Deportados de EEUU van de embajada en embajada en Panamá en desesperada carrera para buscar asilo
Migrantes de Afganistán, Rusia, Irán y China que fueron deportados desde Estados Unidos y quedaron en el limbo en Panamá saltaron de puerta en puerta en embajadas y consulados esta semana en un intento desesperado por lograr asilo en cualquier país que los acepte.
Los deportados —que hace apenas unas semanas estaban en el foco de la preocupación humanitaria internacional— dicen ahora que están cada vez están más preocupados porque, con poca asistencia legal y humanitaria y sin que las autoridades les ofrezcan una salida clara, puedan caer en el olvido.
"Después de esto, no sabemos qué haremos", señaló Hayatullah Omagh, de 29 años, quien huyó de Afganistán en 2022 tras la llegada del Talibán al poder.
En febrero, Estados Unidos deportó a casi 300 personas procedentes de países en su mayoría asiáticos a Panamá. Se suponía que el aliado centroamericano iba a ser una escala para los migrantes de los países a los que Washington tenía más dificultades para enviarlos de regreso mientras el gobierno de Donald Trump intentaba acelerar las deportaciones. Algunos aceptaron la vuelta voluntaria a sus países desde Panamá, pero otros se negaron por miedo a la persecución y fueron enviados a un campamento remoto en la selva del Darién durante semanas.
A principios de marzo, las autoridades panameñas los sacaron de allí y les dieron un mes para abandonar el país. El gobierno dijo que habían rechazado la ayuda de organizaciones internacionales y que optaron por hacer sus propios trámites. Pero con un presupuesto limitado, sin conocer Panamá y poco o ningún conocimiento de español, los migrantes se han topado con dificultades.
Buscando asilo puerta a puerta
El martes, alrededor de una docena de migrantes comenzaron a visitar misiones extranjeras en la capital de Panamá —incluyendo las embajadas de Canadá y Reino Unido y los consulados de Suiza y Australia— con la esperanza de iniciar el proceso para solicitar refugio en esos países. Fueron rechazados o se les dijo que tendrían que llamar o contactar con las legaciones diplomáticas por correo electrónico. Los mensajes no recibieron respuesta o una genérica que decía que no les podían ayudar.
En un mail, Omagh detalló por qué tuvo que huir de su país y pidió "por favor, no dejen que me envíen de regreso a Afganistán, un lugar donde no hay forma de que pueda sobrevivir".
"La embajada de Canadá en Panamá no ofrece servicios de visa o inmigración, ni tampoco servicios para refugiados. Tampoco se nos permite responder a ninguna pregunta relacionada con visas o inmigración", decía la respuesta que obtuvo.
En la embajada de Reino Unido, un guardia de seguridad entregó a los solicitantes de asilo un panfleto con el título "Ayuda de emergencia para ciudadanos británicos". El consulado suizo les señaló que tendrían que contactar con la embajada en Costa Rica y les entregó un papel con los teléfonos y los correos electrónicos impresos desde la web de la embajada.
Los diplomáticos canadienses, británicos y australianos en Panamá no respondieron a una solicitud de comentarios de The Associated Press. El consulado suizo negó haber rechazado a los solicitantes de asilo.
Limbo en Panamá
Los migrantes recorrieron medio mundo para llegar a la frontera de Estados Unidos donde solicitaron asilo y en, su lugar, se encontraron en Panamá, un país que algunos habían atravesado meses antes en su camino hacia el norte.
Muchos de los deportados dijeron que estarían dispuestos a pedir asilo en Panamá pero que tanto los grupos de ayuda internacionales como las propias autoridades panameñas les dijeron que sería difícil, si no imposible, lograr refugio en la nación centroamericana.
Álvaro Botero, activista proinmigración en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dijo que no le sorprendía que fueran rechazados en las embajadas, ya que esa ayuda solo se ofrece en casos extremos de persecución política y que los gobiernos podrían temer las tensiones con la Casa Blanca.
“Es crucial que no se olvide a estas personas”, afirmó Botero. "Nunca pidieron ser enviados a Panamá, y ahora están en Panamá sin saber qué hacer, sin saber cuál será su futuro y sin poder regresar a sus países".
El gobierno de Donald Trump ha cerrado simultáneamente las vías legales de entrada a Estados Unidos en su frontera sur, intensificó su programa de deportaciones y suspendió el plan de reasentamiento de refugiados, así como el financiamiento a organizaciones que podrían ayudar a los migrantes que están varados ahora en Panamá.
Durante el fin de semana, el ejecutivo estadounidense envió a más de 200 migrantes venezolanos a El Salvador para ser retenidos en una prisión de máxima seguridad para pandillas, alegando, sin pruebas, que los expulsados formaban parte de la banda venezolana Tren de Aragua.
Quedan opciones limitadas
El jueves, los migrantes visitaron las oficinas de ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. Según Omagh, les dijeron que no podían ayudarlos a buscar asilo en otros países debido a las restricciones del gobierno panameño. Un funcionario de la ONU les dijo que podían ayudarles a iniciar el proceso de asilo en Panamá, pero advirtió que era muy poco probable que el gobierno aceptase sus solicitudes, agregó.
Ni la Organización Internacional para las Migraciones, perteneciente a la ONU, ni ACNUR respondieron de inmediato a las solicitudes de comentarios de la AP.
El mismo día, Filippo Grandi, alto comisionado de la ONU para los refugiados, advirtió que los recortes en la ayuda federal estadounidense perjudicarán la atención a los refugiados en todo el mundo.
"Hacemos un llamado a los estados miembro para que honren sus compromisos con las personas desplazadas. Ahora es el momento de la solidaridad, no de la retirada", dijo Grandi en un comunicado.
Los deportados, incluyendo Omagh, están preocupados porque los gobiernos extranjeros y las organizaciones de ayuda se estén desentendiendo.
Omagh dijo que como ateo y hazara, un grupo étnico minoritario en Afganistán, regresar a un país en manos del Talibán sería una sentencia de muerte. Se marchó a Estados Unidos después de pasar años intentando vivir en Pakistán e Irán, entre otros lugares, donde se le negó la visa.
El ruso Aleksandr Surgin, que también forma parte del grupo que busca ayuda en las embajadas, contó que dejó su país porque se opuso abiertamente a la guerra en Ucrania en redes sociales y porque funcionarios gubernamentales le dijeron que podría ser encarcelado u obligado a combatir con el ejército de Moscú en Ucrania.
Preguntado el jueves por qué hará a continuación, simplemente respondió: "Yo ya no espero nada".
___
Janetsky informó desde la Ciudad de México.
___
Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.