Diseñadores en Ghana hallan solución a la contaminación por desechos de moda rápida en África
En un extenso mercado de ropa de segunda mano en la capital de Ghana, los compradores que llegaron muy temprano se agolpan para buscar entre montones de prendas, ansiosos por conseguir una ganga o una pieza de diseñador en los puestos de ropa usada y atuendos de baja calidad importados de Occidente.
En el otro extremo de la calle, un festival de moda reciclada y de segunda mano se desarrolla con glamur y ostentación. Las modelos desfilan por una pasarela improvisada con atuendos que los diseñadores crearon a partir de materiales descartados del mercado de Kantamanto, que van desde blusas floreadas y pantalones de mezclilla hasta bolsos de cuero, gorras y calcetines.
El festival se llama Obroni Wawu October, nombre que utiliza una frase que en el idioma local akan significa “ropa de hombre blanco muerto”. Los organizadores consideran el evento como una pequeña forma de interrumpir un ciclo destructivo que ha convertido el consumo excesivo occidental en un problema ambiental en África, donde parte de la ropa usada termina en vías fluviales y vertederos.
“En lugar de permitir que (los desechos textiles) obstruyan nuestras alcantarillas o playas o vertederos, decidí utilizarlos para crear algo ... que podamos utilizar de nuevo”, dijo Richard Asante Palmer, uno de los diseñadores del festival anual realizado por la Fundación Or, una organización sin fines de lucro que trabaja entre la justicia ambiental y el desarrollo de la moda.
En África, Ghana es uno de los principales importadores de ropa usada. También envía parte de lo que recibe del Reino Unido, Canadá, China y otros países a distintas naciones de África Occidental, Estados Unidos y Reino Unido, según la Asociación de Comerciantes de Ropa Usada de Ghana.
No obstante, algunas de las prendas importadas llegan en tan mal estado que los vendedores se deshacen de ellas para hacer lugar para los siguientes envíos. En promedio, 40% de los millones de prendas que se exportan cada semana a Ghana terminan en la basura, según Neesha-Ann Longdon, directora comercial de la Fundación Or.
La asociación de comerciantes de ropa, en un informe publicado a principios de este año sobre el impacto socioeconómico y ambiental del comercio de ropa de segunda mano en el país, mencionó una estimación mucho menor, y dijo que solo 5% de los artículos que llegan a Ghana al por mayor se desechan porque no se pueden vender ni reutilizar.
En muchos países africanos, los ciudadanos suelen comprar ropa usada —al igual que automóviles, teléfonos y otros artículos— porque cuestan menos que los nuevos. Las compras de segunda mano también les dan la oportunidad de conseguir productos de diseñador con los que la mayoría de las personas de la región solo pueden soñar.
Pero ni la población de Ghana, de 34 millones de habitantes —y que crece rápidamente— ni su sobrecargada infraestructura están equipadas para absorber la cantidad de prendas usadas que ingresan al país. Montones de desechos textiles ensucian las playas de Accra, la capital, y la laguna que sirve como la salida principal a través de la cual los principales canales de drenaje de la ciudad desembocan en el Golfo de Guinea.
“La moda rápida se ha convertido en el modo de producción dominante, que se caracteriza por mayores volúmenes de productos de menor calidad”, explicó Longdon.
Jonathan Abbey, un pescador de la zona, dijo que sus redes a menudo capturan desechos textiles del mar. La ropa usada no vendida “ni siquiera se quema, sino que se arroja a la laguna Korle, que luego va al mar”, reportó Abbey.
La facilidad de las compras en línea ha acelerado este ciclo de desechos, según Andrew Brooks, investigador del King’s College de Londres y autor de “Clothing Poverty: The Hidden World of Fast Fashion and Second-hand Clothes”.
En países como Reino Unido, las compras no deseadas a menudo terminan como donaciones de caridad, pero la ropa a veces es robada de los contenedores de donación en la calle y se exporta a lugares donde se percibe que la demanda de los consumidores es mayor, dijo Brooks. Las autoridades rara vez investigan este tipo de robos porque la ropa se considera como “artículo de bajo valor”, agregó.
Por su parte, los donantes piensan que sus desechos “van a ser reciclados en lugar de reutilizados, o los regalarán en lugar de venderlos, o serán vendidos en Reino Unido en lugar de exportarse al extranjero”, dijo Brooks.
El volumen de ropa de segunda mano enviada a África ha dado lugar a quejas de que el continente es utilizado como vertedero. En 2018, Ruanda aumentó los aranceles a esas importaciones —un desafío a la presión de Estados Unidos— alegando que los desechos de Occidente socavaban los esfuerzos para fortalecer la industria textil nacional. El año pasado, el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, declaró que prohibiría las importaciones de ropa “de personas muertas”.
Las restricciones comerciales podrían no ser suficientes para reducir la contaminación textil ni para fomentar la producción de prendas de vestir en África, donde las ganancias son bajas y los incentivos para los diseñadores son escasos, según los expertos.
A falta de medidas adecuadas para detener la contaminación, organizaciones como la Fundación Or tratan de marcar la diferencia al movilizar a jóvenes y creadores de moda para que encuentren un buen uso para los materiales desechados.
Las playas de Ghana casi no tenían ropa descartada antes de que los problemas de gestión de residuos del país empeoraran en los últimos años, reportó Allison Bartella, cofundadora de la fundación.
“Da un salto en el tiempo a hoy, en 2024: hay montañas de desechos textiles en las playas”, dijo.