¿Cómo se determina el nombre de las tormentas invernales?
Olive ha asolado el Medio Oeste con fuertes nevadas, tormentas de nieve y hielo en su ruta hacia California
Esta semana, la tormenta invernal Olive azotó el Medio Oeste de Estados Unidos con fuertes nevadas, tormentas de nieve y hielo, lo que provocó la cancelación de cientos de vuelos nacionales.
Casi un millón de personas se quedaron sin electricidad el jueves por la mañana, siendo Michigan el estado más afectado, mientras que California enfrentó nevadas intensas el viernes.
Pero es posible que surja la pregunta de por qué tormentas como esta reciben nombres humanos.
The Weather Channel es el encargado de nombrar las tormentas invernales terrestres desde el invierno de 2012-2013.
El canal nombra las tormentas en orden alfabético según dos criterios: si hay una advertencia del Servicio Meteorológico Nacional para una tormenta de invierno, de nieve o de hielo que abarque una población de al menos 2 millones o si dichas advertencias cubren un área de al menos 400.000 kilómetros cuadrados.
The Weather Channel elige los nombres de una lista que excluye los que ya utiliza el NHC (Centro Nacional de Huracanes) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica para tormentas sobre el Pacífico en los últimos seis años o cualquier nombre de huracán retirado.
En caso de que ocurra un evento climático particularmente severo y cause muertes, el nombre a menudo se retira de las listas futuras por respeto a las familias que perdieron a sus seres queridos.
Katrina, por ejemplo, no se volverá a utilizar tras la devastación causada en la costa del Golfo y el sur de Estados Unidos en agosto de 2005.
“Es simplemente más fácil informar sobre una tormenta compleja si tiene un nombre, como lo ha demostrado nuestro programa de nombres”, dijo el locutor Bryan Norcross. “La buena comunicación beneficia a todos”.
Según los informes, la costumbre de nombrar los frentes meteorológicos se remonta a al menos hasta el siglo XVI, cuando la opción predilecta era usar nombres de santos. La práctica moderna se originó en la década de 1900 junto con los primeros días de la radio, que permitió por primera vez las telecomunicaciones de barco a tierra.
Al personificar y poner apodos a fenómenos meteorológicos extremos como las borrascas tropicales (siempre femeninas, según la tradición náutica), los meteorólogos, guardacostas y capitanes de barco podían transmitir información de forma clara entre ellos sin temor a malentendidos, lo que podría haber ocurrido si se hubieran basado en un sistema alternativo como la numeración en serie, por ejemplo.
A la primera tormenta de cada año calendario se le asignaba un nombre que comenzaba con “A”, la segunda con “B” y así sucesivamente.
La oficina de huracanes de la Fuerza Aérea de EEUU en Miami, Florida, probó un sistema para nombrar ciclones tropicales en el Atlántico Norte a finales de la década de 1940 utilizando el alfabeto de ortografía fonética (tormenta Alfa, tormenta Beta, etc.), según BBC. Esto condujo a la confusión derivada de las diferencias de uso, lo que inspiró un eventual cambio hacia los nombres de mujeres.
En 1953, el NHC sistematizó más el proceso, ya que elaboró listas de nombres que podían repetirse cada pocos años para los huracanes que se formaban en el Atlántico Norte, Golfo de México y mar Caribe.
En 1978, se introdujeron nombres masculinos para las tormentas en el Pacífico norte, seguidas del Atlántico un año después, una medida que pretendía hacer que el proceso fuera menos sexista tras las quejas del público.
Traducción de Michelle Padilla