Crece la indignación en la ciudad ucraniana de Odesa tras ataques rusos al centro histórico
En sólo una semana, Rusia ha disparado docenas de misiles y drones a la región de Odesa en Ucrania, alcanzando el centro histórico de la ciudad, el cual había estado en gran medida libre de agresiones desde que comenzó la guerra
La mano de Tetiana Khlapova temblaba mientras tomaba video con su celular de los restos de la devastada Catedral de la Transfiguración en Odesa y maldecía a Rusia, su país natal.
Khlapova fue criada en Ucrania y siempre había soñado con vivir en esa ciudad a la orilla del mar. Pero no en calidad de refugiada de guerra, que es lo que le ha pasado.
En sólo una semana, Rusia ha disparado docenas de misiles y drones a la región de Odesa. Ninguno dolió tanto como el que destruyó la catedral, ubicada en el corazón del famoso pasado romántico de la ciudad y sus profundas raíces tanto en la cultura ucraniana como en la rusa.
“Soy una refugiada de Járkiv. Resistí ese infierno y vine a la soleada Odesa, la perla, el corazón de nuestra Ucrania”, dijo Khlapova, que ha vivido en el país durante 40 de los 50 años que tiene.
En su cuello aún está una cicatriz de una herida provocada por metralla en el tercer día de la guerra, cuando su apartamento fue alcanzado por el fuego ruso. Al cuarto día huyó a Odesa.
Ahora está realizando un viaje rápido a su vivienda en Járkiv para recoger ropa de invierno, de forma que pueda irse a Irlanda a aguardar a que la guerra termine, “porque aquí no estamos protegidos ni por un segundo, en ninguna ciudad”.
“En cualquier momento, simplemente puedes ser alcanzado y todo tu cuerpo será desmembrado”, manifestó. “Después de que la guerra acabe —y creo que Ucrania derrotará a esta escoria, a estos vampiros— volveré a casa. Regresaré, pase lo que pase”.
Desde que Ucrania se independizó de Moscú en 1991, Odesa se veía a sí misma en forma distinta al resto de las otras grandes ciudades del país debido a su historia larga y conflictiva, y a un panorama que se extendía mucho más allá de sus fronteras.
El pasado de Odesa está entrelazado con algunas de las figuras más respetadas de Rusia, incluida Catalina la Grande, el escritor Leo Tolstoi y la poeta Anna Akhmatova.
Sus puertos fueron cruciales para el acuerdo internacional del año pasado que les permitió a Ucrania y a Rusia exportar sus granos al resto del mundo. Su catedral ortodoxa pertenece al patriarcado de Moscú. Sus habitantes hablan ruso en gran medida. Y —al menos hasta que el Kremlin se anexara ilegalmente la cercana península de Crimea en 2014— a los turistas rusos les encantaban sus playas.
En las primeras semanas de la guerra, rumores sembrados por la propaganda del Kremlin revoloteaban por la ciudad: Moscú nunca atacaría el centro histórico, el alcalde había llenado una embarcación con rosas para darle la bienvenida a los soldados rusos, y una mayoría silenciosa de los habitantes aguardaban una “liberación” rusa.
Eran falsos.
“Hasta el día de hoy, si lees y monitoreas los canales rusos, todos ellos están absolutamente convencidos de que los estamos aguardando aquí”, dijo Hanna Shelest, investigadora política y de seguridad criada en Odesa, cuyo padre es el capitán de puerto.
La infraestructura regional de Odesa fue atacada repetidamente por Rusia durante el invierno, a diferencia de su puerto, crucial para la Iniciativa de Granos del Mar Muerto, la cual permitía el envío de productos agrícolas con seguridad desde ambos países para alimentar a personas de todo el mundo.
Los silos de la región estaban llenos cuando Rusia abandonó el acuerdo a mediados de julio. Al día siguiente cayeron misiles y drones, dirigidos a sitios de almacenamiento, infraestructura de transporte y construcciones en forma indiscriminada. Las defensas antiaéreas de Ucrania desviaron la mayor parte de los ataques, pero cada día un puñado lograba dar en el blanco.
La ofensiva de la semana pasada representa la primera ocasión en que el centro histórico de Odesa es objeto de una agresión desde que comenzó la guerra.
El alcalde Hennadii Trukhanov fue tajante en un iracundo mensaje en video dirigido a los rusos tras el ataque del domingo a la catedral, en el que se veía a rescatistas retirando cuidadosamente un ícono dañado de entre las ruinas.
“Si tan sólo supieran ustedes cuánto los odia Odesa. No sólo los odia. Los desprecia. Ustedes están atacando a niños pequeños, a la iglesia ortodoxa. Sus cohetes incluso caen en cementerios”, declaró. “Ustedes apenas nos conocen a nosotros, los habitantes de Odesa. No nos doblegarán, sólo nos harán enojar más”.
Otro misil cayó sobre la Casa de los Científicos, una mansión que solía pertenecer a la familia Tolstoi y que fue tranformada en una institución para acercar a eruditos e investigadores. Un tercer misil alcanzó edificios administrativos y de apartamentos.
Los blancos se ubicaban en un radio de 200 metros (218 yardas) del puerto. Shelest cree que la catedral fue alcanzada por accidente, pero eso es de poco consuelo en medio de la destrucción.
Desde que Catalina la Grande tranformó Odesa en un puerto internacional en 1794, la identidad de la ciudad está fundamentada en el mar, la tolerancia cosmopolita y un sentido del humor innato. Tenía una de las mayores concentraciones de judíos en Europa —que antes de una serie de pogromos formaban aproximadamente una cuarta parte de la población_, y amplias comunidades de marineros griegos e italianos cuyos descendientes viven allí hasta la fecha.
Una semana de ataques sacudió esos fundamentos para Iryna Grets, de la que al menos tres generaciones de sus familiares han vivido en la ciudad.
“Cada mañana voy al mar, a ver el amanecer. Pero hoy no tuve la fuerza de ir al mar porque no dormimos en toda la noche. No hemos dormido en toda la semana”, dijo Grets, que en lugar de acudir a la costa decidió visitar cada lugar bombardeado el domingo.
Empezó en la catedral, en el centro de la vida en Odesa. La estructura original fue destruida durante el régimen de Josef Stalin en 1936 como parte de su campaña contra la religión. Cuando Ucrania se independizó, los habitantes establecieron un fondo para restaurarla a su condición original. En 2010, el patriarca Cirilo, líder de la Iglesia Ortodoxa rusa, la consagró.
Cirilo, cuya Iglesia ha respaldado al presidente ruso Vladímir Putin, ha justificado repetidamente la guerra en Ucrania.
“Cada cohete que llega hoy al territorio de Ucrania es percibido por sus habitantes como la ‘bendición’ de ustedes hacia sus hijos", escribió el arzobispo Viktor Bykov, vicario de la diócesis de Odesa de la Iglesia Ortodoxa ucraniana, en una carta abierta a Cirilo.
La amarga peregrinación de Grets tenía menos que ver con la religión que con el duelo, y muchos otros hicieron el mismo recorrido el domingo. Algunos acudieron a una misa afuera de la catedral dañada. E incluso más se presentaron a retirar escombros, en lugar de irse a disfrutar de las famosas playas a pesar del atrayente sol veraniego.
“Esta es mi ciudad, es una parte de mí; es mi alma, es mi corazón”, declaró Grets.
Luego, sobrecogida por la ira, pasó repentinamente a expresarse en ucraniano: “Odesa nunca formará parte de Rusia”.
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Hinnant reportó desde París.