Ataques de Ucrania contra objetivos rusos impiden que Putin muestre que la guerra no afecta a Rusia
El gemido de las sirenas de ataque aéreo es un sonido común en Bélgorod, una ciudad fronteriza rusa cuyos residentes se sienten nerviosos tras el ataque ucraniano con misiles, ocurrido en el fin de semana de Año Nuevo, el cual produjo decenas de muertos y heridos.
Este mes, una gran explosión sacudió una enorme terminal de exportación de combustible en el Mar Báltico, al sureste de San Petersburgo, provocada por un dron ucraniano, lo que obligó a la empresa energética Novatek a suspender operaciones durante varios días.
La semana pasada, un aparente ataque con drones en el puerto de Tuapse, en el Mar Negro, en la región sureña Krasnodar, dañó una de las más grandes refinerías de Rusia y provocó un incendio, mientras que otra refinería de gran tamaño en la ciudad de Yaroslavl, en el río Volga, al norte de Moscú, fue atacada la mañana del lunes, sin provocar ningún daño, según las autoridades.
También se han producido ataques contra una fábrica de pólvora en la región de Tambov, y contra productores de armas e instalaciones militares en las regiones de Briansk, Smolensk y Tula.
Ataques como esos son un duro golpe contra los intentos del presidente Vladimir Putin de asegurar a los rusos que la vida en su país prácticamente no ha sido afectada por la guerra, que ya ha durado dos años.
“Ucrania ha aumentado su capacidad de contraatacar a Rusia”, dijo en un podcast reciente Michael Kofman, experto militar de la Fundación Carnegie.
“Vemos un aumento de los ataques ucranianos contra infraestructura fundamental Rusia, ataques en represalia contra ciudades como Bélgorod, y ataques mayores contra la base militar rusa en Crimea”, dijo.
Putin, que impulsa su campaña previa a la elección presidencial de marzo, desea mantener un ambiente de normalidad. Pero los ataques ucranianos han aumentado la visibilidad de la guerra en el territorio ruso, y existen otras señales de que el conflicto está complicando el estricto control de la escena política por parte del Kremlin.
Miles de personas en toda Rusia han firmado peticiones en apoyo a la improbable candidatura presidencial del político liberal Boris Nadezhdin, cuyo principal tema de campaña es el fin de la guerra. Las esposas de algunos soldados desplegados en una movilización parcial realizada en 2022 han presionado para que sean relevados. Y a pesar de una estricta prohibición de las protestas, cientos de personas se manifestaron en la provincia de Baskortostán, chocando con la policía, en contra del encarcelamiento de un activista local.
Sin duda, el ataque del 30 de diciembre contra Bélgorod constituyó una sangrienta escalada en la mente de muchos rusos. Una andanada de misiles cayó sobre la ciudad de 340.000 habitantes, ubicada a unos 40 kilómetros (25 millas) al este de la frontera con Ucrania, en un fin de semana feriado, cuando las personas estaban fuera de casa, haciendo compras, patinando sobre hielo y disfrutando las festividades de Año Nuevo. Las autoridades señalaron que 25 personas murieron, entre ellas cinco niños, y más de 100 resultaron heridas.
Los residentes afirman que vieron víctimas con terribles heridas y charcos de sangre en las aceras. Un residente dijo al medio noticioso RBC que vio un carrito de bebé golpeado por la metralla, y a los ensangrentados padres tirados junto a él. El empleado de una farmacia declaró que varios peatones heridos corrieron hacia su farmacia en busca de ayuda.
“En las redes sociales, veo solicitudes de personas que escriben: ‘¡Estamos asustados, por favor ayúdennos a ir a un lugar seguro!’”, dijo el gobernador regional Vyacheslav Gladkov, y añadió que varios cientos de personas fueron evacuadas, entre ellas, más de 1.000 niños que fueron enviados a campamentos en regiones cercanas.
Las festividades civiles y religiosas se realizaron más discretamente o se cancelaron en su totalidad.
El bombardeo dañó cerca de 600 apartamentos y una gran cantidad de casas, y la metralla afectó a más de 500 automóviles. Las paradas de autobuses están siendo reforzadas con bloques de concreto y sacos de arena.
Los residentes afirman que, en estos días, cualquier ruido fuerte los hace estremecerse y temen salir. Las escuelas de la ciudad y cerca de la frontera han adoptado las clases en línea hasta mediados de febrero.
No es la primera vez que Bélgorod ha sido tocada por la guerra, ya que sufrió ataques con drones y de otro tipo al inicio del conflicto. En abril de 2023, una bomba lanzada por accidente por un avión de combate ruso explotó en una calle, dejando un enorme cráter y lesionando a dos personas.
