¿Puede México revertir su devastación ambiental?
México alguna vez fue un visionario sobre la crisis climática, pero ahora su progreso es “gravemente insuficiente”. Nuestra corresponsal climática en jefe Louise Boyle y José Luis Montenegro, reportero nacional en Ciudad de México para Independent Español, cuestionan: ¿en qué momento decayó?
Mientras docenas de científicos se reunían en Suiza el mes pasado para finalizar un informe fundamental de las Naciones Unidas sobre la crisis climática, al otro lado del Atlántico, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, estaba preparándose para una celebración de nada más y nada menos que el petróleo.
El 18 de marzo, se unió a decenas de miles de personas en el corazón de la Ciudad de México para conmemorar el 85º aniversario de la nacionalización de la industria de los combustibles fósiles.
López Obrador, conocido popularmente como AMLO, se jactó de cómo su administración había salvado a la petrolera nacional, Petróleos Mexicanos (Pemex), y afirmó que México dejaría de importar petróleo extranjero en 2024.
“Que el pueblo de México sepa que se está rescatando la industria eléctrica y petrolera, esto es parte de lo que nos inspira”, expresó.
Fue todo un giro político. La producción de Pemex se ha reducido en la última década, y la compañía tiene más deuda que cualquier otra gran petrolera con un asombroso monto de US$107,7 mil millones, según Bloomberg.
También han abundado los informes de mala gestión y accidentes industriales importantes. El ejemplo más dramático llegó en julio de 2021, cuando un gasoducto submarino de Pemex se rompió en el Golfo de México e incendió el océano.
Sin embargo, independientemente de las vulnerabilidades de Pemex, el gobierno de López Obrador ha priorizado la expansión de los combustibles fósiles en México a expensas de la energía limpia y renovable.
La decisión marca un alejamiento más amplio de los objetivos ambientales y climáticos que alguna vez fueron ambiciosos en el país desde que AMLO, un populista de izquierda campechano, llegó al poder en 2018.
Navegó hacia la victoria con la promesa de erradicar la corrupción política, poner fin al violento y absoluto dominio de los cárteles de la droga y mejorar la situación financiera y las redes de seguridad social para una población fastidiada.
A lo largo del mandato de AMLO, México adquirió una refinería de petróleo en Houston, Texas, y está construyendo otra en Tabasco, el estado natal del presidente. Ambos proyectos los denominó “acciones climáticas” en el Foro de las Principales Economías sobre Energía y Clima del año pasado.
Su gobierno había decidido ignorar “los cantos de sirena... de que la era del petróleo había terminado”, bromeó AMLO, cuando se anunció el proyecto de Tabasco.
Mientras tanto, la energía solar de México y el desarrollo eólico está estancado —a pesar de la abundancia de sol y las altas llanuras desérticas del país— en favor de la CFE (Comisión Federal de Electricidad) y Pemex, empresas estatales que dependen en gran medida de los combustibles fósiles.
“Medidas gravemente insuficientes”
Dichas medidas explican en parte por qué México es ahora uno de los países menos ambiciosos a la hora de abordar el cambio climático, y CAT (Climate Action Tracker), un grupo independiente que analiza la acción internacional, considera los esfuerzos nacionales como “gravemente insuficientes”.
La meta más reciente de México para 2030 de reducir las emisiones de carbono es más débil que la meta establecida en 2016, lo que le otorga el título poco envidiable de ser el mayor emisor per cápita de América Latina.
“Si todos los países siguieran el enfoque de México, el calentamiento podría alcanzar más de 3 grados Celsius y hasta 4 °C”, advirtió CAT.
México se unió al resto del mundo en la promesa de reducir las emisiones para evitar un aumento peligroso de la temperatura cuando firmó el Acuerdo de París de 2015. Los científicos afirman que si se rebasa el objetivo de París de 1,5 °C, las consecuencias climáticas serán más graves e impredecibles.
E incluso hay dudas sobre cómo México logrará su modesto objetivo de reducción de emisiones, planteó Gustavo Ampugnani, director ejecutivo de Greenpeace México, a The Independent.
“Reconocemos que la administración de López Obrador tiene algunos proyectos muy positivos, como el desarrollo solar en Sonora, pero aun así no es suficiente”, dijo Ampugnani.
“La narrativa dominante de este gobierno consiste en aprovechar el modelo de desarrollo de los combustibles fósiles, y es algo que Greenpeace quiere que cambie en todos los países, incluido México”.
No siempre fue así. Hace una década, México era un faro de progreso como el primer país en desarrollo en aprobar una legislación integral sobre el cambio climático, recortar los subsidios a la industria de combustibles fósiles y aumentar las protecciones ambientales.
Si bien López Obrador no niega el cambio climático, los ambientalistas dicen que sus objetivos personales superan las preocupaciones ambientales y climáticas más apremiantes de México.
