Bullrich, de izquierdista a centroderechista, busca la presidencia para poner a Argentina en orden
La política atrajo a Patricia Bullrich durante la convulsionada década de 1970, cuando muchos de su generación creían que la violencia era el único camino para rebelarse contra un mundo injusto. Cincuenta años después aquella militante del peronismo de izquierda busca ser elegida presidenta de Argentina para implementar reformas muy distintas a sus ideales de juventud.
Bullrich es probablemente la última exponente de un grupo de dirigentes argentinos marcados por la violencia política en su juventud con posibilidad de llegar al poder. En ese anhelo la antecedieron los centroizquierdistas Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) y el actual mandatario Alberto Fernández.
Bullrich, de 67 años, representa al frente de centroderecha Juntos por el Cambio, la principal fuerza opositora al peronismo gobernante, espacio en el que militó hasta fines de la década de 1990.
Sus principales contendientes en las elecciones generales del próximo domingo son el ultraderechista Javier Milei (52), de la Libertad Avanza, y el ministro de Economía, Sergio Massa (51).
Descendiente de dos tradicionales familias de clase alta, Bullrich empezó a militar de adolescente en la rama juvenil del partido peronista que se rebeló contra la proscripción de esa fuerza política tras el derrocamiento de su líder Juan Domingo Perón en 1955. “Perón o muerte”, era su consigna.
A Perón lo sucedieron gobiernos débiles interrumpidos por golpes militares hasta que el caudillo retornó al país tras 18 años de exilio. Fue elegido presidente en 1973 y murió un año después.
Bajo la influencia de la revolución cubana y el Mayo Francés, muchos jóvenes se volcaron en aquella época a la lucha armada como la única vía para tomar el poder y llevar a la práctica sus consignas antiimperialistas y socialistas. Sus utopías fueron arrasadas por el golpe de Estado de 1976, que secuestró y desapareció a miles de activistas políticos.
“En los 70 muchos pensamos que la forma de cambiar el mundo era a través de la violencia. Y fue un error”, admitió Bullrich en una reciente entrevista con el diario La Nación.
El pasado de Bullrich resurgió en la campaña electoral cuando Milei la acusó de terrorista y de “poner bombas en jardines de infantes”, un señalamiento que se basó en la cercanía de la dirigente con Rodolfo Galimberti, líder de Montoneros, el brazo armado del peronismo en los años 70. Él estaba en pareja con su hermana Julieta.
La candidata negó las acusaciones y aseguró que no participó en ninguna acción armada. La justicia tampoco encontró pruebas de su participación en las causas contra la guerrilla.
“Aprendí que la única manera de hacer política en serio es en paz y en convivencia. Y todo lo que sucedió fue una tragedia que nunca más puede suceder en la Argentina. Por eso elegí el camino del Estado de Derecho. Y lo digo de frente, porque todo el día están diciéndome que yo usé la violencia. Yo no la usé, yo fui de una organización juvenil”, insistió durante el primer debate presidencial el 1 de octubre.
Tras el golpe de Estado, Bullrich tuvo que abandonar el país para salvar su vida. Se exilió primero en Brasil y luego en México y España. Con el regreso de la democracia en 1983 continuó su actividad política en el peronismo.
La juventud moldeó a una mujer de fuerte personalidad y una visión de la política sin grises, a “todo o nada” como dice su eslogan de campaña.
A fines de los años noventa, sin embargo, el camino entre Bullrich y el peronismo se bifurcó por su rechazo a los casos de corrupción que involucraron al gobierno de Carlos Menem (1989-1999).
Bullrich se sumó a una coalición de partidos de centro que llevó a Fernando De la Rúa a la presidencia en 1999. Asumió al frente de la Secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios, puesto desde el cual empezó a perfilarse como un “halcón” por sus posturas de mano dura contra la inseguridad.
Luego fue ministra de Trabajo y se enfrentó con poderosos líderes sindicales filo peronistas que se oponían a las políticas de ajuste del gobierno. De aquella época se recuerda el cruce televisivo que protagonizó con el jefe del poderoso sindicato de camioneros, Hugo Moyano. “Los sindicalistas lo único que hacen hace años es llenarse los bolsillos con la plata de la gente”, le recriminó.
Tras la caída de De la Rúa en medio de un estallido social en 2001, Bullrich fundó su propio espacio político y adoptó posturas cada vez más conservadoras. En 2015 se unió al gobierno centroderechista de Mauricio Macri (2015-2019) y se hizo cargo del Ministerio de Seguridad, desde el cual le declaró la guerra al delito y al narcotráfico.
Si bien en los primeros años redujo un 23% la tasa de homicidios, también tuvo que lidiar con las muertes de dos jóvenes durante operativos de las fuerzas federales para disuadir protestas en el sur del país que le valieron duras críticas.
“Conmigo, el que las hace, las paga”, prometió en el último debate de candidatos presidenciales haciendo hincapié en su punto fuerte y justo en momentos en que la inseguridad es una de las principales preocupaciones de los argentinos, según sondeos. Entre otras de sus propuestas están el endurecimiento de las penas para delitos como la corrupción y el narcotráfico.
“Es una mujer que transmite un liderazgo duro, que aparentemente no haría concesiones, sobre todo en un tema que a la gente le preocupa mucho que es la inseguridad”, la describió el analista Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano. “Patricia empatiza muy bien con el 'voto bronca’ (ira). Y la destaca su tenacidad política”.
Los analistas coinciden en que una de sus debilidades en la campaña ha sido explicar con claridad cuál será su plan económico para terminar con la inflación. En esta materia el economista Milei, con el que disputa el voto opositor al actual gobierno peronista, le ha sacado ventaja con la promesa de dolarizar la economía y cerrar el Banco Central.
Bullrich, licenciada en Humanidades y Ciencias Sociales y Doctora en Ciencias Políticas, responde que tiene lo que a Milei, favorito en las encuestas, le falta: un partido político con gobernadores y representación en el Congreso indispensables para llevar adelante las reformas profundas que el país necesita.
“Somos la única fuerza política con capacidad, decisión y los equipos para cambiar este país de una vez y para siempre”, remarcó.