A una semana de presunto intento de golpe, reinan confusión y teorías conspirativas en Bolivia
Un plan para dar un golpe de Estado contra el presidente boliviano Luis Arce no era lo que esperaba el general Tomás Peña y Lillo cuando ingresó a un cuartel en La Paz el miércoles de la semana pasada.
El líder de los militares retirados dijo que le sorprendió recibir una llamada del jefe del ejército, general Juan José Zúñiga, pidiéndole que se presentara para conversar sobre cómo defender a los soldados encarcelados, pero como era una reunión muy esperada se apersonó en la sede del Estado Mayor.
Al llegar encontró a Zúñiga rodeado de oficiales que le pidieron ayuda para “defender la democracia”. Peña y Lillo se negó, pero los vehículos blindados ya estaban saliendo del cuartel.
“Vi salir ya las tanquetas, ya todo estaba armado... pensé que era un simulacro o que le estaba yendo a dar su parte al presidente. Pero un golpe no”, dijo por teléfono a The Associated Press el militar, buscado por su participación en el presunto intento fallido, desde un lugar que no reveló.
Peña y Lillo recordó que “se había hablado mucho de que Arce le entregaría el gobierno a Zúñiga” en medio de las recurrentes protestas sociales por la escasez de combustible y la crisis económica, pero aún así sostuvo que “esto parecía un circo".
Una semana después del levantamiento militar abundan las dudas de lo que para Peña y Lillo “es una tragicomedia” y los habitantes de Bolivia —que ha visto no menos de 190 golpes de Estado desde su independencia en 1825—, nunca habían estado tan confundidos.
“Esto es muy extraño, muy poco creíble”, dijo a AP Marcia Tiñini, una maestra de 58 años en el centro de La Paz. “Yo en un principio creí en el gobierno y sentí solidaridad, pero ahora no sé qué le puedo decir”, agregó.
Yesenia Cachi, una estudiante de 22 años, dijo en cambio que apoya a Arce porque cree que hubo un golpe de Estado fallido. “Que se respete nuestro voto, que se condene al general Zúñiga. Han querido sacar a nuestro presidente”, señaló.
Al día siguiente del levantamiento simpatizantes de Arce marcharon en defensa de la democracia. Sin embargo, en cuestión de horas la conversación se apartó de los posibles motivos de Zúñiga y de las tensiones que llevaron a la rebelión fallida para centrarse en si se había tratado o no de un intento de golpe de Estado.
Antes de ser encarcelado Zúñiga dijo en la televisión nacional que todo había sido un elaborado engaño del presidente Arce para mejorar su popularidad y desviar la atención de la crisis económica y la disputa política que mantiene con el expresidente Evo Morales (2006-2019) sobre quién será el candidato del partido gobernante en las elecciones de 2025. El mandatario ha rechazado esas acusaciones.
Muchos bolivianos desconcertados intentaban entender el encuentro cara a cara entre Arce y Zúñiga que transmitían en vivo los canales locales mientras las tanquetas se mantenían apostadas en la Plaza Murillo, frente a la sede de gobierno, y uniformados tiraban gases lacrimógenos a los civiles que se habían acercado al lugar en defensa del mandatario.
“Era una especie de teatro”, dijo el general retirado Omar Cordero Balderrama. “Es la primera vez que veo un golpe militar retransmitido en directo por televisión. Con los golpes todo el mundo sabe que lo primero que se controla son los medios de comunicación”.
Cuando Zúñiga y varios vehículos militares se retiraron de la plaza apenas tres horas después del inicio de los incidentes Arce aseveró que “nadie nos puede quitar la democracia que hemos ganado en las urnas y en las calles”.
Pero expertos e historiadores tienen sus dudas.
“Habiendo tenido mi propia breve experiencia como jefe de Estado puedo decirles que no se puede tomar un ascensor para bajar 16 pisos y charlar con el tipo que ha movido tanques hasta las puertas de entrada”, dijo Eduardo Rodríguez Veltzé, un destacado juez boliviano que ejerció como presidente entre 2005 y 2006.
A muchos también les pareció extraña la ausencia del jefe de las Fuerzas Armadas, Gonzalo Vigabriel Sánchez, quien apareció recién en la ceremonia en la que Arce tomó juramento a los nuevos jefes de las tres fuerzas después de echar a los anteriores.
“Si fuera un golpe la presidencia purgaría las Fuerzas Armadas”, dijo Jorge Santiesteban, un coronel boliviano y experto militar. “Por el contrario, el presidente premió al comandante en jefe que no hizo nada ante una gran insurrección cometida por su subordinado” al mantenerlo en el cargo.
También resultó sospechoso que la rebelión fuera liderada por Zúñiga, un oficial que le debía su puesto a Arce y que días antes del presunto intento de golpe fue visto en fotografías en las redes sociales jugando al baloncesto con el mandatario.
Entonces las acusaciones no probadas de Zúñiga de un presunto autogolpe empezaron a tomar forma y el expresidente Morales aprovechó la oportunidad para desacreditar a su rival.
“El presidente Luis Arce engañó y mintió al pueblo boliviano y al mundo. Es lamentable que se use un tema tan sensible como la denuncia de un golpe. Frente a esa realidad, debo pedir disculpas a la comunidad internacional por la alarma generada", escribió el domingo en X, antes Twitter.
En un giro irónico, el presidente ultraderechista argentino Javier Milei coincidió con el izquierdista Morales. La oficina de Milei emitió un duro comunicado en el que acusó a Arce de inventar el intento de golpe citando información de inteligencia no revelada.
Al menos 30 personas han sido detenidas en relación con el presunto golpe y están acusadas de alzamiento armado, según los fiscales bolivianos. La mayoría está en prisión preventiva o bajo arresto domiciliario y se enfrentan a penas de hasta 20 años de cárcel. Algunos oficiales acusados dijeron que no tenían idea de lo que Zúñiga tenía planeado cuando les ordenó ocupar la Plaza Murillo el 26 de junio. Otros hicieron relatos que alimentaron aún más las teorías conspirativas.
El excomandante de la Fuerza Aérea, general Marcelo Zegarra, dijo a los fiscales que Zúñiga contaba con el apoyo de tres misiones diplomáticas extranjeras en La Paz: la de Estados Unidos, una parte de la Unión Europea y Libia. Pero el país del norte de África no tiene sede diplomática en Bolivia y la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, negó las versiones de que Estados Unidos estuviera involucrado.
Por su parte, el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, mencionó que escuchó versiones de que algunos países habrían estado implicados, pero aclaró que esas afirmaciones se deben corroborar con la investigación en curso.
En tanto, el general Peña y Lillo dijo que en la reunión con Zúñiga vio en una pizarra que Israel apoyaba al general rebelde. “No es lógico”, sostuvo.
Según el ministro Del Castillo, Peña y Lillo era uno de los militares que iban a integrar el gabinete de un eventual gobierno de facto de Zúñiga.
El jueves Arce insistió en que se trató de un intento de golpe. "Está evidenciado. El que no ve eso está alineándose con la derecha”, dijo el presidente en un acto público.
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DeBre reportó desde Buenos Aires.