“Él no habla mucho sobre ciencia, pero no niega el cambio climático”, señaló Ampugnani. “Pero eso no excluye el hecho de que el cambio climático no es una prioridad en sus objetivos, quizás porque es más romántico o nostálgico”.
Sin embargo, ha desacreditado a científicos y ambientalistas, una decisión particularmente preocupante teniendo en cuenta que México es mencionado sin cesar como uno de los países más mortíferos del mundo para activistas y defensores de la tierra.
Despotricó contra los grupos ambientalistas que se han opuesto al polémico Tren Maya, su proyecto de infraestructura favorito, y los tachó de “agentes extranjeros”.
El Centro Mexicano de Derecho Ambiental alegó que estaba “criminalizando” a los ecologistas.
“Exigimos disculpas públicas por los ataques y las difamaciones de los que hemos sido objeto por parte del presidente”, tuiteó el grupo. “La ayuda internacional al desarrollo es legal, al igual que las donaciones de particulares, empresas y fundaciones extranjeras mexicanas”.
El tren “detonante”
El proyecto del Tren Maya en la península de Yucatán ha estado plagado de polémica desde sus inicios.
La península es el hogar de la biosfera de Sian Ka’an, una de las áreas protegidas más grandes de México, que está repleta de bosques tropicales, manglares, pantanos, arrecifes de barrera y más de 300 especies de aves y miles de otros animales.
El nuevo tren de biodiésel, que circula en un circuito de 1.529 kilómetros (950 millas), unirá los centros turísticos de Cancún, Playa del Carmen y Tulum con áreas remotas. El objetivo es que los turistas puedan trasladarse desde la playa hasta los sitios arqueológicos, sin agregar vuelos y viajes por carretera que generan mucho carbono.
Durante su campaña como candidato presidencial, AMLO prometió que no se sacrificaría “ni un solo árbol” en la construcción del tren, y el gobierno mexicano llamó al proyecto un “detonante” para el desarrollo sustentable, en particular para las comunidades marginadas y pobres de indígenas mayas que dan nombre al tren.
La realidad de esas promesas ha sido muy distinta.
En primer lugar, los árboles: tan solo una sección de la vía del Tren Maya atraviesa 109 kilómetros (68 millas) de selva tropical, y la agencia de turismo del gobierno, FONATUR, reconoce que 3,4 millones de árboles han sido talados. (Algunos ambientalistas aseveran que está más cerca de 9 millones de árboles).
El tren, que incluye vagones de restaurante y cabinas para dormir, atravesará la vasta red subterránea de cuevas de la región, llamadas cenotes, que abastecen de agua dulce a cinco millones de personas.
Los techos de las cuevas de piedra caliza tienen solo unas cuantas pulgadas de espesor en algunos lugares, por lo que será necesario atravesar soportes estructurales, una gran amenaza para el suministro de agua, advierten los ambientalistas.
La península de Yucatán, como muchas otras regiones de México, no puede someter sus recursos a más estrés. La disponibilidad de agua se ha reducido en casi dos tercios en la región en las últimas dos décadas, según la Comisión Nacional del Agua de México.
Y existen serias preocupaciones sobre los riesgos que representan para el pueblo maya.
En diciembre, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas emitió una advertencia de que el Tren Maya “pone en peligro los derechos a la tierra y los recursos naturales, los derechos culturales y el derecho a un medio ambiente sano y sostenible de los pueblos indígenas y otras comunidades”.
José Clemente May, miembro de la comunidad maya de la ciudad de Homún, dijo a The Independent que el presidente “promete una cosa y hace otra” y que simplemente está enfocado en la reelección de su partido el próximo año.
Señaló que los pueblos y ciudades de la península de Yucatán ya carecían de agua y de servicios médicos dignos.
“Con la construcción del Tren Maya, habrá un gran crecimiento cerca de las estaciones e incluso la aparición de nuevas ciudades o pueblos”, dijo. A Clemente May también le preocupaba que más personas y la demanda económica atrajeran a los delincuentes para “sitiar” la zona como lo han hecho los cárteles de la droga en la ciudad vecina Cancún.
Y la legalidad misma del proyecto, que se espera que cueste hasta US$20 mil millones, está en duda: el presidente López Obrador había categorizado el Tren Maya como un proyecto de seguridad nacional para eludir el requisito legal de una evaluación de impacto ambiental.
“A AMLO no le importan las consecuencias para el medio ambiente. Quiere el tren porque lo quiere. Instruyó a su gente y empezaron a construirlo”, Alex Olivera, representante sénior de México en la organización sin fines de lucro de conservación, CBD (Centro para la Diversidad Biológica), le dijo a The Independent. Su grupo y otras organizaciones están demandando al gobierno mexicano por el tren.
