la propagación, pero el fuego también se ha convertido en un arma”, dijo Alencar.

“La resiliencia del bosque a una sequía severa está demostrando ser muy baja”, explicó André Lima, secretario extraordinario de Control de la Deforestación y Ordenamiento Ambiental Territorial en el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático, a la AP en una entrevista en Brasilia. “No necesitas que 1 millón de personas prendan fuego para causar el desastre. Mil pueden hacerlo. Registramos 500 incendios grandes, todos ellos iniciados con un fósforo”.

Impulsada por el cambio climático inducido por el hombre y el fenómeno meteorológico de El Niño, la cuenca más grande del mundo se tambalea tras dos años de sequía severa. Muchos ríos se redujeron a mínimos históricos en 2023, y luego batieron de nuevo esos récords en 2024. Peces y delfines de río en peligro de extinción han muerto en aguas que son demasiado calientes para ellos. Cientos de comunidades ribereñas han quedado varadas sin transporte fluvial.

Y después llegaron las llamas. En septiembre, los incendios forestales se extendieron por la región y duplicaron la superficie que se había quemado en lo que va de este año. A poco más de dos meses para que termine 2024, ya es la mayor superficie quemada desde que el gobierno empezó a utilizar su metodología actual hace una década.

La estimación de la pérdida de bosques se produce al tiempo que delegados de todo el mundo se reúnen en la ciudad colombiana de Cali para la COP16, centrada en la preservación de la biodiversidad.

La hipótesis de que los delincuentes se aprovechan del cambio climático requiere un mayor estudio, dijo Lima. Pero hay algunas pruebas de ello. Una pista es que la zona de conservación que ha sufrido más daños es el Bosque Nacional de Jamanxim. Decenas de acaparadores de tierras crían ganado ilegalmente allí, con la esperanza de que sus operaciones sean legalizadas.

Está cerca de la ciudad de Novo Progresso, un foco de deforestación donde Bolsonaro, quien favorece el desarrollo económico por encima de la preservación de los bosques, recibió el 83% de los votos en su fallida candidatura a la reelección en 2022.

Los incendios han arrasado 1.900 kilómetros cuadrados (733 millas cuadradas) de Jamanxim este año, principalmente en septiembre, un aumento del 700% con respecto a 2023, según MapBiomas, una red de organizaciones no gubernamentales que monitorea el uso de la tierra.

El aumento sin precedentes de los incendios ha llevado al gobierno de Brasil a considerar el ordenar la reforestación de todas las áreas quemadas —un elemento disuasorio para los acaparadores de tierras que esperan convertir el bosque público en pastos privados de su propiedad.

Lima piensa que los gobiernos locales y estatales también deberían actuar, ya que la mayoría de los incendios comienzan en propiedades privadas rurales, que son su jurisdicción.

“Necesitamos cambios estructurales en las políticas para abordar el cambio climático”, subrayó.

El aumento de los incendios forestales en la Amazonía es parte de una tendencia global y empeora el cambio climático. Un estudio reciente publicado en la revista científica Science estimó que las emisiones de carbono de los incendios forestales aumentaron un 60% entre 2001 y 2023. Los investigadores advirtieron que los bosques, y todo el carbono que almacenan, son cada vez más vulnerables a los incendios.

A diferencia de los incendios forestales en Norteamérica, donde las llamas a veces alcanzan las copas de los árboles y se expanden desde allí, en la selva amazónica el fuego se propaga principalmente a través de las hojas en el suelo, y causa menos daño. El INPE, el organismo de control de la deforestación, contabiliza estas áreas como cicatrices de incendios, no como deforestación.

Es por eso que, a pesar del aumento de los incendios, la tasa de deforestación de este año parece disminuir bajo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y podría terminar 2024 con una reducción del 60% en comparación con los años de Bolsonaro. Esto muestra cómo la deforestación no es más que una de varias métrica —una que no proporciona un panorama completo de los daños al bosque en un año determinado.

“En áreas donde el fuego fue muy intenso, el bosque puede colapsar por completo”, reportó Claudio Almeida, un alto funcionario del INPE, a la AP. “Incluso regiones donde el fuego no fue tan intenso, ahora están severamente degradadas y frágiles. Otra temporada de sequía intensa e incendios podría provocar la destrucción de los bosques”.

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La cobertura climática y medioambiental de The Associated Press recibe el apoyo de varias fundaciones privadas. La AP es la única responsable de todo el contenido.

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