Violación, terror y muerte en el mar: El relato del naufragio de un barco con rohinya a bordo
Acurrucada a bordo de la embarcación, la niña de 12 años temblaba de miedo.
El capitán y la tripulación, que según contó la habían torturado a ella y a otras tres mujeres y niñas, no habían terminado. Y el castigo por desobedecer, advirtieron los hombres, sería la muerte.
Era la tercera noche que la niña y alrededor de 140 refugiados de etnia rohinya más pasaban atrapados en el pesquero frente a las costas de Indonesia. Habían huido de Bangladesh y de su patria, Myanmar, en un intento por escapar de la violencia y el terror, para encontrarse con la misma situación en el mar.
La niña, de 12 años — identificada únicamente por su inicial, N, por tratarse de una sobreviviente de agresión sexual — trató de esconderse. Ya había sobrevivido a una noche en el camarote del capitán, donde dijo que él y varios miembros de la tripulación la golpearon y la agredieron sexualmente.
Como la mayoría de los pasajeros, había sobrevivido a los ataques del ejército de Myanmar que obligaron a su familia a escapar a la vecina Bangladesh. Allí, sobrevivió durante casi siete años en campos de refugiados asolados por la violencia. Y había sobrevivido también a ese viaje sin su familia, que esperaba que pudiese llegar a Malasia, donde estaba prometida con un hombre más mayor que no conocía.
El capitán ordenó que más chicas se uniesen a él y a sus tripulantes en el dormitorio.
“Si no vienen con nosotros, hundiremos el barco", gritó.
Lo que ocurrió a continuación obligaría a N y a los demás rohinya a bordo a librar otra batalla por su supervivencia.
Para muchos, esta sería la batalla final.
En marzo, las autoridades de Indonesia y pescadores locales rescataron a 75 personas que estaban sobre el casco embarcación volcada ante la costa de la provincia indonesia de Aceh. Otros 67 pasajeros, incluyendo al menos 28 menores, fallecieron en el naufragio, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Hasta ahora, se sabía poco sobre los motivos del incidente. Este relato, narrado a The Associated Press en entrevistas con ocho sobrevivientes, ofrece el primer vistazo a lo ocurrido.
El viaje de N comenzó en Bangladesh, donde una serie de embarcaciones la llevaron a ella y a otros rohingya a través del golfo de Bengala.
El caos comenzó, según los pasajeros, cuando pasaron a una estrecha embarcación indonesia que se suponía que debía llevarlos a Indonesia. Desde allí, entrarían ilegalmente a Malasia.
El capitán y la tripulación indonesios separaron a los hombres de las mujeres y los obligaron a entrar en las bodegas de carga del barco. Quienes protestaban eran golpeados, contó Muhammed Amin.
Después, tras advertir que iban armados aunque nadie vio ningún arma, obligaron a N y a cuatro mujeres y niñas más a entrar en el camarote del capitán.
Una de ellas consiguió escapar, pero N y las demás quedaron atrapadas. Las agresiones por parte del capitán y de cinco de sus seis marineros duraron toda la noche, recordó N.
Cuando amaneció, N pudo salir para ir al baño. Se escondió entre las otras mujeres, pero las otras tres niñas sufrieron una segunda noche de abusos.
Las tercera noche, las tres salieron de la habitación llorando y sin habla.
El capitán y la tripulación exigieron nuevas víctimas. Las mujeres se negaron.
Los responsables de la embarcación habían estado bebiendo alcohol y fumando marihuana, de acuerdo con los pasajeros. El capitán, furioso, amenazó con hacer zozobrar el barco si las mujeres no accedían.
Poco después, Jannat Ullah dijo que vio como el hombre empujaba el timón con su pierna.
El barco se inclinó de forma violenta, haciendo caer a los pasajeros. Y entonces chocó contra una ola.
En la oscuridad del mar, la gente gritaba pidiendo la salvación, a dios o por sus hijos.
N luchó por regresar al casco volcado del barco. Una vez más, había logrado sobrevivir. Pero las otras tres niñas que habían sido agredidas junto a ella, no.
Amin vio como el capitán y tres de los marinos se alejaron nadando.
Por la mañana, un pequeño barco de pesca se acercó y llevó a seis personas a la costa.
Mientras, las olas empeoraron y desestabilizaron la embarcación, que volvió a volcar cobrándose nuevas víctimas.
La lluvia evitó que los pasajeros muriesen deshidratados. Pero a medida que pasaba la noche, estuvo claro que no todos iban a sobrevivir. La hija de Rahena Begum, de nueve años, dejó de respirar.
Los pasajeros rezaron antes de arrojar el cuerpo de la pequeña al agua.
Unos 30 minutos más tarde, apuntó Rahena, la embarcación de rescate llegó por fin hasta ellos.
Desde entonces, ante las costas de Aceh se han recuperado los cadáveres de 12 mujeres y tres niños, según ACNUR.
Aunque la tripulación del pesquero rescató a las seis primeras personas en la mañana del 20 de marzo, los barcos de rescate no zarparon hasta esa noche. Las autoridades no dieron por concluido el operativo hasta el mediodía del 21.
Según Ibnu Harris Al Hussain, director de la agencia de búsqueda y rescate de Banda Aceh, la operación comenzó poco después de que tuvieran conocimiento de la existencia del barco.
“Los más importante es que garantizamos su seguridad cuando fueron encontrados”, escribió Hussain en un mensaje a la AP.
El 2 de abril, la policía anunció la detención de tres de los tripulantes y de un cuarto hombre que no iba a bordo de la embarcación. Fueron acusados de contrabando de personas, que conlleva una pena de hasta 15 años de cárcel. Las autoridades siguen buscando al resto de la tripulación, incluyendo el capitán, quien huyó a Malasia, explicó a la AP el jefe de la policía de Aceh Occidental, Andi Kirana.
La policía no contempla presentar cargos por asesinato, apuntó Kirana, porque consideran que el naufragio fue un accidente.
Pero N y los otros pasajeros creen que el desastre fue un acto deliberado de venganza por parte de un capitán y de una tripulación sádicos. Y por eso, apuntó N, el castigo debería estar a la altura del delito.
“Nos torturaron. Nos trataron como animales”, dijo. “Queremos que el gobierno los trate como animales”.
Kirana indicó que la policía tampoco está considerando presentar cargos por violación, porque no ha recibido denuncias de agresión sexual. Pero N sostiene que la policía nunca la ha interrogado.
N espera llegar a Malasia y que el hombre la quiera como su esposa.
Quizás entonces, apunta, pueda ser finalmente libre, aunque en realidad, las niñas rohinya que se casan en Malasaia suelen verse atrapadas con esposos maltratadores.
Por el momento, todo lo que puede hacer es pelear para sobrevivir un día más.
“No quiero sufrir más”, afirmó.
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Gelineau informó desde Sydney.