“Es solo la idea de un hombre, que cree que es buena, sin tener ninguna evaluación ambiental o económica previa sobre cuál es la mejor opción para que el área active su economía”, añadió. “Y está sembrando destrucción en la selva maya”.
El gobierno de López Obrador asegura que se completó una Informe de Impacto Ambiental para el tren. Sin embargo, no se han realizado estudios geológicos y geohidrológicos para descartar derrumbes en la vía férrea, según reporta el diario El Economista.
The Independent se comunicó con el gobierno de López Obrador en busca de comentarios para este artículo.
Mareas cambiantes
Y mientras el progreso climático significativo se desvanece, los ciclos cada vez más severos de tormentas, sequías y calor extremo azotan las megaciudades, los pueblos costeros y las aldeas rurales de México por igual.
La economía mexicana está pagando un precio, incluso en áreas críticas como el turismo y la agricultura. Alrededor del 80% de las pérdidas financieras relacionadas con el clima en México han afectado al sector agrícola en los últimos 30 años, según la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional).
Los huracanes también se han vuelto más poderosos en el Golfo de México durante el último medio siglo. El huracán Wilma, en 2005, dejó US$1,8 mil millones en daños en Cancún. En septiembre pasado, las lluvias torrenciales provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra devastadores en varios estados y causaron al menos una muerte.
Por otro lado, hay una escasez histórica de agua en muchas áreas. La ciudad de Monterrey, la bulliciosa capital del estado de Nuevo León al noreste del país, se vio obligada a someter a racionamiento de agua a 1 millón de personas en julio pasado.
Las condiciones secas están exacerbando los brotes de incendios forestales. Solo en la Ciudad de México, se reportaron al menos 66 incendios en 2019, y otros 130 en la región circundante.
Los incendios se suman a la contaminación del aire que va en aumento debido al crecimiento industrial y al auge de los vehículos diésel y de gasolina. El aire contaminado mata a 17.000 personas cada año en México, incluidos 1.680 niños menores de cinco años, según la empresa global de monitoreo del aire IQ Air.
Pero AMLO ha basado su éxito político en las preocupaciones más inmediatas y válidas de los mexicanos sobre la violencia, la corrupción y la economía. En el mitin de la Ciudad de México del mes pasado, ampliamente visto como el inicio no oficial de las elecciones presidenciales de 2024, López Obrador se jactó de su batalla contra la corrupción y dijo que la reducción de costos del gobierno había impulsado los programas estatales de pensiones y asistencia social.
Incluso afirmó que los delitos federales se habían reducido en un tercio; el secuestro en un 76%; y los feminicidios en un 28%. (The Independent no ha podido verificar estas cifras).
Con respecto a la crisis climática y la contaminación ambiental, se quedó callado.
Pero las próximas elecciones trajeron una ventana de oportunidad. López Obrador confirmó que no volverá a postularse para el cargo y prometió retirarse por completo de la política mexicana cuando finalice su mandato en diciembre de 2024.
Aún no está claro quién será el candidato de su partido, Morena, que sigue siendo el gran favorito entre los votantes mexicanos. Las encuestas recientes revelaron que si las elecciones fueran hoy, alrededor de un 45% del electorado votaría por este.
Han surgido como favoritos un puñado de nombres: Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México; Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México; Adán Augusto López, secretario de Gobernación; y Ricardo Monreal, senador.
Sheinbaum lidera cómodamente ese grupo, descubrió una encuesta reciente. Tiene ideales izquierdistas similares a los del actual presidente, y recientemente le dijo a The Associated Press que las políticas económicas neoliberales de los líderes pasados de México eran las culpables de exacerbar las desigualdades. López Obrador la tiene en alta estima, la describe como una “mujer trabajadora, honesta y con convicciones”.
Pero divergen sobre la prioridad que debe tener la crisis climática en la lista de pendientes de México.
Sheinbaum es una científica medioambiental de renombre mundial y forma parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, el IPCC, que ganó el Premio Nobel de la Paz por su trabajo en 2007.
Como jefa de gobierno de la Ciudad de México, ha presentado amplios planes ambientales y climáticos que incluyen la plantación de árboles, la lucha contra la contaminación de los ríos, la gestión de la escasez de agua, iniciativas de reciclaje, monitoreo de la calidad del aire e instalación de energía solar.
Tal ha sido su progreso que la invitaron a hablar sobre su visión climática durante la conferencia de líderes del presidente Biden, Summit on Climate, para conmemorar su primer Día de la Tierra en la Casa Blanca.
“Estamos convencidos de que para reducir el efecto catastrófico del cambio climático, necesitamos un enfoque diferente”, observó.
“La educación, la atención médica y un medio ambiente saludable son derechos de las personas, no privilegios”.
Traducción de Michelle Padilla