El 24 de enero, el Ministerio de Defensa dijo que un avión de transporte militar que transportaba a prisioneros de guerra ucranianos había sido derribado en la región de Bélgorod, lo que provocó la muerte de las 70 personas que iban a bordo. Aunque Rusia ha publicado las que, en sus palabras, son pruebas que demuestran que varios prisioneros de guerra ucranianos iban a bordo, autoridades de Kiev ponen en duda sus afirmaciones y culpan a Moscú por tratar de usar el incidente para dañar el ánimo de los ucranianos.
Putin dijo que el bombardeo del 30 de diciembre contra Bélgorod le hizo “hervir la sangre”, y lo describió como un acto de desesperación por parte de Kiev tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana.
“Desean mostrarle a su gente y a los patrocinadores que les dan dinero, armas y municiones, que pueden tomar represalias contra la acción de Rusia”, dijo. “Desean mostrar que también pueden hacer algo, pero en lugar de realizar acciones militares, usan métodos bárbaros y atacan asentamientos pacíficos con armas indiscriminadas”.
Durante toda la guerra, el Kremlin ha afirmado que Rusia sólo ha atacado objetivos militares en Ucrania, aunque existen muchas pruebas de lo contrario y de que se han producido numerosas bajas de civiles en lugares como Kiev, Mariúpol y Járkiv.
Las autoridades ucranianas pocas veces comentan sobre los ataques en territorio ruso, pero destacan su derecho a usar todos los medios para contrarrestar la agresión de Moscú.
En una conferencia de prensa realizada en agosto, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy dijo que Rusia había lanzado más de 6.500 misiles y 3.500 drones desde el inicio de la guerra, la mayoría contra objetivos civiles. En un discurso a la nación pronunciado en Año Nuevo, prometió: “Quien traiga el infierno a nuestra tierra, lo verá un día desde su ventana”.
Los rusos de línea dura han señalado a Bélgorod como un punto de quiebre para que Rusia aumente la apuesta en la guerra.
Alexander Dugin, ideólogo nacionalista cuya hija fue asesinada en agosto de 2022por un coche bomba atribuido a Ucrania, afirma que Rusia debería responder con una escalada en la guerra y declarando una movilización militar más amplia.
“Me gustaría creer que Rusia se quitará el guante blanco y comenzará a pelear realmente”, escribió. “¿Debemos respetar las reglas en un momento en que se abre una puerta al infierno? Nuestra tarea para 2024 es reestructurar el Estado y la sociedad para ponerlos en pie de guerra y emplear todos nuestros recursos para lograr la victoria”.
Los blogueros militares rusos señalan lo difícil que es detectar lanzacohetes ucranianos que se trasladan a posiciones a menos de 4 kilómetros (25 millas) de la frontera, y hacen énfasis en la necesidad de una mejor vigilancia. Muchos de ellos lamentan que Rusia se haya retirado del área en septiembre de 2022, en medio de la contraofensiva de Kiev, afirmando que se debería capturar una mayor cantidad de territorio ucraniano para asegurar Bélgorod y otras regiones fronterizas.
Con la lucha prácticamente congelada a lo largo del frente de batalla de 1.500 kilómetros (930 millas) durante el invierno, los ataques con misiles y drones dentro de Rusia han demostrado la capacidad de Ucrania para lanzar ofensivas de largo alcance, que llevan al límite los recursos de seguridad de Moscú.
“Los continuos ataques ucranianos en zonas más internas de Rusia podría aumentar la presión sobre las defensas aéreas en general de ese país”, afirmó en un reciente análisis el Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington.
Si este es el plan de Kiev, es similar a lo que Rusia hizo hace un año al atacar la red de suministro de energía de Ucrania, con la esperanza de que la reparación tomaría tiempo. Al final, Ucrania logró obtener suficientes refacciones y realizar reparaciones rápidas para hacer que la campaña de Moscú fracasara. Ahora, es Rusia la que necesita encontrar una estrategia para hacer frente al problema.
Sergey Vakulenko, analista de energía del Centro Carnegie para Rusia y Eurasia, señaló que será difícil que las refinerías rusas reparen rápidamente los daños.
Si bien los pequeños drones de Ucrania no pueden causar una gran destrucción, dijo que “pueden dañar no sólo los oleoductos, sino también los compresores, válvulas, unidades de control y otros equipos difíciles de reemplazar debido a las sanciones”.
“Si estamos viendo el inicio de una ola de ataques contra las refinerías del oeste de Rusia, las consecuencias serán graves”, dijo Vakulenko en un comentario.