Un activista en Nueva York cree innecesario el refrigerador
Para algunas personas que creen en la vida sostenible, no basta con reciclar y compostar
Para algunas personas que creen en la vida sostenible, no basta con reciclar y compostar. Han reducido sus residuos anuales a cero, o casi. Tal vez se hayan deshecho de la secadora o hayan renunciado a viajar en avión.
En el caso de Josh Spodek, un residente de Manhattan, sus esfuerzos por prescindir de los envases cambiaron su mentalidad de forma tan drástica que le llevaron a reducir su consumo eléctrico casi a cero. Incluso se deshizo del refrigerador, que, según él, era la mayor fuente de consumo eléctrico de su apartamento en Greenwich Village.
Spodek comenzó con la decisión de dejar de consumir productos empaquetados, y un pequeño paso llevó a otro. Ahora, Spodek experimenta a vivir casi sin red eléctrica en una ciudad que, en muchos sentidos, es el epítome de las redes eléctricas.
“Fue un cambio de mentalidad al que le siguió una mejora continua”, asegura Spodek. Primero desenchufó el refrigerador durante tres meses de invierno, y el año siguiente durante unos seis meses (desde noviembre hasta principios de la primavera, cuando generalmente guardaba la comida durante unos dos días junto a la ventana). Ahora, ha estado sin nevera durante más de un año.
Spodek se apresura a puntualizar que no está en contra de los sistemas frigoríficos en general, pero considera innecesario que todo el mundo tenga uno funcionando 24 horas al día, 7 días a la semana. En muchas partes del mundo, señala, los refrigeradores son una rareza.
“La gente de Manhattan vivió sin refrigeración hasta mediados del siglo XX”, apunta, “así que claramente es factible”.
Sus críticos se apresuran a señalar que este experimento no debe tomarse a la ligera.
“La vida de las personas puede estar en riesgo si ciertos alimentos se echan a perder. Ciertos productos lácteos se echan a perder con mucha facilidad y rapidez si uno no tiene cuidado”, afirma Frank Talty, fundador y presidente del Refrigeration Institute (Instituto de la refrigeración, con sede en Nueva York), que capacita a estudiantes para que instalen y reparen neveras y acondicionadores de aire.
Spodek recuerda cuando desenchufó su frigorífico por primera vez: “Honestamente, no estaba seguro de poder sobrevivir una semana sin él. Realmente no tenía un plan sobre cómo me las arreglaría sin uno, pero pensé que no me mataría y que siempre podía enchufarlo de nuevo”.
Sin duda ayuda el hecho de ser vegano, pues no tiene la necesidad de refrigerar la carne o los productos lácteos.
Los escépticos, y hay muchos, subrayan que si alguien no tiene frigorífico se verá obligado a salir casi a diario a comprar alimentos. Para quienes tienen familias numerosas o que necesitan conducir para comprar comestibles, hacer más frecuentes los viajes de compras podrían eclipsar los ahorros de energía por haber desenchufado el aparato. Sin mencionar que las molestias serían insostenibles para la mayoría.
Además, las mejoras en las neveras a lo largo de los años significan que, por lo general, ahora usan menos electricidad que, por ejemplo, un sistema de calefacción o un calentador de agua.
“Si bien usar menos energía siempre es loable, la mayoría de los hogares podrían tener un mayor impacto al cambiar a formas más eficientes de calentar y enfriar su hogar, como las bombas de calor”, subraya Joe Vukovich, un defensor de la eficiencia energética en el Natural Resources Defense Council (Consejo de Defensa de los Recursos Naturales).
Aunque los frigoríficos “solían ser enormemente ineficientes en las décadas de 1970 y 1980, su eficiencia energética ha aumentado drásticamente desde entonces” y continúa mejorando, añade. Muchas tiendas también reciclan refrigeradores viejos, y algunas empresas de servicios públicos ofrecen incentivos para reemplazar los modelos más antiguos.
Además, el simple hecho de usar su refrigerador de manera diferente puede marcar la diferencia, sostiene Vukovich: abrir la puerta con menos frecuencia, por ejemplo, ahorra energía.
“No quiero decir que no haya margen de mejora, pero la historia de los frigoríficos más ecológicos es una gran historia de éxito”, asevera Vukovich.
Con todo, Spodek recalca que los refrigeradores suelen funcionar sin parar: “Si todos pudieran vivir sin un refrigerador durante, digamos, dos semanas en el transcurso del año, se ahorraría una cantidad extraordinaria de electricidad”.
Y de paso podrían aprender algo.
Más allá del ahorro de energía, Spodek —que trabaja como entrenador para ejecutivos, enseña liderazgo como profesor adjunto en la Universidad de Nueva York y escribe blogs y podcasts sobre sus experiencias— dice que no tener refrigerador ha mejorado su calidad de vida. Compra productos frescos en los mercadillos, recibe cajas de hortalizas de una cooperativa agrícola apoyada por la comunidad, mantiene una reserva de frijoles y granos secos y se ha vuelto experto en algunas técnicas de fermentación.
Él cocina con una olla a presión eléctrica y, muy raramente, con un horno tostador, los cuales alimenta mediante un sistema portátil de paneles solares conectado a varias baterías. Como vive en un apartamento en la ciudad, debe subir (y luego bajar) el sistema con las baterías 11 niveles de escaleras un par de veces al día hasta el techo de su edificio.
Es un ejercicio que describe como “casi espiritual”. Cuando sube las escaleras, relata, piensa en las personas de todo el mundo que viven sin las comodidades modernas. “Haciendo esto, definitivamente estoy aprendiendo más sobre sus culturas que si simplemente vuelo a algún sitio para visitarlo una semana”.
Sin frigorífico, también ha aprendido a cocinar mejor y a utilizar una variedad más amplia de hortalizas de temporada.
“En el invierno, son solo remolachas, zanahorias, papas y cebollas, además de frijoles secos y granos. Me di cuenta de que así es como funciona el cocinar: tomas lo que tienes y haces que sepa bien”, afirma. “Y ahora sólo tengo que comer lo que compro antes de que se eche a perder, o encurtirlo para que dure un poco más”.
Otra muestra de sus esfuerzos por vivir de manera más sostenible: Spodek dice que no ha tirado la basura desde 2019 (todavía no ha producido suficientes desechos no compostables y no reciclables para llenarla) y no ha tomado un avión desde 2016 (sus padres viven cerca).
Aunque es posible que el mundo siga igual luego de que una persona desenchufe su nevera, Spodek señala que, al igual que con el movimiento Cero Basura, “lo que hago sí importa”.
”¿Ser un ejemplo para millones de personas para que vean que esto es posible? Eso es enorme”.